Está aquí agosto. Las cornetas han decretado el calor de viento solano que aprieta a la hora de la siesta. Agosto es remolino trenzando rizos sobre los rastrojos. Agosto trae mañanas en las que brilla un sol luminoso, mientras un gato duerme en el patio al amparo del verde frescor de las macetas de helecho. Agosto trae olor de jazmín y dulce sonido de una campana que despierta el silencio de clausura, señalado por el índice del ciprés plantado en la huerta de las hijas de Santa Clara. Agosto busca en la hondura del zaguán de la memoria aquello que en un tiempo fue y ahora no es. Este agosto desea evocar voz, canto y música de pregones antiguos. Rito comercial de venta ambulante y faenas por calles y plazas. No están todos los que son, pero al menos una muestra.

Al rico bollo de leche, galletas, madalenas y mantecados, que salía de la garganta de Blas Molina, portando su mercancía en una cesta de mimbre. Platería, no quiere alguna cosita, señora; del siempre recordado garrovillano, Félix Luceño. Niña el molletero, molletes calientes para las viejas que no tienen dientes, que cantaban jóvenes que se ganaban el jornal pedaleando con sus bicicletas. También ellos, los jóvenes, casi niños cantaban en la mañana: Y chuuuuuuurros. Por las mañanas dos sonidos: Carterooooooo, y el cobrador de la luz de la Compañía Sevillana de Electricidad. Las tardes de verano eran cruzadas por una voz inconfundible que deseaba aliviar los rigores del calor: Al rico polo y helado mantecado de limón, turrón, avellana, fresa, chocolate, coco, tuti-frutti y leche merengada. Otro de los pregones con denominación de origen Agustín Caro Torres, el cacharrero: Tinajas baaaaaaarriles, macetas de patio, orza, cueeeeeeenca. En tiempos de invierno, de fríos, y días desapacibles: Picón de encina, al buen picón. Carbón de encina. Parrillas y alambreras, el calendario zaragozano. Se arreglan paraguas. En tiempos propicios de pesca, llegaba Eugenia, su marido, del gremio de pescadores de la Puebla, echaba la red en el Guadiana, proclamando: Vamos, no queréis, sacad los platos que son baratos. Vengas mujeres: machos, beceros, pardillas y bogas. Y en el varano: carpas las carpas. El pregón de José Fernández Moreno con sardinas de nieve, almejas para el arroz, sable fresco y… tengo los jureles frescos. El afilaooooooó. Compro hierro viejo, el chatarrerooooooo.

Antes que llegara el verano aparecían vendedores de la Zarza: Cal blanca y morena.  Y otro relacionado con el anterior: Pinceles de pita. Desde una esquina escucho ahora al cuponero: Cuarenta iguales para hoy. Y también: Panaderooooooo, al pan rico. Y muy temprano, el lecherooooooo. Otro pregón que la memoria no olvida: Los jilgueritos, los jilgueritos, que comen poco y están gorditos. Prudencio Casablanca con la chambra y el saco pregonando Gallinas y gallos, ¿quién vende? Guarro vendo, los guarros. Para el ama de casa: Paneros, paneros, sacuidores y cogedores. Ajo los ajos. El latero, lañador, se arreglan ollas y pucheros. El sillerooooooo. El queso de cabra, el buen queso. Llevo la flor del romero, tomillo y espliego. Pencas, cardillos y acelgas. Garbanzo tostaooooooo. A la rica miel. Juan Antonio, pregonando su mercancía: hay plátanos. Al rico pirulí de la habana, el alegrón para el niño y el sofocón para la mama. El aguaooooooó. No renuncio, en la despedida, al pregón radiofónico del anuncio publicitario: Me he lavado el vestido, yo mi blusa me he lavado, lo he dejado muy blanquito, muy sedoso me ha quedado, porque hemos usado Norit, el Borreguito. Si quieres lavar la ropa no lo dudes un momento, compra productos Pejuco y lograrás un portento. Por muy poquito dinero adquirirás un gran don, si lavas con Luna y Sol, lana, seda y algodón. Chiqui compra Sol, Chiqui compra Luna, y así no llevarás encima mancha alguna. Tiempos que se fueron para no regresar.