Vuela la crónica de este mes hasta los comienzos de marzo de 1925. Con animosidad y regocijos se escribía que la Junta directiva de la Sociedad Unión Montijana organizó un baile que se vio muy concurrido. La fiesta se celebró en el Salón de Bellas Artes, propiedad de Bartolomé Menayo. No fue solamente el baile, sino que en unos minutos de descanso que la bien afinada orquesta concedió a los asistentes, fueron aprovechados por los directivos para obsequiar con riquísimas pastas a las señoras y señoritas que se habían dignado dar con su presencia realce inusitado a la fiesta. Las confituras fueron ofrecidas a los asistentes por las simpáticas señoritas Manuela Barrena, Ana Hernández, Josefa González, María del Viejo y Catalina Gómez, las cuales se multiplicaban prodigando atenciones. La animación en el baile no decayó ni por un momento, dándose por terminado cuando habían pasado ya las primeras horas de la madrugada.

Esta crónica enlaza con otra celebrada en el mes de enero, donde los socios del Club Deportivo Montijo fueron invitados por los señores Menayo-Naranjo a una velada para celebrar el cumpleaños de su encantadora hija, la señorita Eulogia. Cuentan que el amplio salón comedor de la casa aparecía graciosamente adornado por nutridos grupos de angelicales mujercitas rebosantes de hermosura y alegría. Dieron inmenso realce a la fiesta la eminente profesora de música, doña Rafael Guisado, acompañada al violín por el gran Trajano, que ejecutaron con maestría insuperables bonitas partituras, cuyas dulces melodías se apoderaban del ánimo de los concurrentes, haciéndoles saborear dulces remembranzas. Antes de ello, sonaron en el salón las bellas notas del himno al Deportivo Montijo. El baile fue interrumpido por algún cuplé cantado con admirable gusto y hermosa voz por doña Rafaela, Eulogia Menayo, María Orid, Paca Marín e Isabel Fuentes.

Entre las señoritas asistentes destacaron Fernanda y Filomena Durán, Rosa Sánchez, Plácida Sánchez, Josefa y Ana Fuentes, María Vega, Juana y Manuela Menayo, Isidra y Elisa Rodríguez, Aurelia Garay, María Mordillo, Tomasa Conejo, Rosa González, Catalina Menayo, Pura Coronado, Consuelo y Clara Themudo, Anita y Pastora Lozano. Antes de finalizar el baile que duró hasta la una de la madrugada, se obsequió un derroche de dulces y licores, que demostraron el buen gusto que preside la casa de los señores Menayo-Naranjo. Contrastan estas crónicas de tan animados bailes con la organización de unas conferencias de las que hablaremos con mayor profundidad en próximos números. Vaya como anticipo las celebradas en enero de ese año, ofrecidas por don Francisco Bautista Rodríguez, administrador de Correos, cuyo nombre tiene una calle situada en la conocida zona de “La Huertecilla”, y don José Blanco, culto maestro. Los conferenciantes versaron sus exposiciones en el fomento al ahorro, la previsión, educación, ejercicio físico y moralidad. Junto con la caridad, la más sublime de las virtudes, decían. A ruego del maestro don Pablo Sánchez Fernández, intervino el señor arcipreste de Montijo, don Juan Pérez Amaya. Tiempos donde el kilo de lomo en vela se vendía a catorce pesetas el kilo, el tocino fresco y añejo a cuatro pesetas el kilo. El kilo de garbanzos costaba una peseta y veinte céntimos. Las alubias una peseta y ochenta céntimos. La riquísima manteca colorada de cerdo para tostada, una peseta y quince céntimos el cuarto. Se anunciaba en la prensa los beneficios del Jarabe de Hipofosfitos Salud, aprobado por la Real Academia de Medicina y recomendado por los médicos. Dirigido a las madres, decía el merchandising, que saben criar bien a sus hijos evitándoles el raquitiquismo. Pues el producto era rico en fósforo y hierro, adecuado para restaurar el organismo de éstas, debido al desgaste de la crianza.