Una historia de mayores
Es evidente que nada es estático. Las personas van cambiando su comunicación a lo largo de toda su vida. No nos expresamos igual en la infancia, donde todo es espontáneo que en la adolescencia, donde nos da miedo exponernos. En la juventud y en la adultez tenemos distinto panorama, y eso también condiciona nuestras expresiones. Y los mayores, a su vez, tienen unas características que influyen para relacionarse con su entorno. Éste fue el tema de una conversación en la que una mujer nos contaba la situación con su madre de 87 años con la que entramos en un temazo: la comunicación con los mayores.
El panorama es complejo, pues hablamos de personas que han vivido mucho, que han superado grandes retos, y que han tomado importantes decisiones a lo largo de su vida. Se han visto fuertes durante décadas, han reído, llorado, amado, peleado, y han acumulado mucha sabiduría. Y en sus últimos años, muchas de las cosas que les afectan, están en manos de los demás. Concretamente la señora de la que hablamos, tiene una gran fuerza y determinación. Nos comenta su hija que su madre se quedó viuda con cinco hijos pequeños, y que era un auténtico terremoto. Nos contaba, por ejemplo, que viajaba a Italia conduciendo su propio coche, sola con todos los niños, a visitar a su familia. ¡Hablamos de hace 60 años! Ahora el cuerpo le falla, pero ella sigue sintiéndose la mujer indómita de siempre. Ha tomado la decisión de no moverse de su casa y no quiere que nadie viva allí, pero quiere que sus hijos estén pendientes de ella. A veces se viene abajo y reclama más atención, pero en cuanto se recupera vuelve a sus directrices y admite pocas discusiones. Quiere estar sana, ser libre, que las cosas estén a su gusto…sin admitir las limitaciones de su edad.
Y en medio de esto, se está volviendo compradora convulsiva, utilizando el teléfono, vendiendo incluso sus propiedades para ello. No saben cómo pararla y temen que se avecina un buen problema económico. Sus hijos quieren ayudarla y ella no quiere soltar el control de su vida, ése podría ser el resumen del asunto. Los “deberías”, “tendrías” de unos y la resistencia a delegar de ella los tiene desde hace años en una situación de desgaste increíble, en la que no se entienden, no hay manera de hablar el mismo idioma. Es meter un cuadrado en un círculo. Pero hay que conseguirlo, poniendo toda la paciencia que el asunto requiere.
Escuchar atentamente para entender (con la cabeza y con el corazón), aceptar la realidad, frenar los juicios, las críticas, los reproches, acoger, ponerse en sus zapatos…pero también poner límites, cuidarse uno mismo, no hacerse cargo de todo, soltar el control absoluto, tranquilizarse. Respirar. En esta batalla no puede haber perdedores. Y es seguro que el cariño puede conseguir esa magia.
Es evidente que nada es estático. Las personas van cambiando su comunicación a lo largo de toda su vida. No nos expresamos igual en la infancia, donde todo es espontáneo que en la adolescencia, donde nos da miedo exponernos. En la juventud y en la adultez tenemos distinto panorama, y eso también condiciona nuestras expresiones. Y los mayores, a su vez, tienen unas características que influyen para relacionarse con su entorno. Éste fue el tema de una conversación en la que una mujer nos contaba la situación con su madre de 87 años con la que entramos en un temazo: la comunicación con los mayores.
El panorama es complejo, pues hablamos de personas que han vivido mucho, que han superado grandes retos, y que han tomado importantes decisiones a lo largo de su vida. Se han visto fuertes durante décadas, han reído, llorado, amado, peleado, y han acumulado mucha sabiduría. Y en sus últimos años, muchas de las cosas que les afectan, están en manos de los demás. Concretamente la señora de la que hablamos, tiene una gran fuerza y determinación. Nos comenta su hija que su madre se quedó viuda con cinco hijos pequeños, y que era un auténtico terremoto. Nos contaba, por ejemplo, que viajaba a Italia conduciendo su propio coche, sola con todos los niños, a visitar a su familia. ¡Hablamos de hace 60 años! Ahora el cuerpo le falla, pero ella sigue sintiéndose la mujer indómita de siempre. Ha tomado la decisión de no moverse de su casa y no quiere que nadie viva allí, pero quiere que sus hijos estén pendientes de ella. A veces se viene abajo y reclama más atención, pero en cuanto se recupera vuelve a sus directrices y admite pocas discusiones. Quiere estar sana, ser libre, que las cosas estén a su gusto…sin admitir las limitaciones de su edad.
Y en medio de esto, se está volviendo compradora convulsiva, utilizando el teléfono, vendiendo incluso sus propiedades para ello. No saben cómo pararla y temen que se avecina un buen problema económico. Sus hijos quieren ayudarla y ella no quiere soltar el control de su vida, ése podría ser el resumen del asunto. Los “deberías”, “tendrías” de unos y la resistencia a delegar de ella los tiene desde hace años en una situación de desgaste increíble, en la que no se entienden, no hay manera de hablar el mismo idioma. Es meter un cuadrado en un círculo. Pero hay que conseguirlo, poniendo toda la paciencia que el asunto requiere.
Escuchar atentamente para entender (con la cabeza y con el corazón), aceptar la realidad, frenar los juicios, las críticas, los reproches, acoger, ponerse en sus zapatos…pero también poner límites, cuidarse uno mismo, no hacerse cargo de todo, soltar el control absoluto, tranquilizarse. Respirar. En esta batalla no puede haber perdedores. Y es seguro que el cariño puede conseguir esa magia.