Miércoles, 10 de Septiembre de 2025

Actualizada Miércoles, 10 de Septiembre de 2025 a las 13:27:07 horas

Teo Cayetano
Teo Cayetano | 513
Jueves, 13 de Diciembre de 2018 Actualizada Jueves, 13 de Diciembre de 2018 a las 14:04:11 horas

El goteo que nos desangra

Hace poco he visitado nuevamente el Reino Unido, por motivos familiares. Y he regresado de alli desasosegado, porque he vuelto a ver lo mismo que ya había visto antes en Irlanda, en Holanda o en Bélgica: muchos jóvenes españoles, muchos, pero que no están allí de turismo, ni de Erasmus, ni formándose, ni perfeccionando su inglés, no. Están trabajando, buscándose la vida, intentando acceder a un mercado laboral cuyas puertas se les han cerrado en su propio país.

Trabajan en la hostelería, la restauración, los servicios, ocupando puestos de trabajo poco cualificados mientras esperan que les llegue su oportunidad para hacerse valer como lo que son: ingenieros, abogados, científicos, profesores…

Las generaciones mejor preparadas de nuestra Historia, tiradas por el sumidero de una penosa realidad laboral que les condena a la precariedad, la sobrecualificación y la eterna temporalidad. Es un auténtico suicidio social.

Asumimos la formación de buenos profesionales, con el enorme coste económico, familiar y personal que ello conlleva. Y cuando toca que, como sociedad, comencemos a recibir los retornos de esa costosa inversión en capital humano, cuando debe comenzar el desarrollo profesional de todos esos jóvenes bien formados, les damos con la puerta en las narices.

Y ellos, claro, no tienen más remedio que hacer las maletas y marcharse a otros paises con un mercado laboral menos absurdo y cerril que el nuestro. Incluso algunos más afortunados se van con un contrato ya firmado desde aquí. Nosotros les formamos y otros les dan trabajo. Un chollo para quienes les reciben y una locura insostenible para nosotros.

En Extremadura la tendencia es aún peor: según las estadísticas, más de 12.000 jóvenes han abandonado nuestra región en los últimos seis años. Una media de doscientos cada mes. Un goteo insoportable, una hemorragia que desangra esta tierra y que hay que cauterizar cuanto antes. Porque a este ritmo, en pocos años bajaremos del millón de habitantes, lo que no ocurría desde principios del siglo XX. La despoblación, ese drama social, económico y humano, ha venido para quedarse.

Así que ya va siendo hora de que dejemos todos los actores de la vida pública de tirarnos los trastos a la cabeza por cuestiones menores, y comencemos a dialogar para llegar a pactos y acuerdos sobre lo que de verdad importa: fijemos las líneas maestras de nuestro desarrollo, del modelo económico y social al que aspiramos, definamos cual es la Extremadura que queremos para dentro de quince años, porque ése es el escenario que se van a encontrar nuestros hijos. Y empujemos todos juntos, aunque sólo sea por una vez, en la misma dirección, porque nos estamos jugando nuestra supervivencia como sociedad.

O lo hacemos así, o dentro de pocas generaciones no quedará de Extremadura más que un lejano recuerdo.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.