Con una desaceleración económica en el horizonte, como ya lo advierten algunos organismos internacionales como la OCDE o la UE, es un tremendo error, que pagaremos todos los españoles, mantener la nefasta política económica que está llevando a cabo Pedro Sánchez y que nos conduce directo al despeñadero.
Es del todo punto irresponsable, y casi suicida, empecinarse por estar un rato más en el poder en pactar los Presupuestos Generales del Estado con aquellos que quieren destruir el Estado y quebrar la convivencia dinamitando la unidad y la igualdad de los españoles. Cada día es más evidente que Sánchez quiere vender el Estado para seguir en el Gobierno, mientras que el Partido Popular quiere llegar al Gobierno para rescatar al Estado.

Degradación institucional galopante

No parece muy atinado que en el actual contexto de un alza de la recaudación, en vez de reducir la deuda y el déficit acumulado, o bajar impuestos, se quiera gastar más y subir todos los impuestos, desde el diésel a las tecnológicas pasando por las ocurrencias que vendrán, con las consecuencias que ya se están viendo cada día y que anticipan un futuro inquietante desde el punto de vista económico y de la creación de empleo, si no se corrige el rumbo. Y no tiene visos de que así sea porque estamos asistiendo en estos siete meses de Gobierno socialista a una degradación institucional galopante por el empeño de Sánchez en reabrir heridas en vez de apelar a la concordia. 200 días en los que Sánchez está actuando continuamente como un títere de los independentistas ya que todas sus acciones de gobierno están coordinadas al unísono con aquellos que quieren romper España.
En el año 2019 tendremos múltiples citas electorales y las votaciones del mes de mayo servirán sin duda para revertir esta situación tan ominosa por la que actualmente está atravesando nuestro país. El resultado de las elecciones venideras será el primer paso poner fin a esa mala pesadilla de un Gobierno de izquierda radical, rehén de socios independentistas y batasunos.
Lo que ha pasado recientemente en Andalucía, donde el PSOE ha perdido el poder y la mayoría social tras casi cuatro décadas de triunfos arrolladores, puede ser un aviso a navegantes y un reflejo de lo que está por venir. En mayo las urnas darán la palabra a esa España de los balcones, que pone la bandera orgullosa; a esos ciudadanos que quieren elegir libremente la educación para sus hijos; a la España orgullosa de sus tradiciones, que quiere pagar menos impuestos y que demanda libertad para que quien quiera ir a los toros o de caza, pueda hacerlo, y quien no quiera, que no lo haga.

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