A propósito de las cargas policiales del 22 M · Ángel Vázquez Hernández · Mérida
Me temo que, finalmente, se ha traspasado la línea roja mas allá de la cual no hay retorno. El 22 de marzo, en Madrid, la policía cargó contra los ciudadanos en unas circunstancias mas que dudosas. A partir de entonces la ciudadanía ha quedado dividida en dos bloques: los que creen la versión oficial (que un puñado de radicales ultraviolentos puso en apuros un operativo de 1700 policías) y los que creen la versión de los manifestantes (que la policía cargó contra ellos injustificadamente). En un país democrático habría que creer a la policía pero, seamos serios, el hecho de que en la televisión solo se muestren los vídeos que favorecen a la policía (y no el vídeo de la carga en la plaza mientras el coro cantaba el "Canto a la libertad", por ejemplo) y el hecho de que se hayan presentado como pruebas de las presuntas agresiones fotografías de armas incautadas días (e incluso meses) antes del 22 M hace difícil creer en el resto de sus argumentos. No hablemos ya de que, en los días previos, los medios no hablaban de las marchas salvo para "advertir" que se esperaban actos de violencia y que, tras la marcha, casi toda la información en los telediarios ha ido encaminada a hablar de la violencia final, y no de las propias marchas.
Otro elemento que resta credibilidad a la policía es que, a partir de las fotografías y vídeos, no es posible relacionar a ningún colectivo concreto con los encapuchados que aparecen en las imágenes. Solo hay una excepción, y es la propia policía: llama poderosamente la atención ver como algunos encapuchados ayudan a los antidisturbios a inmovilizar y esposar a al gún detenido ¿Son esos encapuchados policías infiltrados o es que la policía se ha buscado colaboradores entre los radicales ultraviolentos? ¿Cuantos de los encapuchados, en realidad, eran policías? ¿En qué grado participaron en los disturbios? Todas estas incógnitas arrojan demasiadas dudas sobre la actuación de la policía y, en consecuencia, a quedado minada la poca confianza que a muchos nos quedaba en los cuerpos de seguridad del estado. Me temo que el daño causado tarde mucho en ser reparado
Me temo que, finalmente, se ha traspasado la línea roja mas allá de la cual no hay retorno. El 22 de marzo, en Madrid, la policía cargó contra los ciudadanos en unas circunstancias mas que dudosas. A partir de entonces la ciudadanía ha quedado dividida en dos bloques: los que creen la versión oficial (que un puñado de radicales ultraviolentos puso en apuros un operativo de 1700 policías) y los que creen la versión de los manifestantes (que la policía cargó contra ellos injustificadamente). En un país democrático habría que creer a la policía pero, seamos serios, el hecho de que en la televisión solo se muestren los vídeos que favorecen a la policía (y no el vídeo de la carga en la plaza mientras el coro cantaba el "Canto a la libertad", por ejemplo) y el hecho de que se hayan presentado como pruebas de las presuntas agresiones fotografías de armas incautadas días (e incluso meses) antes del 22 M hace difícil creer en el resto de sus argumentos. No hablemos ya de que, en los días previos, los medios no hablaban de las marchas salvo para "advertir" que se esperaban actos de violencia y que, tras la marcha, casi toda la información en los telediarios ha ido encaminada a hablar de la violencia final, y no de las propias marchas.
Otro elemento que resta credibilidad a la policía es que, a partir de las fotografías y vídeos, no es posible relacionar a ningún colectivo concreto con los encapuchados que aparecen en las imágenes. Solo hay una excepción, y es la propia policía: llama poderosamente la atención ver como algunos encapuchados ayudan a los antidisturbios a inmovilizar y esposar a al gún detenido ¿Son esos encapuchados policías infiltrados o es que la policía se ha buscado colaboradores entre los radicales ultraviolentos? ¿Cuantos de los encapuchados, en realidad, eran policías? ¿En qué grado participaron en los disturbios? Todas estas incógnitas arrojan demasiadas dudas sobre la actuación de la policía y, en consecuencia, a quedado minada la poca confianza que a muchos nos quedaba en los cuerpos de seguridad del estado. Me temo que el daño causado tarde mucho en ser reparado