Desde Portugal
Cuando acaba el curso escolar y el termómetro empieza a subir,
todos estamos deseando hacer un paréntesis en nuestra vida
cotidiana. Ese punto y aparte lo hago cada año al norte de nuestro
país vecino, cerca de Coimbra. Aquí estoy ahora, escribiendo este
artículo, mirando como el sol se pone en medio del mar, justo cuando
aquí anochece y empieza a amanecer en América. Es verdad que el agua es
fría, pero el ambiente es cálido y acogedor, pues los portugueses
conservan una cortesía y una dulzura que en buena parte de España se ha
perdido hace tiempo. Me acaba de contar una amiga, que tiene dos hijos
de padre portugués, que ellos le han enseñado a tomarse la vida como
viene, a aceptar los hechos sin exigencia y sin prisas. Compruebo a
cada paso que esa es la filosofía que aquí se respira, por eso parece
que se vuelve atrás en el tiempo. Aquí he desarrollado un profundo
respeto y admiración por nuestros vecinos lusos.
Por la mañana voy a estupendo mercado de abasto, con mariscos, flores y
unos tomates que saben a gloria, como el resto de las verduras (hasta
las zanahorias son más sabrosas), y las mujeres de los puestos me dan
recetas con una paciencia de santas, mientras me esfuerzo por
entenderlas, porque el portugués no es tan fácil como suponía. En la
raya todos pensamos que sabemos este idioma, sin darnos cuenta de que
en Elvás ¡siempre nos han hablado en español!!. Del resto de la comida,
ni les cuento: los dulces, los pescados, las sopas…Además, hay puestos
de frutos secos y grupos de folklore que cantan entre los puestos.
También maravillas para visitar como el palacio de Busaco (con un
jardín de cuento), el impresionante monasterio de Batalha o el
sorprendente “Portugal dos Pequeninos”. Y en la playa, los “chapeus”,
sombrillas de rayas con un toldo alrededor para protegernos del
viento. Solo con verlo, te olvidas de las crisis, estatutos,
auditorías, bancos y bancas, y el resto de ese engranaje que nos tiene
locos.
Los portugueses van siempre tranquilos, excepto cuando se montan en un
coche, momento en que les entran unas prisas dignas de estudio. Por
esas carreteras te adelantan auténticos kamikazes, que corren como
locos para llegar cuanto antes a su destino….y relajarse como sólo
ellos saben hacerlo. Curiosidades de la vida.
Portugal es un buen sitio para descansar. Aquí hay que venir sin
prisas, dejándose llevar, porque es imposible estresar a nuestros
vecinos, nos pongamos como nos pongamos. A mí me han contagiado y
quería compartirlo con ustedes. Esta es una buena manera de
recomponer la salud y el espíritu. La pena de abrir el paréntesis de
las vacaciones, es que llega un momento en que tienes que cerrarlos.
Hasta el próximo verano.
Cuando acaba el curso escolar y el termómetro empieza a subir,
todos estamos deseando hacer un paréntesis en nuestra vida
cotidiana. Ese punto y aparte lo hago cada año al norte de nuestro
país vecino, cerca de Coimbra. Aquí estoy ahora, escribiendo este
artículo, mirando como el sol se pone en medio del mar, justo cuando
aquí anochece y empieza a amanecer en América. Es verdad que el agua es
fría, pero el ambiente es cálido y acogedor, pues los portugueses
conservan una cortesía y una dulzura que en buena parte de España se ha
perdido hace tiempo. Me acaba de contar una amiga, que tiene dos hijos
de padre portugués, que ellos le han enseñado a tomarse la vida como
viene, a aceptar los hechos sin exigencia y sin prisas. Compruebo a
cada paso que esa es la filosofía que aquí se respira, por eso parece
que se vuelve atrás en el tiempo. Aquí he desarrollado un profundo
respeto y admiración por nuestros vecinos lusos.
Por la mañana voy a estupendo mercado de abasto, con mariscos, flores y
unos tomates que saben a gloria, como el resto de las verduras (hasta
las zanahorias son más sabrosas), y las mujeres de los puestos me dan
recetas con una paciencia de santas, mientras me esfuerzo por
entenderlas, porque el portugués no es tan fácil como suponía. En la
raya todos pensamos que sabemos este idioma, sin darnos cuenta de que
en Elvás ¡siempre nos han hablado en español!!. Del resto de la comida,
ni les cuento: los dulces, los pescados, las sopas…Además, hay puestos
de frutos secos y grupos de folklore que cantan entre los puestos.
También maravillas para visitar como el palacio de Busaco (con un
jardín de cuento), el impresionante monasterio de Batalha o el
sorprendente “Portugal dos Pequeninos”. Y en la playa, los “chapeus”,
sombrillas de rayas con un toldo alrededor para protegernos del
viento. Solo con verlo, te olvidas de las crisis, estatutos,
auditorías, bancos y bancas, y el resto de ese engranaje que nos tiene
locos.
Los portugueses van siempre tranquilos, excepto cuando se montan en un
coche, momento en que les entran unas prisas dignas de estudio. Por
esas carreteras te adelantan auténticos kamikazes, que corren como
locos para llegar cuanto antes a su destino….y relajarse como sólo
ellos saben hacerlo. Curiosidades de la vida.
Portugal es un buen sitio para descansar. Aquí hay que venir sin
prisas, dejándose llevar, porque es imposible estresar a nuestros
vecinos, nos pongamos como nos pongamos. A mí me han contagiado y
quería compartirlo con ustedes. Esta es una buena manera de
recomponer la salud y el espíritu. La pena de abrir el paréntesis de
las vacaciones, es que llega un momento en que tienes que cerrarlos.
Hasta el próximo verano.




















