El derecho a la igualdad
Es cierto que el mundo avanza, que son muchas las batallas que se ganan desterrando situaciones incomprensibles, sin embargo, las desigualdades se mantienen o quizá, se acentúan cada vez con más fuerza. Vivimos una sociedad con una discriminación brutal, en función de lo económico, la raza, el género, la edad, la religión o el estatus social, factores que hacen que muchas personas vivan una situación de marginación constantemente.
No entiendo, ¡ni entenderé nunca!, tanta desigualdad entre los seres humanos, lo de “todos somos iguales” es realmente una expresión sin fundamento porque las diferencias están ahí, siempre presentes, empezando por el color de piel, de cultura y lo más grave, por la situación económica y social de cada persona. ¡No es justo que unos derrochen lo que para otros es una necesidad básica! ¿Dónde está la igualdad?.
La igualdad no existe porque estamos viviendo en una sociedad individualista y desunida que enfoca todos sus objetivos en beneficio de sí mismo. Nos importa poco el prójimo y no es por nada pero el respeto y el amor hacía el ser humano se demuestra teniendo conciencia del dolor ajeno. Sintiendo y sufriendo esta desigualdad en nuestra piel.
Los seres humanos necesitan vivir en el respeto y en la igualdad pero es curioso como nosotros mismos nos encargamos de crear las desigualdades. Nosotros mismos potenciamos una desigualdad social que nos separa y divide en pobres y ricos. Si profundizamos aún más, es muy doloroso comprobar esta diferencia pero lo es aún más, cuando se acepta muy gustosa esta diferencia y para colmo, tenemos el cinismo de descalificar o rechazar a quienes son diferentes a nosotros. ¡Humillante e incomprensivo!.
Uno de los grandes objetivos que debería marcarse una sociedad, que se considera democrática, es luchar por conseguir erradicar las desigualdades, ya sean raciales, de género o sociales. La diferencia brutal entre países pobres y ricos no debería dejar indiferente a nadie pero para ello se necesitaría una concienciación de solidaridad humana que temo mucho nunca llegue a extenderse por el mundo.
No deseo caer en lo negativo y cada uno, desde nuestra parcela, luchemos por la igualdad social, por una sociedad más justa, con las mismas oportunidades para todos y que la igualdad sea lo que se supone que tiene que ser, un derecho de todos.
Hay una frase de Aristóteles que me parece maravillosa porque encierra todo con lo que yo quiero resumir mi artículo: “El hombre justo es el que en sus relaciones con los demás solo aspira a la IGUALDAD”.
Es cierto que el mundo avanza, que son muchas las batallas que se ganan desterrando situaciones incomprensibles, sin embargo, las desigualdades se mantienen o quizá, se acentúan cada vez con más fuerza. Vivimos una sociedad con una discriminación brutal, en función de lo económico, la raza, el género, la edad, la religión o el estatus social, factores que hacen que muchas personas vivan una situación de marginación constantemente.
No entiendo, ¡ni entenderé nunca!, tanta desigualdad entre los seres humanos, lo de “todos somos iguales” es realmente una expresión sin fundamento porque las diferencias están ahí, siempre presentes, empezando por el color de piel, de cultura y lo más grave, por la situación económica y social de cada persona. ¡No es justo que unos derrochen lo que para otros es una necesidad básica! ¿Dónde está la igualdad?.
La igualdad no existe porque estamos viviendo en una sociedad individualista y desunida que enfoca todos sus objetivos en beneficio de sí mismo. Nos importa poco el prójimo y no es por nada pero el respeto y el amor hacía el ser humano se demuestra teniendo conciencia del dolor ajeno. Sintiendo y sufriendo esta desigualdad en nuestra piel.
Los seres humanos necesitan vivir en el respeto y en la igualdad pero es curioso como nosotros mismos nos encargamos de crear las desigualdades. Nosotros mismos potenciamos una desigualdad social que nos separa y divide en pobres y ricos. Si profundizamos aún más, es muy doloroso comprobar esta diferencia pero lo es aún más, cuando se acepta muy gustosa esta diferencia y para colmo, tenemos el cinismo de descalificar o rechazar a quienes son diferentes a nosotros. ¡Humillante e incomprensivo!.
Uno de los grandes objetivos que debería marcarse una sociedad, que se considera democrática, es luchar por conseguir erradicar las desigualdades, ya sean raciales, de género o sociales. La diferencia brutal entre países pobres y ricos no debería dejar indiferente a nadie pero para ello se necesitaría una concienciación de solidaridad humana que temo mucho nunca llegue a extenderse por el mundo.
No deseo caer en lo negativo y cada uno, desde nuestra parcela, luchemos por la igualdad social, por una sociedad más justa, con las mismas oportunidades para todos y que la igualdad sea lo que se supone que tiene que ser, un derecho de todos.
Hay una frase de Aristóteles que me parece maravillosa porque encierra todo con lo que yo quiero resumir mi artículo: “El hombre justo es el que en sus relaciones con los demás solo aspira a la IGUALDAD”.