Hola, Emi. Hola, Paqui
De pronto vino la luz. Llegó la
luz. Una luz ancha, abierta y honda que estrena este mayo de paleta y lienzo.
Este mayo que desangra rojas amapolas. Este mayo que cosecha asombros ante la
memoria que labra y cincelan estos días, este tiempo.
El grupo de teatro
Calandria representando “Olvida los tambores”, dirigido por las hermanas Ana y
Laly González Castell. Las excursiones que organizaba Francisco Antolín al monasterio de
Guadalupe. Cocer
los garbanzos en agua llovida. La escuela de Eulalia Núñez, hermana de Eduardo, Iluminado y Dolores.
La maestra doña Pepita, que daba clases en las escuelas de Jesús, que estaban
entonces junto a la ermita. Las partidas de ajedrez en el casino. Juan Tirado,
que fue dependiente del comercio “La Marquesina” y luego abrió el estanco de la
Avenida. Doña Julia Martín, que sustituyó a don Pedro Fuentes en la dirección
del colegio Padre Manjón. Mariano Coto Rodríguez, hermano de
Morenito de Montijo, que fue conserje en la Escuela Taller de Artes y Oficios. El velatorio en la
casa del difunto. Las mandaderas del convento de las monjas. Las llamadas bodas de
penalti.
La expresión “No
hay más chinches que la manta llena”. Los jugadores Tamayo, Bejarano, Luján,
Acevedo, Romero, Pedrín, Toni Tienza, Carretero, Caro, Ángel y Vicente, que
ascendieron, entre otros, de categoría a la U.D. Montijo en la temporada
1974-75. El edificio San Antonio, construido por Bartolomé Conejo López. Francisco Piñero Vaca, que
hacía bastones, jaulas, morteros,
machas, chozos y cuencos de madera. El humorista Miguel Gila, que vino a actuar
en la Feria y no pudo hacerlo porque era incapaz de concentrarse por el ruido
de los cacharritos y la tómbola. Los discos dedicados en la radio: “Para José, que
le ha tocado a África, con todo el cariño de quién él sabe”. La
pasión que siempre le puso Isidoro Gómez para que estuviera bien el césped del
campo fútbol de la U.D. Montijo. Felisa Macarro y sus paseos a diario a
Barbaño. ¡Case su ropa con Persil!
El jamón alunao y los trocitos de bacalao que
ponía Juan Bautista en el bar el Despiste, que estaba en la calle Acinco. Las
cuentas del rosario hechas con pipas de algarrobo. Los albañiles
dando de llana.
“Si te toca te joes/que te tienes que ir/que tu madre no tiene/para librarte a
ti”. Los reclutas diciendo: “yo soy de la quinta del setenta y cuatro”. Cuando
en el Ayuntamiento declaraban a los quintos: “útil para toda clase de
servicio”. La escuela que tuvo don
José Zambrano, el párroco, en la plaza de Santa Clara. Las pringás con tomate y
las tostás con refrito del bar de Aurelio Mejías. El sereno Eugenio
García Fernández, aunque en su época ya se les decía vigilantes nocturnos. Recordamos, dentro
del ajuar del novio, el “cuarto de soltero”, formado por la mesilla, la cama y el
ropero. Los saetines que utilizaban los zapateros. Cuando
se daban los pésames en la puerta de la iglesia y sólo se ponían los dolientes
que eran hombres.
El hule de la camilla enrollado en una caña.
Emilio Moreira Borreguerro, el portugués, y
Paquito Soltero piropeándose cariñosamente: “Hola, Emi. Hola, Paqui”. Adolfo, conocido cariñosamente por
el Fiti, que era de Valdelacalzada, y fue uno de los primeros maquinistas que
tuvo el cine Palmera. Pedro González Corzo, ordenanza
del Sindicato y camarero en el Casino, que decía que en Montijo tan sólo había
dos personas elegantes: él y el veterinario don Jacinto Sánchez. La
visita que hizo a Montijo el obispo don Manuel Fernández Conde. Los maestros
Tomás Pérez, Antonio Acevedo y Luis Buenavista Carrasco, en el colegio de las
Eras. El cachino turrón de
almendra, la fruta escarchada, las almendras blancas y las garrapiñás que
comprábamos en la Feria. La
agencia de viajes “Ven y mira”, de Antonio Sánchez Ramírez, el granaíno, que
tenía por protectora a la Virgen María en la visitación a su prima Santa
Isabel.
Las escuelas de noche. El paragüerooooo, que se va el paragüeroooooooooo.
De pronto vino la luz. Llegó la luz. Una luz ancha, abierta y honda que estrena este mayo de paleta y lienzo. Este mayo que desangra rojas amapolas. Este mayo que cosecha asombros ante la memoria que labra y cincelan estos días, este tiempo.
El grupo de teatro Calandria representando “Olvida los tambores”, dirigido por las hermanas Ana y Laly González Castell. Las excursiones que organizaba Francisco Antolín al monasterio de Guadalupe. Cocer los garbanzos en agua llovida. La escuela de Eulalia Núñez, hermana de Eduardo, Iluminado y Dolores. La maestra doña Pepita, que daba clases en las escuelas de Jesús, que estaban entonces junto a la ermita. Las partidas de ajedrez en el casino. Juan Tirado, que fue dependiente del comercio “La Marquesina” y luego abrió el estanco de la Avenida. Doña Julia Martín, que sustituyó a don Pedro Fuentes en la dirección del colegio Padre Manjón. Mariano Coto Rodríguez, hermano de Morenito de Montijo, que fue conserje en la Escuela Taller de Artes y Oficios. El velatorio en la casa del difunto. Las mandaderas del convento de las monjas. Las llamadas bodas de penalti.
La expresión “No hay más chinches que la manta llena”. Los jugadores Tamayo, Bejarano, Luján, Acevedo, Romero, Pedrín, Toni Tienza, Carretero, Caro, Ángel y Vicente, que ascendieron, entre otros, de categoría a la U.D. Montijo en la temporada 1974-75. El edificio San Antonio, construido por Bartolomé Conejo López. Francisco Piñero Vaca, que hacía bastones, jaulas, morteros, machas, chozos y cuencos de madera. El humorista Miguel Gila, que vino a actuar en la Feria y no pudo hacerlo porque era incapaz de concentrarse por el ruido de los cacharritos y la tómbola. Los discos dedicados en la radio: “Para José, que le ha tocado a África, con todo el cariño de quién él sabe”. La pasión que siempre le puso Isidoro Gómez para que estuviera bien el césped del campo fútbol de la U.D. Montijo. Felisa Macarro y sus paseos a diario a Barbaño. ¡Case su ropa con Persil!
El jamón alunao y los trocitos de bacalao que ponía Juan Bautista en el bar el Despiste, que estaba en la calle Acinco. Las cuentas del rosario hechas con pipas de algarrobo. Los albañiles dando de llana. “Si te toca te joes/que te tienes que ir/que tu madre no tiene/para librarte a ti”. Los reclutas diciendo: “yo soy de la quinta del setenta y cuatro”. Cuando en el Ayuntamiento declaraban a los quintos: “útil para toda clase de servicio”. La escuela que tuvo don José Zambrano, el párroco, en la plaza de Santa Clara. Las pringás con tomate y las tostás con refrito del bar de Aurelio Mejías. El sereno Eugenio García Fernández, aunque en su época ya se les decía vigilantes nocturnos. Recordamos, dentro del ajuar del novio, el “cuarto de soltero”, formado por la mesilla, la cama y el ropero. Los saetines que utilizaban los zapateros. Cuando se daban los pésames en la puerta de la iglesia y sólo se ponían los dolientes que eran hombres. El hule de la camilla enrollado en una caña.
Emilio Moreira Borreguerro, el portugués, y Paquito Soltero piropeándose cariñosamente: “Hola, Emi. Hola, Paqui”. Adolfo, conocido cariñosamente por el Fiti, que era de Valdelacalzada, y fue uno de los primeros maquinistas que tuvo el cine Palmera. Pedro González Corzo, ordenanza del Sindicato y camarero en el Casino, que decía que en Montijo tan sólo había dos personas elegantes: él y el veterinario don Jacinto Sánchez. La visita que hizo a Montijo el obispo don Manuel Fernández Conde. Los maestros Tomás Pérez, Antonio Acevedo y Luis Buenavista Carrasco, en el colegio de las Eras. El cachino turrón de almendra, la fruta escarchada, las almendras blancas y las garrapiñás que comprábamos en la Feria. La agencia de viajes “Ven y mira”, de Antonio Sánchez Ramírez, el granaíno, que tenía por protectora a la Virgen María en la visitación a su prima Santa Isabel. Las escuelas de noche. El paragüerooooo, que se va el paragüeroooooooooo.