Pastillas para no soñar
Con cierta frecuencia veo personas que se relacionan sentimentalmente con sus posibles parejas, de una forma distante y excesivamente prudente.
“Quiero quedar contigo, pero no te lo voy a decir. Me gustas, pero no demasiado. Tengo interés, pero mejor no demostrarlo”.
Existe una especie de premisa básica de no sentir demasiado, no se vaya a torcer la cosa y acabemos sufriendo.
Como quien estudia para un examen solamente un poco, porque probablemente lo suspenda y no quiere haber invertido tanto tiempo en ese proyecto.
¿Conocen esa sensación? Es como si quisiéramos algo mucho, pero por el temor a no conseguirlo, nos ponemos tantas barreras para protegernos, que al final nos impiden llegar a donde queríamos.
Con un creciente miedo al daño emocional que uno puede experimentar, mostrar el afecto que sientes o tratar de comprometerte en una relación, es demasiado arriesgado.
Lo mejor es no desear, no probar, no exponerse a mostrar un poco de sí. Al menos no en el plano afectivo. Quizás sexualmente sí se pueda establecer un alto nivel de intimidad, pero cuando hablamos de implicarnos emocionalmente, la historia cambia.
Alguien se tomó al pie de la letra la canción de Sabina que da nombre al artículo. “Si lo que quieres es vivir cien años, vacúnate contra el azar, deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más... Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar: ¿tiene pastillas para no soñar?...”
Por suerte no existe tal medicación, pero si así fuera, las pastillas para no soñar nos harían más difícil el insomnio.
Por mucho que intentemos esquivar la intimidad con alguien, para protegernos del posible dolor emocional que nos produciría que no saliera bien, no estamos libres de desear establecer esa relación estrecha. Tan solo nos estaremos escondiendo de ese deseo.
Por mucho que yo deje de estudiar porque crea que puedo suspender el examen no se modifica mi preferencia a aprobarlo.
Paradójicamente, cuanto más tratamos de esquivar algo que deseamos evitar, más sensible nos volvemos ante ese hecho y más nos afecta la posibilidad de que pueda ocurrir. Cuanto más boicoteo mi propio estudio por miedo a suspender, más me afecta esta posibilidad. Haciéndome más difícil en el futuro que me arriesgue a estudiar aún sin garantías de aprobar y con el riesgo de llevarme una gran desilusión.
Por todo ello, considero que esas protecciones de las que hemos estado hablando, constituyen una verdadera armadura. Demasiado pesada para caminar hacia cualquier sitio, sea hacia una relación de pareja o hacia una relación de intimidad del tipo que sea.
Con cierta frecuencia veo personas que se relacionan sentimentalmente con sus posibles parejas, de una forma distante y excesivamente prudente.
“Quiero quedar contigo, pero no te lo voy a decir. Me gustas, pero no demasiado. Tengo interés, pero mejor no demostrarlo”.
Existe una especie de premisa básica de no sentir demasiado, no se vaya a torcer la cosa y acabemos sufriendo.
Como quien estudia para un examen solamente un poco, porque probablemente lo suspenda y no quiere haber invertido tanto tiempo en ese proyecto.
¿Conocen esa sensación? Es como si quisiéramos algo mucho, pero por el temor a no conseguirlo, nos ponemos tantas barreras para protegernos, que al final nos impiden llegar a donde queríamos.
Con un creciente miedo al daño emocional que uno puede experimentar, mostrar el afecto que sientes o tratar de comprometerte en una relación, es demasiado arriesgado.
Lo mejor es no desear, no probar, no exponerse a mostrar un poco de sí. Al menos no en el plano afectivo. Quizás sexualmente sí se pueda establecer un alto nivel de intimidad, pero cuando hablamos de implicarnos emocionalmente, la historia cambia.
Alguien se tomó al pie de la letra la canción de Sabina que da nombre al artículo. “Si lo que quieres es vivir cien años, vacúnate contra el azar, deja pasar la tentación, dile a esa chica que no llame más... Y si protesta el corazón, en la farmacia puedes preguntar: ¿tiene pastillas para no soñar?...”
Por suerte no existe tal medicación, pero si así fuera, las pastillas para no soñar nos harían más difícil el insomnio.
Por mucho que intentemos esquivar la intimidad con alguien, para protegernos del posible dolor emocional que nos produciría que no saliera bien, no estamos libres de desear establecer esa relación estrecha. Tan solo nos estaremos escondiendo de ese deseo.
Por mucho que yo deje de estudiar porque crea que puedo suspender el examen no se modifica mi preferencia a aprobarlo.
Paradójicamente, cuanto más tratamos de esquivar algo que deseamos evitar, más sensible nos volvemos ante ese hecho y más nos afecta la posibilidad de que pueda ocurrir. Cuanto más boicoteo mi propio estudio por miedo a suspender, más me afecta esta posibilidad. Haciéndome más difícil en el futuro que me arriesgue a estudiar aún sin garantías de aprobar y con el riesgo de llevarme una gran desilusión.
Por todo ello, considero que esas protecciones de las que hemos estado hablando, constituyen una verdadera armadura. Demasiado pesada para caminar hacia cualquier sitio, sea hacia una relación de pareja o hacia una relación de intimidad del tipo que sea.