LA ÍNSULA DE NUESTROS DÍAS
“Desnudo nací, desnudo me hallo:
ni pierdo ni gano: quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella
salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas” (Miguel de Cervantes
Saavedra. Capítulo LIII, 2º Parte)
Acertadísimas las palabras del
escudero Sancho Panza, en su fatigado fin y remate que tuvo de su gobierno de
la Ínsula Barataria. En nuestra sociedad imperan muchos artistas del politiqueo.
Gente que no ha hecho otra cosa en la vida que medrar en los partidos.
Mediocres que en la sociedad civil no son ni mucho ni poco: no son nada,
absolutamente nada.
Son los llamados chupópteros que
se arriman a unas siglas para servirse y aprovecharse de ellas. Gente sin
oficio pero con el objetivo, fin e interés de encontrar un beneficio. Un
nutrido grupo de inútiles, a quienes se incorporan unos jovencitos arribistas
que entienden la política como un enchufe permanente. Éstos últimos tienen
mucho peligro. Son también conocidos como “buenagente”. Maestros en el arte de
la adulación a sus jefes. Gente que no se enfrentará al aparato del partido.
Nunca. Jamás le harán una crítica, ni reivindicarán nada. Aunque sí los veremos,
de manera servil, haciendo crítica corrosiva y sin piedad para con el adversario,
al que llaman enemigo. Maltratándolos, fundiéndolos y enviándolos a las hogueras,
para con esas actitudes congraciarse con quienes dirigen y mandan las
Ejecutivas.
Retornando de nuevo a Sancho
Panza, el fiel escudero, durante su tiempo de gobierno, corto pero intenso,
Sancho manifestó sus normas de buen gobierno, dijo: “es mi intención limpiar a esta
ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazana y mal
entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa
es en la república lo mismo que los zánganos en las colmenas, que se comen la
miel que las trabajadoras abejas hacen”.
Con un poco de cebada para su
asno, medio queso y medio pan para él, así terminó el honrado y bueno de Sancho
sus días de gobierno. Claro que eso sucedió en El Quijote. Otra cosa bien
distinta en los que pasa ahora, aquí, en la Ínsula de nuestros días.
“Desnudo nací, desnudo me hallo: ni pierdo ni gano: quiero decir que sin blanca entré en este gobierno y sin ella salgo, bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas” (Miguel de Cervantes Saavedra. Capítulo LIII, 2º Parte)
Acertadísimas las palabras del escudero Sancho Panza, en su fatigado fin y remate que tuvo de su gobierno de la Ínsula Barataria. En nuestra sociedad imperan muchos artistas del politiqueo. Gente que no ha hecho otra cosa en la vida que medrar en los partidos. Mediocres que en la sociedad civil no son ni mucho ni poco: no son nada, absolutamente nada.
Son los llamados chupópteros que se arriman a unas siglas para servirse y aprovecharse de ellas. Gente sin oficio pero con el objetivo, fin e interés de encontrar un beneficio. Un nutrido grupo de inútiles, a quienes se incorporan unos jovencitos arribistas que entienden la política como un enchufe permanente. Éstos últimos tienen mucho peligro. Son también conocidos como “buenagente”. Maestros en el arte de la adulación a sus jefes. Gente que no se enfrentará al aparato del partido. Nunca. Jamás le harán una crítica, ni reivindicarán nada. Aunque sí los veremos, de manera servil, haciendo crítica corrosiva y sin piedad para con el adversario, al que llaman enemigo. Maltratándolos, fundiéndolos y enviándolos a las hogueras, para con esas actitudes congraciarse con quienes dirigen y mandan las Ejecutivas.
Retornando de nuevo a Sancho Panza, el fiel escudero, durante su tiempo de gobierno, corto pero intenso, Sancho manifestó sus normas de buen gobierno, dijo: “es mi intención limpiar a esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagabunda, holgazana y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mismo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen”.
Con un poco de cebada para su asno, medio queso y medio pan para él, así terminó el honrado y bueno de Sancho sus días de gobierno. Claro que eso sucedió en El Quijote. Otra cosa bien distinta en los que pasa ahora, aquí, en la Ínsula de nuestros días.