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Teodoro Gracia
Martes, 06 de Noviembre de 2018 Actualizada Martes, 06 de Noviembre de 2018 a las 14:26:51 horas

Recordarte siempre. Dedicada a Ana María Fernández

La tristeza, de nuevo, golpea en mi corazón. El dolor vuelve a tomar vida en mí como reacción a una muerte tan inesperada, como querida. Un dolor que vuelvo a sufrir en silencio tras la pérdida de un ser querido y que es difícil de asimilar, de creértelo, porque tu mente no quiere confirmar esa eterna ausencia.
Entras en un estado de incomprensión que te niegas a creer lo que te ha sucedido, al menos eso es lo que siento yo, intentar no aceptar la realidad de que ese ser querido se ha ido para siempre.
Hoy estoy en esa etapa de querer tener mucho tiempo para hablar de ella, de compartir un montón de recuerdos, vivencias que se mueven alegres jugando entre mis húmedos ojos. Y lo más doloroso, lo que más daño me hace es tener que reconocer que te has ido cuando te he visto con más ganas de vivir.  ¡Qué injusta es la vida y que mazazos nos da, continuamente a todos, sin la menor piedad!
Ya ha pasado un mes desde que se fue de nosotros, pero no de nuestras vidas, porque aunque los días pasen, el dolor de una ausencia perdura hasta la eternidad. Se puede manifestar de menor o mayor grado pero por dentro, el proceso de dolor, te acompaña siempre. Es algo que te graban a fuego y en más de un momento de nuestra vida suele salir a flote.
Es cierto que la vida continúa y, queramos o no, hay que aceptar la pérdida de ese ser querido que se fue para siempre pero aunque lleguemos a convivir con ese gran dolor, casi en silencio, intentando creer que lo hemos superado, nunca se olvida a ese ser humano que formó parte de nuestra vida.
En más de una ocasión he comentado que soy de esas personas que le gusta recordar los momentos vividos con los que se han ido, recordando miles de cosas maravillosas que vivimos juntos… esos momentos hermosos hay que hacerlo inolvidables y aunque a nosotros nos toque seguir caminando, hacerlo pero sin olvidar jamás a los que nos dejaron. En el momento que quedan en el olvido es como si no hubiesen existido nunca. ¡Recordarlo siempre! Aunque por ley de vida, tendremos que acostumbrarnos a seguir viviendo sin su presencia.
Yo hoy, querida Ana Mari, podía escribir millones de palabras hermosas, cavar en mi alma para que florecieran hermosos recuerdos, seguir llorando tu ausencia pero creo sinceramente, que lo mejor que puedo hacer yo y todos los que te hemos querido, pensar firmemente que hemos sido unos afortunados porque has formado parte de nuestras vidas, porque te hemos tenido cerca y sobre todo, damos gracias por todo ese tiempo que hemos podido disfrutar de ti.

 

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