La felicidad en el camino
Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida en busca de la felicidad. Cuando estamos en el colegio pensamos que la felicidad es tener trabajo, coche, independencia del resto, aquello que diferencia a los mayores de nosotros. Crecemos y llegamos a la adolescencia. Buscamos la felicidad en la búsqueda de pareja, pensando que llegará, una vez hayamos encontrado a la persona adecuada.
Nuestro siguiente paso suele ser el laboral. Precario en un principio, lo que nos hace anhelar que la felicidad la encontraremos con un puesto de trabajo que nos libre de la sufrida dependencia, y de ahí a la paternidad, ese camino que se nos hace eterno y por el que transitamos, esperando y confiando en que la próxima etapa de nuestros hijos será la que nos proporcione esa tranquilidad que nos permita ser de una vez por todas felices sin preocupaciones.
Culminada la etapa de ver crecer a nuestros hijos, el lastre se nos hace tener que estar atados diariamente a un trabajo, pensando siempre en que la dicha la tendremos exclusivamente en las vacaciones y que la verdadera felicidad la encontraremos aquel día en el que nos jubilemos y tengamos tiempo para viajar, descansar de preocupaciones, disfrutar de la vida…
Y es en ese momento, cuando echamos la vista atrás, y nos damos cuenta qué hemos ido transitando por el camino de la felicidad con sus días mejores y peores y, que es ese tránsito en el día a día del que no hemos sabido disfrutar.
No hay mejor momento que el día de hoy para ser felices, y si bien es cierto que la vida no supone un camino de rosas, es cierto que la actitud optimista hacia lo que va a deparar el día, nos permite afrontar nuestro paso de manera que no lamentemos haber estado buscando la felicidad en el futuro. Vivir el presente. Al fin y al cabo, la gente que consideramos que es feliz, en la mayor parte de los casos no la busca, simplemente disfruta dando lo mejor de sí hacía los demás, no esperando recibir. Felicidad, una palabra simple pero que a veces su búsqueda se hace un lastre.
Cuando termino de escribir esta columna, la vida me confirma lo importante que es lo que aquí reflejo. Una persona cercana, que toda su vida ha estado mirando su felicidad futura pensando que, en algún momento le llegaría, en un revés inesperado nos ha dejado con muchas ilusiones que no ha cumplido por dejarlas siempre para un futuro que ya no se podrá realizar.
Una pena no haber disfrutado de los momentos diarios de la vida.
[email protected]
Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida en busca de la felicidad. Cuando estamos en el colegio pensamos que la felicidad es tener trabajo, coche, independencia del resto, aquello que diferencia a los mayores de nosotros. Crecemos y llegamos a la adolescencia. Buscamos la felicidad en la búsqueda de pareja, pensando que llegará, una vez hayamos encontrado a la persona adecuada.
Nuestro siguiente paso suele ser el laboral. Precario en un principio, lo que nos hace anhelar que la felicidad la encontraremos con un puesto de trabajo que nos libre de la sufrida dependencia, y de ahí a la paternidad, ese camino que se nos hace eterno y por el que transitamos, esperando y confiando en que la próxima etapa de nuestros hijos será la que nos proporcione esa tranquilidad que nos permita ser de una vez por todas felices sin preocupaciones.
Culminada la etapa de ver crecer a nuestros hijos, el lastre se nos hace tener que estar atados diariamente a un trabajo, pensando siempre en que la dicha la tendremos exclusivamente en las vacaciones y que la verdadera felicidad la encontraremos aquel día en el que nos jubilemos y tengamos tiempo para viajar, descansar de preocupaciones, disfrutar de la vida…
Y es en ese momento, cuando echamos la vista atrás, y nos damos cuenta qué hemos ido transitando por el camino de la felicidad con sus días mejores y peores y, que es ese tránsito en el día a día del que no hemos sabido disfrutar.
No hay mejor momento que el día de hoy para ser felices, y si bien es cierto que la vida no supone un camino de rosas, es cierto que la actitud optimista hacia lo que va a deparar el día, nos permite afrontar nuestro paso de manera que no lamentemos haber estado buscando la felicidad en el futuro. Vivir el presente. Al fin y al cabo, la gente que consideramos que es feliz, en la mayor parte de los casos no la busca, simplemente disfruta dando lo mejor de sí hacía los demás, no esperando recibir. Felicidad, una palabra simple pero que a veces su búsqueda se hace un lastre.
Cuando termino de escribir esta columna, la vida me confirma lo importante que es lo que aquí reflejo. Una persona cercana, que toda su vida ha estado mirando su felicidad futura pensando que, en algún momento le llegaría, en un revés inesperado nos ha dejado con muchas ilusiones que no ha cumplido por dejarlas siempre para un futuro que ya no se podrá realizar.
Una pena no haber disfrutado de los momentos diarios de la vida.
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