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Viernes, 01 de Julio de 2016

Surfin’ aceras

Es buen momento para analizar los resultados de las elecciones, pero... ¿para qué? Ni me apetece, ni soy experto en esas lides, ni creo que los cuatro elementos que nos han llevado a esta situación por su tozudez y su egoísmo se lo merezcan, aunque algo me huele a presidenta. Ya veremos.

 

También podría intentar extraer conclusiones acerca del Brexit ese de los británicos; pero tampoco lo haré, más que nada por no hacer el ridículo escribiendo sobre algo de lo que no tengo ni idea. Así pues, me dedicaré a analizar por segunda vez un tema tan trascendental para la vida como la calidad de nuestros acerados y vías urbanas en general.  Y no exagero cuando digo que es un tema importante. Me explico: supongo que la mayoría de vosotros os habréis dado cuenta de que cada vez hay más personas que padecen de problemas de movilidad, bien por su avanzada edad, bien por enfermedad. Esto se ha traducido en que se han llevado a cabo programas de empleo destinados a conseguir profesionales preparados en todo  lo concerniente a la asistencia para este tipo de personas.

 

Partamos de dos personajes desconocidos: un anciano o anciana con problemas de movilidad (A) y una persona (B) dedicada al cuidado de la anterior. Mientras A  echa cuentas de las posibilidades económicas o de las ayudas potenciales que se puedan recibir para tratar de contar con los servicios de B, B se prepara estudiando o especializándose para poder atender a A como sin duda se merece. Tras un periodo más o menos corto o largo,  A le cuadran las cuentas y se ve capacitado para poder comenzar una nueva etapa en su vida, gracias a B y a una compañera convertida en necesariamente inseparable desde ese mismo momento: una flamante, ligera y funcional silla de ruedas que le permitirá seguir en contacto con su entorno, con ese pueblo en el que ha pasado tantos buenos y malos momentos; seguir en contacto consigo mismo. En esos días, también, B ha ido a recibir orgulloso el título que le permitirá desarrollar su vocación, su elección de modo de vida, y se  encamina ilusionado en busca de A, dispuesto a convertirse en sus pies, en su motor; un motor joven y fuerte para A que le devuelva el contacto con sus vecinos.

 


Todo eso suena bonito e ilusionante, pero ni A ni B saben lo difícil que puede llegar a ser un simple paseo en silla de ruedas por nuestro Montijo. ¡Es una locura! Aceras estrechas, llenas de boquetes, subidas y bajadas, inclinaciones imposibles y decenas de problemas más con los que se encontrarán en su legítimo intento de recuperar en la manera de lo posible una cierta rutina diaria. Seguro que ambos necesitan de un aplauso (silencioso en este caso) y de una buena dosis de ánimo. Quiero que estas líneas sirvan como un sincero homenaje  un merecido reconocimiento a todos los A’s y B’s de nuestra localidad que siguen “en la lucha diaria por la vida”, como diría Santiago Auserón

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