Hacienda y el “puti-club”
Ahora que Hacienda nos persigue a todos con impuestos, multas y sanciones, en lo que parece un auténtico frenesí recaudatorio, creo que el negocio más seguro es montar un club de alterne. Esos, por alguna extraña (y oscura) razón, están exentos de todo: de impuestos, de inspecciones de trabajo, de programas de prevención de riesgos, de normas sanitarias, de controles policiales, de todo tipo de burocracia… porque ¡no existen! Aunque veamos las luces de neón, los nombres alusivos y los anuncios publicitarios, a efectos legales, repito, no existen. Eso sí, los proxenetas mueven millones de euros de beneficio, saltándose todo tipo de delitos como trata de blancas, explotación de personas y blanqueo de capital. El negocio es redondo y por eso, en plena crisis, no hacen más que proliferar. Debe ser por esto que en Cádiz, donde se ríen hasta de su sombra, hay un club que se llama La Hacienda.
Estarán de acuerdo conmigo en que hay algo muy, muy, muy oscuro en este tema. Recientemente, en una gran ciudad española, la dueña de un prostíbulo evitó una revisión alegando que tenía protección de un “alto cargo” del ayuntamiento, al que llamó durante la inspección pidiendo auxilio. Es decir, que debe estar pringado mucho personal de las altas esferas, sino no se entiende este tema. Para el ciudadano de a pié, parece que es más fácil llegar a un sitio que está señalado de forma ostentosa, con luces de neón, y empezar a hacer inspecciones, que machacar a pequeñas empresas a las que están acosando con tanta exigencia. Pues las autoridades dicen que no, que es difícil demostrar la actividad de los clubes porque están dados de alta como hoteles (¿?). Y nosotros nos tragamos la explicación, y a seguir echando cuentas para poder pagar impuestos. No tenemos remedio: seremos tontos hasta la muerte.
Curiosamente, haciendo una comparativa de trabajos típicamente femeninos, ahora se exige que las empleadas de trabajo doméstico se den de alta en la Seguridad Social, aunque trabajen dos horas semanales y, por supuesto, que den cuenta al fisco de lo que ganan. Es decir, que a efectos prácticos, es mejor echarse a la calle que a la fregona. Y que conste que no quiero banalizar con un tema tan serio como este. Solo quiero llamar la atención sobre la paradoja de las medidas que se toman. A grandes rasgos, parece que las soluciones a los problemas siempre se cargan en el mismo sitio: quitan la extra a los funcionarios y los senadores siguen con sueldos vitalicios; bajan las prestaciones del paro y tenemos “contratados” al mayor número de políticos de Europa; se plantea una subida de impuestos mucho mayor que el recorte del gasto, es decir, se exprime al sector privado y se mantiene todo el aparataje político y sindical. Y, por último, se persigue a las empleadas domésticas y se sigue haciendo la vista gorda en la absoluta ilegalidad de los clubes de alterne… Es decir, que los intereses de los peces gordos, sean de bolsillo o de bragueta, nos aplastan como una losa de mármol. Sin compasión.
Ahora que Hacienda nos persigue a todos con impuestos, multas y sanciones, en lo que parece un auténtico frenesí recaudatorio, creo que el negocio más seguro es montar un club de alterne. Esos, por alguna extraña (y oscura) razón, están exentos de todo: de impuestos, de inspecciones de trabajo, de programas de prevención de riesgos, de normas sanitarias, de controles policiales, de todo tipo de burocracia… porque ¡no existen! Aunque veamos las luces de neón, los nombres alusivos y los anuncios publicitarios, a efectos legales, repito, no existen. Eso sí, los proxenetas mueven millones de euros de beneficio, saltándose todo tipo de delitos como trata de blancas, explotación de personas y blanqueo de capital. El negocio es redondo y por eso, en plena crisis, no hacen más que proliferar. Debe ser por esto que en Cádiz, donde se ríen hasta de su sombra, hay un club que se llama La Hacienda.
Estarán de acuerdo conmigo en que hay algo muy, muy, muy oscuro en este tema. Recientemente, en una gran ciudad española, la dueña de un prostíbulo evitó una revisión alegando que tenía protección de un “alto cargo” del ayuntamiento, al que llamó durante la inspección pidiendo auxilio. Es decir, que debe estar pringado mucho personal de las altas esferas, sino no se entiende este tema. Para el ciudadano de a pié, parece que es más fácil llegar a un sitio que está señalado de forma ostentosa, con luces de neón, y empezar a hacer inspecciones, que machacar a pequeñas empresas a las que están acosando con tanta exigencia. Pues las autoridades dicen que no, que es difícil demostrar la actividad de los clubes porque están dados de alta como hoteles (¿?). Y nosotros nos tragamos la explicación, y a seguir echando cuentas para poder pagar impuestos. No tenemos remedio: seremos tontos hasta la muerte.
Curiosamente, haciendo una comparativa de trabajos típicamente femeninos, ahora se exige que las empleadas de trabajo doméstico se den de alta en la Seguridad Social, aunque trabajen dos horas semanales y, por supuesto, que den cuenta al fisco de lo que ganan. Es decir, que a efectos prácticos, es mejor echarse a la calle que a la fregona. Y que conste que no quiero banalizar con un tema tan serio como este. Solo quiero llamar la atención sobre la paradoja de las medidas que se toman. A grandes rasgos, parece que las soluciones a los problemas siempre se cargan en el mismo sitio: quitan la extra a los funcionarios y los senadores siguen con sueldos vitalicios; bajan las prestaciones del paro y tenemos “contratados” al mayor número de políticos de Europa; se plantea una subida de impuestos mucho mayor que el recorte del gasto, es decir, se exprime al sector privado y se mantiene todo el aparataje político y sindical. Y, por último, se persigue a las empleadas domésticas y se sigue haciendo la vista gorda en la absoluta ilegalidad de los clubes de alterne… Es decir, que los intereses de los peces gordos, sean de bolsillo o de bragueta, nos aplastan como una losa de mármol. Sin compasión.