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Grupo de Opinión Capitel
Miércoles, 07 de Junio de 2017

La Plaza de Abastos de Mérida

El viejo Mercado de Calatrava, arraigado en el corazón de la Ciudad desde hace más de un siglo y cuarto, está de actualidad. No solo por su manifiesta perdida de funcionalidad, sino más bien por las urgencias del Gobierno Municipal para privatizarlo.

 


El asunto exige, no obstante, una reflexión serena por las cuestiones que están en juego. La primera es la innecesaria descalificación de los actuales industriales del Mercado. Ellos están ubicados allí por la lógica de unas concesiones que nacen de un servicio que presta la administración municipal, desde hace ciento treinta años. Tienen dos “hándicaps” en contra para prestarlo de manera óptima: Una la dura competencia de las grandes superficies y otra el deterioro que sufre el Mercado, cuya última remodelación es del año 1983. Es evidente, por tanto, que las condiciones para prestar un servicio moderno y competitivo son inadecuadas y procede, en consecuencia, su remodelación.  

 


  Llegados a este punto se pretende tomar el camino más fácil para la administración, la privatización, ese modelo tan habitual, ahora, de solventar las incompetencias o la carencia de  ideas, para enriquecer, al final, a unos pocos a costa del patrimonio de todos. No sorprende demasiado, porque es el mismo modelo que ha terminado arruinando a Europa: Transfiriendo la producción a los países emergentes, con salarios basura, ha hundido la productividad y el empleo propios, hasta generar una crisis social de proporciones gigantescas. Todo ello en aras de unos postulados de liberalismo a ultranza, en la misma medida con la que se ignoran los intereses y los derechos del común  y el imperativo de redistribuir por abajo los recursos de todos.

 


Resulta obligado, en esta comba reflexiva, quedar muy nítido el nudo gordiano de este asunto. Y que no es otro que explicitar, contundentemente, que no es el Mercado el que tira del Centro Comercial de la Ciudad. En absoluto. Es el Centro Comercial Abierto de Mérida – con más  de trescientas titularidades mercantiles y casi mil empleos, aparte de sus habitantes  – el que tira y puede seguir tirando del Mercado. Hay que añadir además que el potente Centro Comercial abierto de Mérida tiene vocación de extenderse como mancha de aceite, a sus calles y plazas aledañas, propiciando así recursos complementarios a quienes, en muchos casos, invirtieron sus ahorros para ayudar a sus limitadas rentas, muy especialmente personas mayores, dado el carácter tradicional de este histórico espacio urbano. Se requiere por ello mucha delicadeza y proyección de resultados – básicamente de interés social amplio – en la toma de decisiones.
 Así es que convendría calibrar todos los movimientos en asunto de tanta trascendencia para el futuro económico – y social, sin duda – del Centro Histórico/Comercial  de la Ciudad, en el que se incardinan los flujos ciudadanos en  la mayor dimensión de una urbe con sesenta mil habitantes y aportaciones aluviales de carácter administrativo/turístico. Pensando, obligadamente, en el empleo y en los derechos acumulados por tantos, a lo largo de mucho tiempo.

 


La conclusión es simple: El Mercado de Abastos de Mérida, que antes fue convento, es un elemento referencial del Centro urbano de Mérida, un edificio singular que puede seguir desempeñando una función destacada, dentro del nuevo papel geopolítico, turístico y residencial de la Capital de Extremadura. Que dicha vocación de servicio debe desarrollarse desde el ámbito público y no privado. Ello porque, dada la dinámica del Centro Comercial Abierto de Mérida – con valores de alquiler muy altos – privatizarlo supondría crear un competidor que, dada su enorme superficie disponible, se convertiría en un universo comercial polivalente que podría afectar, muy negativamente, al espacio urbano del Centro Comercial Abierto. Procede por tanto gestionar y buscar los recursos públicos – como han hecho otros Ayuntamientos – para reformarlo y ponerlo en operatividad correcta y funcional, en la logística de defender lo público, que es la vocación legitimada de un Ayuntamiento en su obligación de defender los interese de la inmensa mayoría. Es exigible poner prudencia en este envite. Nada de compulsiones con apariencia de modernidad innovadora. Basta mirar la generalidad, ver lo que está pasando en otros ámbitos. En Europa, por ejemplo, con las ideas progresistas en almonedad, por los suelos. Y es que llegados a un punto limite en el que, por poner un ejemplo, nuestro Mercado de Abastos ya no fuera necesario siempre podríamos buscarle otros usos de interés general. Antes que - valga la metáfora - meter la zorra a cuidar a las gallinas.

                 

Antonio Vélez Sánchez.  Grupo de Opinión Capitel/Mérida

 

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