Estrena o revienta
Tal y como está el patio, no me extraña que la gente le asuste ir al cine. Por un lado está lo del loco este de Denver que ha matado a doce personas en el estreno de la última de Batman. Por lo visto se ha desatado una fiebre de terror, ha aumentado la venta de armas y la gente que todavía va al cine se pone nerviosa cada vez que alguien se levanta de su butaca para ir al baño. Aquí, en España, no podemos entrar con un arma en un cine (en algunos casos, ni siquiera con una botella de agua o un bocadillo que llevemos de casa), pero también empieza a dar miedo ir a pagar una entrada. A partir del 1 de septiembre, gracias esa subida del IVA tan maja que nos han colocado, ir al cine nos costará de media un euro más caro, que quizá no es mucho para los que vayan una vez al año, pero sí para los que vamos casi todas las semanas.
Con esto de los recortes y las subidas en los precios, no es de extrañar que los exhibidores anden angustiados: si ya va poca gente a las salas, menos irá a partir de septiembre, con lo cual va a ser inevitable que muchas de ellas tengan que cerrar. Y, entre unas cosas y otras, el cine español corre también serio peligro, con la bajada de espectadores, de presupuestos y de pantallas.
Viendo este panorama, no es de extrañar que algunos estén buscando métodos alternativos para difundir sus historias. El ejemplo más notorio con el que nos hemos topado recientemente ha sido el de la chispeante “Carmina o revienta”, debut en la dirección del famoso Paco León. Su estreno simultáneo en salas de cine (pocas), DVD (baratos) y plataformas de contenidos audiovisuales on-line (accesibles y también baratos: yo vi la película en Filmin por 2 euros) ha sido una jugada maestra para una cinta de bajo presupuesto, escasas ambiciones y resultados más que óptimos, una miniatura que exuda naturalidad y frescura, pero que lo habría tenido difícil para conseguir espectadores compitiendo en igualdad de condiciones con otros productos más ambiciosos. Sin embargo, sumando los espectadores que ha amasado entre todos los formatos, se ha convertido en una de las cintas españolas más vistas de la temporada. Eso sí, tampoco debemos dejarnos engañar: si “Carmina o revienta” ha tenido tanto éxito (aunque sea a pequeña escala) ha sido gracias a la popularidad de su director, cuyo Luisma televisivo es conocido por todo el mundo, ya que no ha sido, ni mucho menos, el primero que ha seguido una estrategia similar. Se me ocurren por ejemplo los casos de “Diamond Flash”, una inabarcable alucinación de más de dos horas que todavía me da miedo ver, dirigida por Carlos Vermut, y “El último fin de semana”, thriller de suspense de Norberto Ramos del Val que se puede ver también en Filmin y que se vendió directamente en DVD al no poder optar a un estreno en multisalas.
Así que no todo está perdido: ante la crisis, los que tienen algo que contar todavía pueden adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías, y los que tenemos ganas de seguir viendo cine podemos explorar también otros caminos sin tener que recurrir a la piratería. Ahora sólo falta que todos nos acostumbremos a ello.
Tal y como está el patio, no me extraña que la gente le asuste ir al cine. Por un lado está lo del loco este de Denver que ha matado a doce personas en el estreno de la última de Batman. Por lo visto se ha desatado una fiebre de terror, ha aumentado la venta de armas y la gente que todavía va al cine se pone nerviosa cada vez que alguien se levanta de su butaca para ir al baño. Aquí, en España, no podemos entrar con un arma en un cine (en algunos casos, ni siquiera con una botella de agua o un bocadillo que llevemos de casa), pero también empieza a dar miedo ir a pagar una entrada. A partir del 1 de septiembre, gracias esa subida del IVA tan maja que nos han colocado, ir al cine nos costará de media un euro más caro, que quizá no es mucho para los que vayan una vez al año, pero sí para los que vamos casi todas las semanas.
Con esto de los recortes y las subidas en los precios, no es de extrañar que los exhibidores anden angustiados: si ya va poca gente a las salas, menos irá a partir de septiembre, con lo cual va a ser inevitable que muchas de ellas tengan que cerrar. Y, entre unas cosas y otras, el cine español corre también serio peligro, con la bajada de espectadores, de presupuestos y de pantallas.
Viendo este panorama, no es de extrañar que algunos estén buscando métodos alternativos para difundir sus historias. El ejemplo más notorio con el que nos hemos topado recientemente ha sido el de la chispeante “Carmina o revienta”, debut en la dirección del famoso Paco León. Su estreno simultáneo en salas de cine (pocas), DVD (baratos) y plataformas de contenidos audiovisuales on-line (accesibles y también baratos: yo vi la película en Filmin por 2 euros) ha sido una jugada maestra para una cinta de bajo presupuesto, escasas ambiciones y resultados más que óptimos, una miniatura que exuda naturalidad y frescura, pero que lo habría tenido difícil para conseguir espectadores compitiendo en igualdad de condiciones con otros productos más ambiciosos. Sin embargo, sumando los espectadores que ha amasado entre todos los formatos, se ha convertido en una de las cintas españolas más vistas de la temporada. Eso sí, tampoco debemos dejarnos engañar: si “Carmina o revienta” ha tenido tanto éxito (aunque sea a pequeña escala) ha sido gracias a la popularidad de su director, cuyo Luisma televisivo es conocido por todo el mundo, ya que no ha sido, ni mucho menos, el primero que ha seguido una estrategia similar. Se me ocurren por ejemplo los casos de “Diamond Flash”, una inabarcable alucinación de más de dos horas que todavía me da miedo ver, dirigida por Carlos Vermut, y “El último fin de semana”, thriller de suspense de Norberto Ramos del Val que se puede ver también en Filmin y que se vendió directamente en DVD al no poder optar a un estreno en multisalas.
Así que no todo está perdido: ante la crisis, los que tienen algo que contar todavía pueden adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas tecnologías, y los que tenemos ganas de seguir viendo cine podemos explorar también otros caminos sin tener que recurrir a la piratería. Ahora sólo falta que todos nos acostumbremos a ello.