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Manuel García Cienfuegos
Sábado, 02 de Febrero de 2013

San Gregorio le dijo a la Centinela

Considero acertadísima esta reflexión hecha por el escritor Gabriel García Márquez, “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla”.

Los médicos Teodomiro Cayetano y Manuel Zúñiga, éste último visitando a los enfermos en coche de caballos. Andrés Calleja vendiendo por las calles botas y zapatos. José Aunión Arias, José Maya, Pedro López Lechón, José Germán Moreno, Manuel Gutiérrez Veliz y Tomasa Fernández Ramos, vendedores de cupones de la Once. Nicanor Fernández Navarro llevando las maletas de los viajantes a los comercios y subiendo y bajando las de los viajeros de la guagua que venía e iba a la estación de ferrocarril. Castañón, árbitro de fútbol, que venía a pitar los partidos de fútbol a Montijo y cuando un jugador se quedaba tendido sobre el césped, ante la entrada de un contrario, le decía “Levántese, que el fútbol es cosa de hombres”. La Gregoria, que vendía café de estraperlo en la calle Piñuela.

La fragua de los hermanos del Viejo, Francisco, José, Gabriel y Paco. “Se ha muerto Pedrito Alonso, Pedrito Alonso se ha muerto, se ha muerto Pedrito Alonso, el hombre mejor del pueblo y lo lleva una carroza con cuatro caballos negros. Consultan al doctor Melón de esta repentina muerte y ellos dicen que no bebe más que vino Rinconete del morapio de Angelita”. Las películas de Flipper y Fantomas en el cine Emperatriz. Los componentes de la Peña el Puro en el bar Bético de amigo Carlín, al que él, cariñosamente, le llamaba a algunos Los Majaras. El maestro de obras Luis López. Las moreras que había detrás del cuartel de la Guardia Civil, cuando éste estaba en la carretera de la estación, hoy campo de fútbol de tierra. La peluquería de Morenito de Montijo, en la Puerta del Sol.

La bolsa de agua calentando la cama. Un canterón de pan con aceite y azúcar para la merendilla. Los camareros con la tiza en la oreja. Calzados Guzmán, que estuvo antes que Calzados Pérez. Una simultánea de ajedrez de Arturito Pomar en el casino. Los carteros Domingo, Diego y Pepe. Mañana es domingo, se casa Respingo, con una mujer que no tiene tetas ni sabe coser. Las niñas jugando a la comba. Los niños jugando a entera, la billarda y los pelotazos. Los baños albedriao. Los veladores redondos, hechos de hierro, del bar España. Bonifacio el barbero, que un día, en un momento de dificultad, se encontró un cartel en la puerta de la barbería con esta leyenda, “Cerrado por falta de pago”. Bonifacio, al día siguiente, colocó otro que decía “Abierto por necesidad”. Los andurriales.

Cuando te daban un coscorrón sobre la cabeza y luego se olían los dedos y te decían “Has comido patatas con bacalao”. San Gregorio le dijo a La Centinela, échate p’allá, moza soltera. Las tiras de cartón de los mixtos estallones. Eleuterio Sánchez Espinosa y Pepe Rosales Funes en la oficina de Unión Explosivos Río Tinto, que estaba en la plaza de los Piñero. La iguala con los médicos. El comercio de Manolo Piquito, en la Avenida Emperatriz. El taco de calendario del Corazón de Jesús. Maxi y Martín Alvarado, que eran carrucheros y vivían en la calle Arriba. Los burros con las aguaeras. Hilo morao tráemelo atao por una oreja de medio lao. Carretero repartiendo el pan de Coto. Los bancos del cine Emperatriz de verano en la iglesia de San Gregorio. Los relojes de los camareros, colocados mientras trabajan en el cuello de las botellas de la estantería. Sentarse sobre un baño de agua fría, que había estado al resencio de la noche, para aliviar el dolor de las almorranas. Cuando el silencio del estudio de la Academia de Tomás Rodas se veía alterado por la pregunta ¿quién se ha peído? Las clases de contabilidad de Luis Caldito en las Escuelas de Artes y Oficios. Antoñito el granaíno, primer hermano mayor de la cofradía conocida como la de los amapolos. La lámpara grande de cristal que colgaba de la bóveda de la iglesia de San Pedro. Las huchas del Domund, con chinitos, negritos e indios pieles rojas.

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