Del tsunami y los viajes en el tiempo
En el momento de escribir estas líneas, LO IMPOSIBLE, de J. A. Bayona,
lleva recaudada en España la escalofriante cifra de 19,5 millones de euros en
tan sólo once días en las carteleras. Hay que aclarar que esa cifra sólo es
alcanzada por grandes superproducciones de Hollywood y que incluso las ha
superado, convirtiéndose la cinta en la que más dinero ha recaudado en España
en un único fin de semana (8,98 millones de euros en tres días). Esto supone
que, en once días, 2,7 millones de espectadores han pasado por la taquilla para
ver la película, que es algo así como el doble de personas que van al cine
habitualmente cada semana. Son cifras mareantes para una película que también
provoca mareos en las propias salas. O eso dicen: se repiten constantemente
noticias relacionadas con desmayos y vómitos durante la proyección. Es difícil
saber dónde termina la verdad y dónde comienza el simple aparato publicitario,
pero en cualquier caso hay que aplaudir la jugada de su productora, Mediaset,
que mediante el bombardeo de anuncios ha conseguido arrastrar a las masas al
cine de una manera nunca vista, convirtiendo LO IMPOSIBLE en una cita
ineludible para los que no quieran sentirse excluidos de la mayoría. Me alegra
que un largometraje español consiga tanta repercusión pero, me hace plantearme:
¿Qué ocurre el resto del año? ¿Por qué muchos sólo van al cine cuando una
campaña publicitaria masiva y más persistente de lo habitual les convence de
que deben ir a toda costa? ¿Por qué los espectadores se dejan manipular tan
fácilmente? ¡Un poco de iniciativa, por favor! No digo que haya que rebelarse
contra todo lo que tenga éxito, pero no vendría mal algo de criterio
propio... Que luego pasa lo que pasa, ven un tráiler en el que aparecen
pistolas y elementos futuristas y ya piensan que va a ver una película de
acción trepidante. Es lo que ha pasado con LOOPER, una maravilla dirigida por
Rian Johnson que ha sido vendida como cinta de acción y que, en realidad,
esconde una de las historias de ciencia-ficción más complejas y emocionantes de
los últimos años. Cuando se encendieron las luces de la sala donde la vi sólo
escuchaba comentarios negativos en plan “Menos mal que se ha acabado”, “Qué
pena de dinero” o incluso “Vaya mierda de película”. Llego a la conclusión de
que la gente no se informa, que sólo se deja llevar por lo que le meten por los
ojos en los descansos de sus programas favoritos de la tele o incluso los
informativos, especialmente los de Cuatro y Tele5 (y no por casualidad: ambos
son propiedad de Mediaset), que muestran a la gente llorando a la salida de LO
IMPOSIBLE. También deduzco de todo esto que los espectadores prefieren sufrir
antes que pensar. Y todo eso me pone triste.
En el momento de escribir estas líneas, LO IMPOSIBLE, de J. A. Bayona, lleva recaudada en España la escalofriante cifra de 19,5 millones de euros en tan sólo once días en las carteleras. Hay que aclarar que esa cifra sólo es alcanzada por grandes superproducciones de Hollywood y que incluso las ha superado, convirtiéndose la cinta en la que más dinero ha recaudado en España en un único fin de semana (8,98 millones de euros en tres días). Esto supone que, en once días, 2,7 millones de espectadores han pasado por la taquilla para ver la película, que es algo así como el doble de personas que van al cine habitualmente cada semana. Son cifras mareantes para una película que también provoca mareos en las propias salas. O eso dicen: se repiten constantemente noticias relacionadas con desmayos y vómitos durante la proyección. Es difícil saber dónde termina la verdad y dónde comienza el simple aparato publicitario, pero en cualquier caso hay que aplaudir la jugada de su productora, Mediaset, que mediante el bombardeo de anuncios ha conseguido arrastrar a las masas al cine de una manera nunca vista, convirtiendo LO IMPOSIBLE en una cita ineludible para los que no quieran sentirse excluidos de la mayoría. Me alegra que un largometraje español consiga tanta repercusión pero, me hace plantearme: ¿Qué ocurre el resto del año? ¿Por qué muchos sólo van al cine cuando una campaña publicitaria masiva y más persistente de lo habitual les convence de que deben ir a toda costa? ¿Por qué los espectadores se dejan manipular tan fácilmente? ¡Un poco de iniciativa, por favor! No digo que haya que rebelarse contra todo lo que tenga éxito, pero no vendría mal algo de criterio propio... Que luego pasa lo que pasa, ven un tráiler en el que aparecen pistolas y elementos futuristas y ya piensan que va a ver una película de acción trepidante. Es lo que ha pasado con LOOPER, una maravilla dirigida por Rian Johnson que ha sido vendida como cinta de acción y que, en realidad, esconde una de las historias de ciencia-ficción más complejas y emocionantes de los últimos años. Cuando se encendieron las luces de la sala donde la vi sólo escuchaba comentarios negativos en plan “Menos mal que se ha acabado”, “Qué pena de dinero” o incluso “Vaya mierda de película”. Llego a la conclusión de que la gente no se informa, que sólo se deja llevar por lo que le meten por los ojos en los descansos de sus programas favoritos de la tele o incluso los informativos, especialmente los de Cuatro y Tele5 (y no por casualidad: ambos son propiedad de Mediaset), que muestran a la gente llorando a la salida de LO IMPOSIBLE. También deduzco de todo esto que los espectadores prefieren sufrir antes que pensar. Y todo eso me pone triste.




















