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Martes, 10 de Julio de 2012

The Incredible Melting Man

O lo que sería en nuestro idioma algo así como “El increíble hombre que se derrite”, título original de una repulsiva película que conocimos en España como VISCOSIDAD (William Sachs, 1977) y que a un servidor le fascinaba cuando era pequeño. ¿Que por qué me acuerdo ahora de esta cinta sobre el hombre gelatinoso? Pues porque, como no remita la ola de calor que estamos sufriendo en el momento de escribir estas líneas, algunos vamos a acabar así por la calle, derretidos como la cera y sobre la acera. Así o a hostias con cualquiera. Porque, como es bien sabido, el calor agota, sí, pero también violenta.

Y es que, como diría Perogrullo, el calor es muy malo. Y no es lo mismo pasarlo en la playa, con el mar cerca, una sombrilla que te proporcione sombra y un buen tinto de verano, que sufrirlo en el trabajo o mientras intentas dormir. Luego pasa lo que pasa: que te cabreas, empiezas a pensar cosas raras y quieres matar a tu vecino. Que se lo digan a David Berkowitz. Este tipo, nacido en Brooklyn en 1953, mató a seis personas en Nueva York entre julio de 1976 y agosto de 1977. El muchacho, también conocido como El Hijo de Sam (Son of Sam), decía que cometía esos crímenes animado por el perro de su vecino, que había sido poseído por un demonio y le daba órdenes. ¿Demasiado sol sobre su calva? Spike Lee filmó en 1999 una cinta que se acercaba a la figura de este psicópata, bajo el título de S.O.S. – SUMMER OF SAM (NADIE ESTÁ A SALVO DE SAM). Y, en ella, situaba a sus personajes bajo una insoportable ola de calor que hacía mella en sus estados de ánimo. Algo parecido a lo que ocurría en HAZ LO QUE DEBAS (DO THE RIGHT THING. Spike Lee, 1989), en la que el director ya inundaba a sus personajes en sudor, presentando los conflictos raciales que se producían en un barrio de Brooklyn entre afroamericanos, vietnamitas, hispanos e italianos, acrecentados por otro insoportable empacho de calor que los protagonistas sofocaban como podían.

Pero puede ser todavía peor: te puede pillar el bochorno en pleno atasco y fallarte el aire acondicionado del coche. Michael Douglas se quedaba atorado en mitad de una autopista de Los Ángeles en UN DÍA DE FURIA (FALLING DOWN. Joel Schumacher, 1992), bajo un clima asfixiante y un sol cegador. Su personaje era un tipo normal, como tú y como yo, que sólo quería volver a casa después de un mal día. Pero algo hacía masa en su cerebro y se transformaba en un tipo agresivo que pagaba sus frustraciones con cualquiera que se cruzara en su camino. Incluso utilizando un lanzacohetes. 

Así que, una recomendación: si la crisis no les ha dejado el bolsillo vacío y todavía son de los que piensan que la cultura hay que pagarla, dense una oportunidad y métanse en un cine cuando sea imposible permanecer en la calle. Quién sabe, quizá con un poco de suerte incluso terminen viendo una buena película... y lo más importante: dentro se está fresquito y, al menos durante unas dos horas aproximadamente, uno olvida (o casi) la que nos está cayendo encima. Y no, ahora no estoy hablando del calor.

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