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Lunes, 07 de Febrero de 2011

Acuerdo social y económico (1)

“El importante acuerdo social logrado por el Gobierno y los sindicatos merece que nos atrevamos a barajar la insatisfacción con la alegría”. Así comienza el artículo que Luis García Montero, publicó el pasado día 30 de enero en su columna semanal del periódico Público, y que llevaba el sugerente título de “Yo fui a la huelga”.

Hace poco más de un mes tuve la suerte de comer con Luis García Montero en Cáceres, y tuve ocasión de comprobar su independencia de criterio y la claridad de sus convicciones, lo que le hace un “rara avis” en este mundo donde abundan los papanatas repetidores de consignas.

Como casi siempre, acierta Luis al describir el estado de ánimo de los que hemos participado en el Acuerdo Social y Económico recientemente suscrito por el gobierno de la nación, los sindicatos UGT y CCOO y las organizaciones empresariales CEOE y CEPYME. Al menos éste es el estado de ánimo de los sindicatos.

No se puede estar satisfecho cuando la estabilidad del sistema de pensiones exige la prolongación de la vida activa de muchos trabajadores y trabajadoras, o cuando se hace necesario ajustar el cálculo de esas pensiones para que las cuentas cuadren en el futuro. Pero el ajuste era necesario, y no es una cuestión que dependiera de la crisis. Desgraciadamente ésta nos ha venido a dificultar la prevista corrección del sistema en los términos que establece el Pacto de Toledo. La consecuencia ha sido un adelantamiento en el tiempo de las medidas, que se hacen necesarias por la evolución demográfica prevista a partir del año 2030, cuando el número de jubilaciones aumentará considerablemente.

La alegría por el pacto proviene de que, casi milagrosamente, se han dado las circunstancias para que podamos introducir mejoras en las medidas que el gobierno iba a tomar de forma unilateral. Entre esas circunstancias están la sustitución del señor Díez Ferrán al frente de la CEOE, pues es evidente que con él hubiera sido imposible cualquier acuerdo. También han pesado mucho en la balanza el nuevo ministro de trabajo, un sindicalista, la debilidad política del PSOE como consecuencia de la Huelga General, y la cercanía de las elecciones municipales y autonómicas.

Frente a esta insatisfacción mezclada con alegría, se alzan los que se oponen radicalmente al acuerdo, argumentando que no era necesario tomar medidas porque el sistema se autoabastece con suficiencia, o que el acuerdo favorece exclusivamente al capital frente a la clase trabajadora. Muchos de ellos son los mismos que en el 2008, cuando empezaba la crisis, pronosticaron el fracaso del capitalismo.

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