La Caja de Ahorros
Guardo con el celo de quien tiene un tesoro algunos libros que pasaron de abuelo a padre y que este me dejó a mí. Los leí de pequeño ya que como no teníamos consolas, mucho tiempo libre lo empleaba en leer lo que caía en mis manos. Muchos libros que leí en ese tiempo correspondían a lo que hoy en día podríamos llamar Ciudadanía. Tenían una gran carga moral y habían pasado el filtro de la autoridad eclesiástica, estando aprobados por el Ministerio de Educación Nacional para que fueran usados en las escuelas de enseñanza primaria. Independientemente del tufo machista que emanan, me gustan los contenidos a los que hacen referencia ya que aparte del amor patrio, y el sometimiento de la mujer al marido (cosa fuera de tono hoy día), hay una serie de valores que sin haberse perdido del todo, han pasado a un segundo plano, de forma que ahora no forman parte de lo que se pueda entender como calidad de una persona. Me refiero al respeto a los mayores, la lealtad, la honradez, la solidaridad, la perseverancia… y otros que cada vez más es difícil de encontrar en las sociedades modernas en las que lo que triunfa es el pelotazo, el clientelismo, y el beneficio propio aun cuando vaya en perjuicio de los demás.
De todos los libros, hay uno, “Vida y Fortuna o arte de bien vivir” que tuve de libro de cabecera en la mesilla durante bastante tiempo y al que todavía releo algunas de las lecturas puesto que aunque escritas con la seriedad del momento en que se escribieron, vistos por el prisma del tiempo, son bastantes divertidos y explican en buena medida los problemas que han derivado de la absoluta dejadez de nuestros políticos que como digo su más alta preocupación ha consistido en buscar el beneficio propio olvidando las preocupaciones de los demás. Pues bien, una de las lecturas del libro se denomina La Caja de Ahorros y en ella hablan un maestro y un “campesino” (antiguamente se buscaba el consejo del maestro). El campesino le comenta al maestro por un dinero que tiene su hijo ahorrado (algo impensable e imposible hoy día) y le indica que tiene miedo de dar dinero al banquero ya que huyen con el dinero, o compran acciones que bajan hasta convertirse en papel mojado a lo que le contesta el maestro que si bien puede ocurrir eso con un banco, no ocurre lo mismo con la Caja de Ahorros ya que es una institución amparada por el Estado (de esto no hay duda visto lo visto) en la que los que la dirigen no se proponen hacer beneficios para sí mismos o para la Caja, sino para hacer fructificar o producir, sin riesgo alguno, las pequeñas economías. Continúa la lectura diciendo que la Caja de Ahorros está dirigida por funcionarios que conocen muy bien las cuestiones de dinero; los capitales allí depositados no pueden ser invertidos sino en operaciones perfectamente seguras; está absolutamente prohibido emplearlos en especulaciones, en negocios inciertos o peligrosos.
En 24 años, una suma colocada en la Caja de Ahorros se dobla por la capitalización de los intereses. Termina la lectura: “Los niños de la escuela oyeron esta instructiva conversación y la celebraron, aunque para ellos aquellas razones no eran nuevas. Se las habían oído muchas veces a su maestro. Ahora me explico él porqué de la presión a la que hoy día está sometida la educación. Está claro que los maestros solo cuentan “patrañas” y que el campesino mejor que reciba consejo del político.
Guardo con el celo de quien tiene un tesoro algunos libros que pasaron de abuelo a padre y que este me dejó a mí. Los leí de pequeño ya que como no teníamos consolas, mucho tiempo libre lo empleaba en leer lo que caía en mis manos. Muchos libros que leí en ese tiempo correspondían a lo que hoy en día podríamos llamar Ciudadanía. Tenían una gran carga moral y habían pasado el filtro de la autoridad eclesiástica, estando aprobados por el Ministerio de Educación Nacional para que fueran usados en las escuelas de enseñanza primaria. Independientemente del tufo machista que emanan, me gustan los contenidos a los que hacen referencia ya que aparte del amor patrio, y el sometimiento de la mujer al marido (cosa fuera de tono hoy día), hay una serie de valores que sin haberse perdido del todo, han pasado a un segundo plano, de forma que ahora no forman parte de lo que se pueda entender como calidad de una persona. Me refiero al respeto a los mayores, la lealtad, la honradez, la solidaridad, la perseverancia… y otros que cada vez más es difícil de encontrar en las sociedades modernas en las que lo que triunfa es el pelotazo, el clientelismo, y el beneficio propio aun cuando vaya en perjuicio de los demás.
De todos los libros, hay uno, “Vida y Fortuna o arte de bien vivir” que tuve de libro de cabecera en la mesilla durante bastante tiempo y al que todavía releo algunas de las lecturas puesto que aunque escritas con la seriedad del momento en que se escribieron, vistos por el prisma del tiempo, son bastantes divertidos y explican en buena medida los problemas que han derivado de la absoluta dejadez de nuestros políticos que como digo su más alta preocupación ha consistido en buscar el beneficio propio olvidando las preocupaciones de los demás. Pues bien, una de las lecturas del libro se denomina La Caja de Ahorros y en ella hablan un maestro y un “campesino” (antiguamente se buscaba el consejo del maestro). El campesino le comenta al maestro por un dinero que tiene su hijo ahorrado (algo impensable e imposible hoy día) y le indica que tiene miedo de dar dinero al banquero ya que huyen con el dinero, o compran acciones que bajan hasta convertirse en papel mojado a lo que le contesta el maestro que si bien puede ocurrir eso con un banco, no ocurre lo mismo con la Caja de Ahorros ya que es una institución amparada por el Estado (de esto no hay duda visto lo visto) en la que los que la dirigen no se proponen hacer beneficios para sí mismos o para la Caja, sino para hacer fructificar o producir, sin riesgo alguno, las pequeñas economías. Continúa la lectura diciendo que la Caja de Ahorros está dirigida por funcionarios que conocen muy bien las cuestiones de dinero; los capitales allí depositados no pueden ser invertidos sino en operaciones perfectamente seguras; está absolutamente prohibido emplearlos en especulaciones, en negocios inciertos o peligrosos.
En 24 años, una suma colocada en la Caja de Ahorros se dobla por la capitalización de los intereses. Termina la lectura: “Los niños de la escuela oyeron esta instructiva conversación y la celebraron, aunque para ellos aquellas razones no eran nuevas. Se las habían oído muchas veces a su maestro. Ahora me explico él porqué de la presión a la que hoy día está sometida la educación. Está claro que los maestros solo cuentan “patrañas” y que el campesino mejor que reciba consejo del político.