Hablen más adispacio, señoras
No hace mucho, amablemente, un
lector me ha felicitado por rememorar el pasado en mis artículos, enviándome el
saludo de otros tiempos, “Yiu, ¿aónde?”. Citado queda.
Las maestras del colegio Virgen de
Barbaño, Casimira Delgado Moreno y Luisa López Calzada. Los cuadros de los
vestidores de la sastrería Menayo, pintados por Francisco Pedraja. El
ultramarino de Isidoro García, en la calle San Gregorio. El taller mecánico de
Luis Sánchez, en la calle de los Entierros. El teniente coronel Máximo Briones
Blanco al mando de las Colonias Penitenciarias Militarizadas. El tren de
cercanías conocido como El Camello. El equipo de fútbol C.D. Amistad. La piedra
zumbona. La huerta de Villalobos. Florián de todos los chuchos que está en
los cielos, el perro de mi amigo Casimiro Muñoz. Antonio Herrero Castillo, el
enterrador. Los palos apuntalados de la Feria.
El partido de fútbol que se jugó a
beneficio de Cáritas entre concejales y policías municipales, del que fue
masajista Juan Méndez, la
Juani. Rodrigo Sánchez tocando con el saxofón el pasodoble
Islas Canarias. La maestra Trinidad Borrego. Manolín de la Fuente organizando el Día
de la mujer del pescador. Los carritos hechos con un par de tablas y cuatro
rodamientos de cojinetes, donde uno se montaba y otro empujaba. La chacinería y
carnicería de Serafín Conde. Peguero, Brito, Sayago, Redondo y Taular. El
programa La Leonera
de Radio Montijo. La máquina registradora de Calzados Pérez. Los viajes que se
organizaban a Elvas para ver la película El último tango en Paris. La verea
colorá.
El Chato, el barbero, hincha del
Bilbao, que apagaba la luz por no verse los calzoncillos blancos. El
veterinario Antonio Rodas. El cafetín de
Juan Aunión, junto a la plaza de abastos. Los altramuces, la brea, el palo
dulce y los garbanzos tostados que se vendían en los puestos del paseo. Los
guardas rurales Pedro Polo y Manuel Sánchez del Viejo. ¡Me llaman el Morenito y
en Montijo nací yo y a la
Virgen de Barbaño la llevó en el corazón! La Academia Virgen de
Barbaño en la calle López de Ayala, de las profesoras María Arrobas y Adelaida
Rodríguez. Juan Cayetano Polo de Vargas, la araña negra, defendiendo la
portería de Construcciones Aguza. El grupo Vientos del Pueblo. Cuando sentías
la cánula penetrándote al ponerte una lavativa. El cartel en los bares “Prohibido terminantemente el cante”.
Otro cartel “Dios bendiga cada rincón de esta casa”. La calle Tapá.
Cuando nos examinábamos de ingreso
para el bachillerato en Badajoz, los niños en el Zurbarán y las niñas en el
Bárbara de Braganza. Manolo Cirión y Joaquina Arias dando clase de gimnasia en
el Instituto. La cucaña que se organizaba en la
Feria. La Adoración Nocturna en el convento
de San Antonio. La droguería de Pantaleón, en el Campo de la Iglesia. El pozo que había en
la calle de Arriba. El
programa de radio La Feria
en vivo en los soportales del Ayuntamiento. El comercio de telas de Máxima y
Petra Durán, en la calle Esteban Amaya. El sol de medianoche que convierte en
día la madrugada del 28 de agosto, y en noche cuando llega el alba. Las
costureras cosiendo por las casas.
La pelota de boxeo en forma de
pera en el techo de la ola de la Feria. José,
el gallego, el celador del Centro de Salud llamándole la atención a las
mujeres: “Hablen más adispacio, señoras, que todo el mundo tiene lavadora y don
Urbano no se entera”. La juncia que traía Márquez de Prado para la procesión
del Corpus. El uniforme de las chicas del colegio Santo Tomás de Aquino. El
maestro de obras Luis Pradillo Francés. El almacén de piensos de Santiago
Cabezas. El ultramarino de Isaac Marcos, en la calle de Arcos. Ginés, Antonio y
Aurelio en la farmacia Rodríguez. Hipólito y Teodora en la farmacia Palomino.
Juanito, Corcho y Tomás en la farmacia Pinilla. La zapatería de Manuel Cabezudo,
en la calle Badajoz. El agua del pozo de La Gargantilla. ¡Pencas,
cardillos y acelgas!
No hace mucho, amablemente, un lector me ha felicitado por rememorar el pasado en mis artículos, enviándome el saludo de otros tiempos, “Yiu, ¿aónde?”. Citado queda.
Las maestras del colegio Virgen de Barbaño, Casimira Delgado Moreno y Luisa López Calzada. Los cuadros de los vestidores de la sastrería Menayo, pintados por Francisco Pedraja. El ultramarino de Isidoro García, en la calle San Gregorio. El taller mecánico de Luis Sánchez, en la calle de los Entierros. El teniente coronel Máximo Briones Blanco al mando de las Colonias Penitenciarias Militarizadas. El tren de cercanías conocido como El Camello. El equipo de fútbol C.D. Amistad. La piedra zumbona. La huerta de Villalobos. Florián de todos los chuchos que está en los cielos, el perro de mi amigo Casimiro Muñoz. Antonio Herrero Castillo, el enterrador. Los palos apuntalados de la Feria.
El partido de fútbol que se jugó a beneficio de Cáritas entre concejales y policías municipales, del que fue masajista Juan Méndez, la Juani. Rodrigo Sánchez tocando con el saxofón el pasodoble Islas Canarias. La maestra Trinidad Borrego. Manolín de la Fuente organizando el Día de la mujer del pescador. Los carritos hechos con un par de tablas y cuatro rodamientos de cojinetes, donde uno se montaba y otro empujaba. La chacinería y carnicería de Serafín Conde. Peguero, Brito, Sayago, Redondo y Taular. El programa La Leonera de Radio Montijo. La máquina registradora de Calzados Pérez. Los viajes que se organizaban a Elvas para ver la película El último tango en Paris. La verea colorá.
El Chato, el barbero, hincha del Bilbao, que apagaba la luz por no verse los calzoncillos blancos. El veterinario Antonio Rodas. El cafetín de Juan Aunión, junto a la plaza de abastos. Los altramuces, la brea, el palo dulce y los garbanzos tostados que se vendían en los puestos del paseo. Los guardas rurales Pedro Polo y Manuel Sánchez del Viejo. ¡Me llaman el Morenito y en Montijo nací yo y a la Virgen de Barbaño la llevó en el corazón! La Academia Virgen de Barbaño en la calle López de Ayala, de las profesoras María Arrobas y Adelaida Rodríguez. Juan Cayetano Polo de Vargas, la araña negra, defendiendo la portería de Construcciones Aguza. El grupo Vientos del Pueblo. Cuando sentías la cánula penetrándote al ponerte una lavativa. El cartel en los bares “Prohibido terminantemente el cante”. Otro cartel “Dios bendiga cada rincón de esta casa”. La calle Tapá.
Cuando nos examinábamos de ingreso para el bachillerato en Badajoz, los niños en el Zurbarán y las niñas en el Bárbara de Braganza. Manolo Cirión y Joaquina Arias dando clase de gimnasia en el Instituto. La cucaña que se organizaba en la Feria. La Adoración Nocturna en el convento de San Antonio. La droguería de Pantaleón, en el Campo de la Iglesia. El pozo que había en la calle de Arriba. El programa de radio La Feria en vivo en los soportales del Ayuntamiento. El comercio de telas de Máxima y Petra Durán, en la calle Esteban Amaya. El sol de medianoche que convierte en día la madrugada del 28 de agosto, y en noche cuando llega el alba. Las costureras cosiendo por las casas.
La pelota de boxeo en forma de pera en el techo de la ola de la Feria. José, el gallego, el celador del Centro de Salud llamándole la atención a las mujeres: “Hablen más adispacio, señoras, que todo el mundo tiene lavadora y don Urbano no se entera”. La juncia que traía Márquez de Prado para la procesión del Corpus. El uniforme de las chicas del colegio Santo Tomás de Aquino. El maestro de obras Luis Pradillo Francés. El almacén de piensos de Santiago Cabezas. El ultramarino de Isaac Marcos, en la calle de Arcos. Ginés, Antonio y Aurelio en la farmacia Rodríguez. Hipólito y Teodora en la farmacia Palomino. Juanito, Corcho y Tomás en la farmacia Pinilla. La zapatería de Manuel Cabezudo, en la calle Badajoz. El agua del pozo de La Gargantilla. ¡Pencas, cardillos y acelgas!