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Julia Coco Castón | 147
Martes, 03 de Julio de 2012

Civismo · Julia Coco Castón · Montijo

El 28 de Junio se conmemoró el Día Mundial del Árbol con objeto de recordar y destacar la importancia que los árboles tienen en nuestra vida y de la cual cada ser humano ha de ser consciente.

Desde los escasos medios a mi alcance me propongo hacer un llamamiento a favor de la conservación de los árboles y de los recursos que estos  seres vivos nos otorgan generosamente para una mejor calidad de vida.

Pese a todo el empeño que unos pocos ponen en la proliferación  de zonas verdes en el entorno urbano, no faltan quienes se esfuerzan en destrozarlas. Pedimos parques que no sabemos conservar en buen estado para el disfrute de todos. Porque, llamándonos civilizados, nos comportamos peor que los animales. Y exigimos como derecho aquello que no se sostiene dentro de una convivencia civilizada.

El parque de la calle Virgen de Barbaño, como los demás de Montijo, está precioso. Cada tarde se llena de familias que con sus niños comparten juegos y risas en un entorno saludable. En el césped desarrollan libremente sus juegos sin el riesgo que comporta hacerlo compartiendo la calle con los vehículos en circulación. El parque está dotado de papeleras y contenedores en sus entradas que, generalmente, son utilizados por estos usuarios para dejar bolsas y otros residuos. Con un uso normal y adecuado tendríamos parque para toda la vida. Pero tal como está últimamente amaneciendo el parque cada mañana, algo  me dice que no será así.

Tengo entendido que “El Botellón” de fin de semana se ha circunscrito exclusivamente a la Avenida de la Estación para evitar que los empresarios del polígono industrial sigan soportando destrozos y porquerías. Pero no se dice nada de los continuos botellones diarios que se montan en las calles, con los estragos en mobiliario urbano, setos, árboles y lo que caiga. Amén de jugar el fútbol con los aspersores del riego o robarlos.

La nueva moda es montar “El Botellón” a diario en el parque Virgen de Barbaño, hasta la madrugada, sin dejar dormir a quienes han de levantarse para trabajar al día siguiente y dejando el parque como si Atila el huno hubiera pernoctado en él. Litronas, latas, garrafas de agua usadas para el calimocho, cajas de zumo y bolsas que no se molestan en depositar en las papeleras habilitadas, lo que no hacen los usuarios habituales del parque, siembran el césped y calles del parque cada mañana. Columpios con grafitis, farolas rotas, reloj del sistema de riego anulado privando del riego a las plantas durante días. Los bancos regados por la bebida y la basura… Y las meadas de los susodichos en árboles y el césped, que así huelen cuando le da el sol. El mismo césped donde al atardecer juegan niños pequeños.  Y lo que es peor, imperdonable: cada noche le toca a un árbol, fresno, pino, palmera o arbusto que amanecen con sus ramas tiradas por el suelo.

Mientras algunos nos preocupamos por sustituir los árboles enfermos por otros más compatibles con el riego que precisa el césped que tantos disfrutan, los salvajes se dedican a destrozar este pulmón que los vecinos intentamos mantener vivo. Y lo hacen a placer porque ninguna autoridad se preocupa de hacerles comportarse con el civismo que requiere vivir en comunidad. Y es que esperan a que así los obliguen. Porque no saben o no quieren. Son incapaces de gestionar su libertad. Se saben y se gustan ganado. Me asombra leer en los medios como se exige más control policial para actos cotidianos de convivencia:

Que haya que se sembrar de prohibiciones el pueblo y que la autoridad las haga cumplir porra en mano para que algunos de sus vecinos se comporten correctamente. Que dejen los perros a la manta para que hagan sus necesidades en la acera cuando los llevan a pasear, reflejando la misma indisciplina que (generalmente) sus dueñas. Que  quiten y tiren tales prohibiciones de los parques para poner a los perros a hacer esas necesidades en el césped.

Que se pongan los medios para evitar accidentes y sean los propios ciudadanos participantes en el acto los que los provoquen. Que se pida una cadena para impedir a los padres que llevan a sus hijos al colegio que atropellen a sus propios hijos al infringir las normas de circulación que tuvieron que aprobar para obtener el carné de conducir. Que se exija un policía en cada colegio para hacer respetar esas normas. Que se quiten cadena y vallas para infringirlas en cuanto el policía se da la vuelta. Que haya que poner vigilancia en la estación de autobuses para que no la destrocen, o quemen sus asientos, y los usuarios puedan protegerse del frío, el calor o la lluvia sin cerrarla. Que hayan tenido de hacer un sombrajo, donde te mojas si llueve y te hielas en invierno o te asas en verano, en el lugar en que estuvo el apeadero de RENFE porque no daban abasto a restaurarlo debido a que aquel se usaba para hacer pintadas, consumir droga y quemar colchones, sofás o carros del DÍA. Que se circule a toda velocidad por el acceso a ese apeadero para evitar los cepos que están para impedirlo en la calle paralela. Que pasen a toda velocidad por el resto de calles del pueblo cuando hay una limitación expresa y se quejen de que se les estropean los coches por dichos cepos. Que no les importe atropellar a cualquier niño, anciano o cualquier otra persona que cruce la calle y solo se quejen del pago de la multa (si tienen narices a pillarlos) o del desperfecto que causa en el coche su salvajismo. Que el resto de ciudadanos tengamos que soportar con nuestra economía el coste que produce arreglar los desperfectos que causan, la limpieza de sus mierdas y que personas más dignas que tal gentuza hayan de sufrir tales comportamientos y remediarlos….

Y que después se quejen de vivir en “un estado policial” el mismo ganado que no sabe vivir sin el látigo o sin la estaca del pastor castigándoles el lomo.

Algo habrá que hacer. Pero yo me niego a que la solución pase por que sean luego los ciudadanos ejemplares los que paguen el pato sufriendo en carne propia la represión. La igualdad para todos es la mayor tiranía. Control y represión para quienes la están pidiendo a gritos. Empleando el lenguaje que entiendan. Si no quieren otro. Pero esto es insostenible. Y lo peor es que con tanta tolerancia se está generalizando. Siempre son los mismos los que aguantan. Y siempre los mismos los que no atienden a razones.

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