Sábado, 20 de Septiembre de 2025

Actualizada Viernes, 19 de Septiembre de 2025 a las 19:56:57 horas

Andrés Acevedo
Jueves, 13 de Diciembre de 2018 Actualizada Jueves, 13 de Diciembre de 2018 a las 14:01:34 horas

El explorador que cayó a un hoyo

Imagínate que eres un explorador que va caminando por un paisaje desconocido. A lo largo de tu marcha vas intentando sortear los posibles peligros que encuentras, pero sin darse cuenta, uno de tus pasos te lleva a lo más hondo de un agujero.

Inspeccionando las paredes observas que es imposible treparlas, son demasiado altas y resbaladizas. Entonces, miras en tu mochila buscando algo que te ayude a salir de esta situación y descubres que solamente dispones de una pala.

Como casi cualquier persona haría, utilizas la herramienta que tienes para conseguir salir del agujero. Sin embargo, cuanto más cavas, más profundamente te hundes dentro del hoyo. Piensas entonces que no te estarás esforzando lo necesario, que no estarás cavando en el lugar indicado, que tu técnica podría ser mejor… y sigues afanado en tu dura tarea, viendo como cada vez la salida se presenta más lejana.

Todos nos hemos encontrado en diversas situaciones dentro de algún agujero de donde no éramos capaces de escapar, ya sea una situación laboral, personal o de pareja.

Estar metido en una situación así nos ha producido mucha ansiedad, tristeza o desagrado y hemos registrado nuestra mochila buscando la herramienta adecuada para librarnos de esas sensaciones desagradables.

Una vez encontrada la pala, nos hemos afanado en utilizarla sistemáticamente con empeño para subir hasta la superficie. Al percibir que no avanzábamos, muy probablemente, nos hemos criticado a nosotros mismos (“no lo he hecho bien”, “no me he esforzado lo suficiente”, “debería hacerlo con más intensidad”…) y eso tampoco ha resultado de mucha ayuda.

En este punto aparecen muchas personas en mi consulta. Su vida estaba siendo un agradable paseo por el campo hasta que, de repente, han caído en un agujero y se han puesto a cavar.

Muchos buscan que el psicólogo les otorgue una pala más grande con la que poder cavar mejor, otros prefieren que trabaje su motivación para cavar con más intensidad y otros le interrogan por el punto exacto donde deberían hincar su pala. Pero a veces, el trabajo en consulta consiste en descubrir que la solución no está en cavar. Cavando es como hemos llegado a este punto y si seguimos haciéndolo, nos hundiremos más aún. El psicólogo no dispone de una preciosa pala dorada y si la tuviera, no la ofrecería.

A veces para empezar a cambiar hay que dejar de hacer lo que nos ha traído hasta este punto. Hasta que no dejemos de utilizar nuestra pala y aceptemos que estamos en un agujero del cual no sabemos salir, no podremos buscar una vía para volver a nuestra expedición.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.