Fantasía, deseo y práctica sexual
Pongamos la siguiente situación: Es sábado por la noche, estás en casa con tu pareja y no sabéis muy bien qué hacer. Se te ocurre que podría ser entretenido ver una película juntos y revisando las que hay disponibles, propones ver “50 sombra de Grey”.
Crees que podría darle un poco de chispa a la noche, que tal vez sea divertido, que puede abrir algún debate interesante y, por qué no, resultar erótico.
Sin embargo, mientras la veis, notas a tu pareja tensa, crítica con cada nueva escena que aparece y finalmente, acabáis discutiendo. Ante tu perplejidad, te dice que no comprende cómo te puede gustar eso y que él o ella no piensa hacerlo en ningún momento.
En este caso, tu pareja está cometiendo un error al interpretar como sinónimos estos tres conceptos (fantasía, deseo y práctica sexual).
La fantasía sexual es una situación erótica imaginada o representada que nos resulta excitante, o sea, que nos activa sexualmente. Esto no quiere decir que la persona que fantasee con algo, desee realizarlo, tan sólo le gustan los efectos que tiene repasar esa imagen.
El deseo ya implica un acto voluntario por querer llevarlo a cabo. Es algo que a la persona le gustaría hacer, pero puede que, por diversas razones (sociales, ideológicas, culturales o religiosas…), no proponga ni intente nunca.
Por último, la práctica erótica es la conducta sexual que se lleva a cabo de facto.
Dicho esto, no es necesario que planees llevar a cabo una conducta sexual, ni que desees siquiera hacerlo, para que el hecho de hablarlo, fantasearlo o imaginarlo te resulte estimulante.
Quizás, trasladando estos conceptos de la sexología o otras áreas, lo veamos con mayor claridad. Por ejemplo, un chaval que juega a un videojuego, puede fantasear con huir de la policía o disparar a personas para conseguir un objetivo. Es una fantasía en toda regla. El chaval disfruta emulando esas acciones, se divierte con esos supuestos, pero en ningún caso desea llevarlo acabo, ni lo ha intentado jamás. Forma parte de un disfrute imaginativo, que produce unos resultados agradables.
Ni siquiera el hecho de jugar mucho a ese tipo de videojuegos le predispone a desear o llevar a cabo esas acciones en un futuro. Del mismo modo, fantasear es un proceso imaginativo que se mantiene por disfrute y que no predispone en absoluto a la persona a desear, ni a llevar a cabo esa conducta.
Por todo ello, juzguemos las fantasías sexuales por lo que son, recreaciones imaginativas que resultan agradable y no por lo que nos daría miedo que fuesen, predisposiciones de comportamiento o fijaciones con un objeto concreto.
Diviértanse fantaseando, ya que por ahora, no ha mostrado más que ventajas.
Pongamos la siguiente situación: Es sábado por la noche, estás en casa con tu pareja y no sabéis muy bien qué hacer. Se te ocurre que podría ser entretenido ver una película juntos y revisando las que hay disponibles, propones ver “50 sombra de Grey”.
Crees que podría darle un poco de chispa a la noche, que tal vez sea divertido, que puede abrir algún debate interesante y, por qué no, resultar erótico.
Sin embargo, mientras la veis, notas a tu pareja tensa, crítica con cada nueva escena que aparece y finalmente, acabáis discutiendo. Ante tu perplejidad, te dice que no comprende cómo te puede gustar eso y que él o ella no piensa hacerlo en ningún momento.
En este caso, tu pareja está cometiendo un error al interpretar como sinónimos estos tres conceptos (fantasía, deseo y práctica sexual).
La fantasía sexual es una situación erótica imaginada o representada que nos resulta excitante, o sea, que nos activa sexualmente. Esto no quiere decir que la persona que fantasee con algo, desee realizarlo, tan sólo le gustan los efectos que tiene repasar esa imagen.
El deseo ya implica un acto voluntario por querer llevarlo a cabo. Es algo que a la persona le gustaría hacer, pero puede que, por diversas razones (sociales, ideológicas, culturales o religiosas…), no proponga ni intente nunca.
Por último, la práctica erótica es la conducta sexual que se lleva a cabo de facto.
Dicho esto, no es necesario que planees llevar a cabo una conducta sexual, ni que desees siquiera hacerlo, para que el hecho de hablarlo, fantasearlo o imaginarlo te resulte estimulante.
Quizás, trasladando estos conceptos de la sexología o otras áreas, lo veamos con mayor claridad. Por ejemplo, un chaval que juega a un videojuego, puede fantasear con huir de la policía o disparar a personas para conseguir un objetivo. Es una fantasía en toda regla. El chaval disfruta emulando esas acciones, se divierte con esos supuestos, pero en ningún caso desea llevarlo acabo, ni lo ha intentado jamás. Forma parte de un disfrute imaginativo, que produce unos resultados agradables.
Ni siquiera el hecho de jugar mucho a ese tipo de videojuegos le predispone a desear o llevar a cabo esas acciones en un futuro. Del mismo modo, fantasear es un proceso imaginativo que se mantiene por disfrute y que no predispone en absoluto a la persona a desear, ni a llevar a cabo esa conducta.
Por todo ello, juzguemos las fantasías sexuales por lo que son, recreaciones imaginativas que resultan agradable y no por lo que nos daría miedo que fuesen, predisposiciones de comportamiento o fijaciones con un objeto concreto.
Diviértanse fantaseando, ya que por ahora, no ha mostrado más que ventajas.