Crónica de una ruina anunciada
Mariano Rajoy dejó en herencia unas cuentas públicas saneadas, un crecimiento del 3%, una reducción del déficit del 2,2% y la creación de tres millones de empleos con unos presupuestos expansivos. Estás cifras son la prueba del algodón que certifica el éxito de las políticas económicas y sociales puestas en marcha en los últimos años. Pero esa inercia exitosa corre grave riesgo de truncarse - y ya se han encendido las primeras luces de alarma avisando de los peligros económicos que nos acechan - porque el el Gobierno socialista de Sánchez es incapaz de sacar adelante los presupuestos ya que todo lo fían a la expansión del gasto, no amortizar deuda y subir los impuestos. Con esos mimbres está claro que no se puede hacer ningún cesto presupuestario digno.
Cada día que pasa apoltronado en La Moncloa está más claro que Sánchez y sus socios de extrema izquierda, más los nacionalistas e independentistas, están revertiendo todos los progresos que nuestro país había experimentado en los últimos años. La recuperación española era un hecho incuestionable ya que en nuestro país todo empezaba a funcionar de nuevo. Pero en los últimos meses la locomotora del crecimiento ofrece signos inquietantes y amenaza con pararse en medio de la vía a imagen y semejanza de los trenes que circulan por Extremadura, y cuya acreditada falta de fiabilidad todos conocemos de sobra ya que a menudo dejan a los pasajeros tirados en cualquier barbecho.
Tenemos gobernando timón a un gobierno socialista hipotecado por las promesas a sus socios que lo sustentan a cambio de las reivindicaciones que todos conocemos y las que hasta ahora no conocemos, que serán más letales, pero que van en la misma dirección: socavar las instituciones y la unidad de España. Cuando los argumentos que están encima de la mesa son únicamente más impuestos, indultos a los políticos presos independentistas o más ideología sectaria en los espacios públicos nos encontramos sin duda ante la crónica de una ruina anunciada.
Pactar con quienes quieren romper España es una temeridad que va generar una factura muy gravosa que a medio y largo plazo vamos a tener que pagar todos los españoles. El único que no parece preocuparse es Pedro Sánchez que es capaz de defender una cosa y la contraria dándole igual 8 que 80 que 8 millones: antes veía un delito de rebelión por parte de los independentistas y ahora le dice a la Abogacía del Estado que retire la acusación; antes decía que Torra era un racista y supremacista y, ahora, intenta acordar con él la reforma del estatut. Siempre nos quedará el Falcón, pensará.
Mariano Rajoy dejó en herencia unas cuentas públicas saneadas, un crecimiento del 3%, una reducción del déficit del 2,2% y la creación de tres millones de empleos con unos presupuestos expansivos. Estás cifras son la prueba del algodón que certifica el éxito de las políticas económicas y sociales puestas en marcha en los últimos años. Pero esa inercia exitosa corre grave riesgo de truncarse - y ya se han encendido las primeras luces de alarma avisando de los peligros económicos que nos acechan - porque el el Gobierno socialista de Sánchez es incapaz de sacar adelante los presupuestos ya que todo lo fían a la expansión del gasto, no amortizar deuda y subir los impuestos. Con esos mimbres está claro que no se puede hacer ningún cesto presupuestario digno.
Cada día que pasa apoltronado en La Moncloa está más claro que Sánchez y sus socios de extrema izquierda, más los nacionalistas e independentistas, están revertiendo todos los progresos que nuestro país había experimentado en los últimos años. La recuperación española era un hecho incuestionable ya que en nuestro país todo empezaba a funcionar de nuevo. Pero en los últimos meses la locomotora del crecimiento ofrece signos inquietantes y amenaza con pararse en medio de la vía a imagen y semejanza de los trenes que circulan por Extremadura, y cuya acreditada falta de fiabilidad todos conocemos de sobra ya que a menudo dejan a los pasajeros tirados en cualquier barbecho.
Tenemos gobernando timón a un gobierno socialista hipotecado por las promesas a sus socios que lo sustentan a cambio de las reivindicaciones que todos conocemos y las que hasta ahora no conocemos, que serán más letales, pero que van en la misma dirección: socavar las instituciones y la unidad de España. Cuando los argumentos que están encima de la mesa son únicamente más impuestos, indultos a los políticos presos independentistas o más ideología sectaria en los espacios públicos nos encontramos sin duda ante la crónica de una ruina anunciada.
Pactar con quienes quieren romper España es una temeridad que va generar una factura muy gravosa que a medio y largo plazo vamos a tener que pagar todos los españoles. El único que no parece preocuparse es Pedro Sánchez que es capaz de defender una cosa y la contraria dándole igual 8 que 80 que 8 millones: antes veía un delito de rebelión por parte de los independentistas y ahora le dice a la Abogacía del Estado que retire la acusación; antes decía que Torra era un racista y supremacista y, ahora, intenta acordar con él la reforma del estatut. Siempre nos quedará el Falcón, pensará.