Humanidad y educación
Esta pandemia me ha enseñado a aprender que cualquier acto hay que mirarlo desde el prisma de la humanidad, para desde ahí quitarle o darle un sentido y significancia.
Hay que intentar que Humanidad y Educación vayan de la mano...donde hay humanidad, hay educación. Dos términos complejos que convergen en un solo trayecto. Ambos se nutren y coexisten logrando la unidad al aceptar/se la condición humana como de su propio campo.
No hay humanidad sin seres humanos. No hay educación sin seres humanos.
El ser humano como punto de partida, invita a comprenderlo en todas sus dimensiones (cognitiva, afectiva, socio-cultural), dimensiones no compartimentadas ni separadas. Pensar humanidad y pensar educación, es pensar el ser humano, es estar en camino, un siempre andar que da lugar a la comprensión de lo humano y que convoca a entenderlo en todas sus dimensiones. La educación es la formación de los seres humanos, es un proceso de conocimiento de si, para sí, en relación con el mundo. Esa expresión “educación” conlleva en potencia la posibilidad de desarrollar la humanidad de los individuos, su condición humana. Es un acto humano que conlleva: pensar, sentir y vivir en sociedad, pues somos inevitablemente seres pensantes, emotivos y sociales.
Entender y comprender el educar como posibilidad de encuentro nos lleva a ver que educar es convivir, conocer la realidad, tener diálogo, tejer subjetividades a través de relaciones.
Educar en Humanidad es el educar que establece la necesidad y lucha de no objetivar al ser. El educador humanista permite la emoción y los sentimientos como propios de lo humano. El humanista educador manifiesta su relación, presencia y existencia, en los sujetos de un mundo del cual dependemos y al cual nos debemos.
El punto de partida de la educación, por parte del educador, debe ser pues la confianza en la capacidad de cada persona para su propia formación, sin prejuicio o discriminación alguna, sino el deber del respeto y la confianza en cada ser humano.
Hay que volver a lo humano de lo humano.
Es urgente encarar una educación diferente, buscar currículos flexibles, adaptados a la realidad. La vida nos está poniendo a prueba y tenemos que revisar y evaluarlo todo. Quizá sea el momento no de buscar nuevas respuestas a las preguntas de siempre, sino de formular nuevas preguntas. No olvidemos que todo comienza con la Educación...
Esta pandemia me ha enseñado a aprender que cualquier acto hay que mirarlo desde el prisma de la humanidad, para desde ahí quitarle o darle un sentido y significancia.
Hay que intentar que Humanidad y Educación vayan de la mano...donde hay humanidad, hay educación. Dos términos complejos que convergen en un solo trayecto. Ambos se nutren y coexisten logrando la unidad al aceptar/se la condición humana como de su propio campo.
No hay humanidad sin seres humanos. No hay educación sin seres humanos.
El ser humano como punto de partida, invita a comprenderlo en todas sus dimensiones (cognitiva, afectiva, socio-cultural), dimensiones no compartimentadas ni separadas. Pensar humanidad y pensar educación, es pensar el ser humano, es estar en camino, un siempre andar que da lugar a la comprensión de lo humano y que convoca a entenderlo en todas sus dimensiones. La educación es la formación de los seres humanos, es un proceso de conocimiento de si, para sí, en relación con el mundo. Esa expresión “educación” conlleva en potencia la posibilidad de desarrollar la humanidad de los individuos, su condición humana. Es un acto humano que conlleva: pensar, sentir y vivir en sociedad, pues somos inevitablemente seres pensantes, emotivos y sociales.
Entender y comprender el educar como posibilidad de encuentro nos lleva a ver que educar es convivir, conocer la realidad, tener diálogo, tejer subjetividades a través de relaciones.
Educar en Humanidad es el educar que establece la necesidad y lucha de no objetivar al ser. El educador humanista permite la emoción y los sentimientos como propios de lo humano. El humanista educador manifiesta su relación, presencia y existencia, en los sujetos de un mundo del cual dependemos y al cual nos debemos.
El punto de partida de la educación, por parte del educador, debe ser pues la confianza en la capacidad de cada persona para su propia formación, sin prejuicio o discriminación alguna, sino el deber del respeto y la confianza en cada ser humano.
Hay que volver a lo humano de lo humano.
Es urgente encarar una educación diferente, buscar currículos flexibles, adaptados a la realidad. La vida nos está poniendo a prueba y tenemos que revisar y evaluarlo todo. Quizá sea el momento no de buscar nuevas respuestas a las preguntas de siempre, sino de formular nuevas preguntas. No olvidemos que todo comienza con la Educación...
























