Música y septiembre
Muchos de nosotros siempre hemos considerado el fin de la feria de Montijo, como el comienzo del “año laboral”. Después del verano, ese espacio de tiempo que guardamos como tesoros, donde intentamos llevar a cabo todo aquello que nos es sustraído por el resto del año: paseos nocturnos, visitar lugares desconocidos, leer, hacer deporte, reunirnos con amistades que el frío invierno nos ha tenido apartados... aunque el COVID nos mantiene prudentes. Una oportunidad para cambiar de aguas, de aires y de humores. Un tiempo para dejar la mente en blanco, disfrutar de esa tranquilidad, y llegar a septiembre con las pilas cargadas.
Después del descanso, y al llegar septiembre, las primeras dudas que siempre me asaltan cuando me pongo a escribir la columna sobre música son las siguientes: ¿Se va a parar alguien un rato a leer esto que escribo? ¿Habrá alguien que, después de leerlo, piense en ello? En caso de que las contestaciones sean afirmativas, me llegan más dudas: ¿Qué edad tendrán? ¿Cuáles serán sus gustos musicales ? Seguro que mientras unos se conforman con algo sencillo, otros quieren algo más profundo. A lo mejor, la pregunta de la que tendría que partir es otra: ¿es o no es conveniente dar explicaciones sobre la música? Aquí creo que está el quid de la cuestión.
He llegado a una primera conclusión: hay quien opina que la música no necesita explicación para poder ser disfrutada; otros, sin embargo, piensan que cuanto más sepa, mejor para saborearla. Hay todo tipo de opiniones y, como suele pasar, todas son ciertas; la de los primeros, porque no cabe duda de que el mensaje de la música sólo se encuentra en la música; la de los segundos, porque también es cierto que hay muchas cosas apasionantes para hablar y leer sobre música. Sujomlinski, pedagogo ruso, resume este dilema en el siguiente pensamiento que comparto plenamente: “Las palabras no pueden jamás expresar completamente toda la profundidad de la música, pero sin ellas no se podría entrar en el conocimiento de los sentimientos”.
Nuestros pensamientos cotidianos generan un campo de energía con la potencia suficiente para que otras personas lo detecten, y mediante la música podemos ser capaces de modificar ese campo. La música nos recuerda que, al menos potencialmente, nos sentimos completos y tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, algo que el estrés y las prisas de la vida nos lo hacen olvidar.
Sumido en este mar de dudas, y teniendo en cuenta lo dicho, tiro por la calle del medio: “un poco de todo”; pero, más que nada, procurando ambientar, que las palabras sirvan como estímulo para despertar la sensibilidad a la música.
Quiero acabar felicitando a todos los músicos que han pasado por la ORQUESTA MONTY y a sus familiares por la distinción otorgada por el Ayuntamiento de Montijo. Pero esto se merece la columna del próximo mes.
Muchos de nosotros siempre hemos considerado el fin de la feria de Montijo, como el comienzo del “año laboral”. Después del verano, ese espacio de tiempo que guardamos como tesoros, donde intentamos llevar a cabo todo aquello que nos es sustraído por el resto del año: paseos nocturnos, visitar lugares desconocidos, leer, hacer deporte, reunirnos con amistades que el frío invierno nos ha tenido apartados... aunque el COVID nos mantiene prudentes. Una oportunidad para cambiar de aguas, de aires y de humores. Un tiempo para dejar la mente en blanco, disfrutar de esa tranquilidad, y llegar a septiembre con las pilas cargadas.
Después del descanso, y al llegar septiembre, las primeras dudas que siempre me asaltan cuando me pongo a escribir la columna sobre música son las siguientes: ¿Se va a parar alguien un rato a leer esto que escribo? ¿Habrá alguien que, después de leerlo, piense en ello? En caso de que las contestaciones sean afirmativas, me llegan más dudas: ¿Qué edad tendrán? ¿Cuáles serán sus gustos musicales ? Seguro que mientras unos se conforman con algo sencillo, otros quieren algo más profundo. A lo mejor, la pregunta de la que tendría que partir es otra: ¿es o no es conveniente dar explicaciones sobre la música? Aquí creo que está el quid de la cuestión.
He llegado a una primera conclusión: hay quien opina que la música no necesita explicación para poder ser disfrutada; otros, sin embargo, piensan que cuanto más sepa, mejor para saborearla. Hay todo tipo de opiniones y, como suele pasar, todas son ciertas; la de los primeros, porque no cabe duda de que el mensaje de la música sólo se encuentra en la música; la de los segundos, porque también es cierto que hay muchas cosas apasionantes para hablar y leer sobre música. Sujomlinski, pedagogo ruso, resume este dilema en el siguiente pensamiento que comparto plenamente: “Las palabras no pueden jamás expresar completamente toda la profundidad de la música, pero sin ellas no se podría entrar en el conocimiento de los sentimientos”.
Nuestros pensamientos cotidianos generan un campo de energía con la potencia suficiente para que otras personas lo detecten, y mediante la música podemos ser capaces de modificar ese campo. La música nos recuerda que, al menos potencialmente, nos sentimos completos y tenemos todo lo que necesitamos para ser felices, algo que el estrés y las prisas de la vida nos lo hacen olvidar.
Sumido en este mar de dudas, y teniendo en cuenta lo dicho, tiro por la calle del medio: “un poco de todo”; pero, más que nada, procurando ambientar, que las palabras sirvan como estímulo para despertar la sensibilidad a la música.
Quiero acabar felicitando a todos los músicos que han pasado por la ORQUESTA MONTY y a sus familiares por la distinción otorgada por el Ayuntamiento de Montijo. Pero esto se merece la columna del próximo mes.