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Julia Coco Castón | 144
Lunes, 25 de Junio de 2012

Reflexiones de verano · Julia Coco Castón · Montijo

Se acabó el curso escolar. Y, este año más temprano que nunca, ha comenzado ese peregrinar ritual que llamamos vacaciones. Que tantas veces, lejos de recuperar, agota. Pese a lo mucho que nos quejamos de la crisis. Hemos pasado del “España va bien” a “sáqueme usted de este agujero que quiero seguir viviendo a cuerpo de rey caiga quien caiga. Y con las prioridades que yo impongo”.

Estudiantes de todas las edades arrojan sus mochilas sin abrir para olvidarse de ellas hasta septiembre. Triste y sola se queda la escuela. Y los libros olvidados. Pero nada está perdido. Porque siempre nos queda el cine y la televisión que cubrirán con creces las horas vacías. La televisión ha hecho mucho por la cultura de este país al que muchos tienen miedo de nombrar España. Es nodriza, niñera, institutriz y homogeneizadora haciendo tabla rasa por lo más bajo.

Gracias a la TV los chavales han tornado en amor por la violencia, la transgresión y los vampiros todo el odio que profesan al Diccionario. Pero gracias a la TV saben el significado de “licántropo” y les encanta. El dogma “más vale una imagen que mil palabras” ha llevado a arrumbar lo escrito para dejarse convencer  por el tramposo ojo, embaucador y embustero y el oído adulador, que engullen pasivamente cuanto ella suministra y administra.

Se oye la queja de carencia de modelos a quienes seguir para enmendar errores. Y nada más falso. Ahí está la escuela de la vida, con horario continuo, que la TV se encarga de imponer, invadiendo impunemente los hogares sin despedida y cierre ni carta de ajuste. Donde maestras como Carmen Lomana, Isabel Gemio, Paquirrín o Buenafuente, amén de Mejide; expenden desarrollos curriculares como Gran Hermano, Operación Triunfo, Supervivientes y toda la telebasura al uso para cambiar la España de pandereta por la de sin escrúpulos. Somos líderes mundiales en telebasura, un mérito solo comparable al consumo que de ella se hace. “En España los niveles de lectura son muy bajos, el fracaso escolar es muy alto y el desprecio público por la cultura, colosal”, dice Javier Pérez de Albéniz.

 

Ni ordenadores ni ebook motivan a la lectura. Porque móviles, internet y toda la última gama de nuevas tecnologías solo se usan condicionadas por las cualidades, aptitudes y actitud intrínseca que cada cual posee, adquiere y cultiva. Y está claro que el SMS, Whatsapp, Chateo, Facebook o Tuenti no elevan ni la moral; ni soñar con que desarrollen e impulsen la cultura. Y entendámonos de una vez: si en ocasiones y autores “doctos” así lo han hecho correr, cultura se asimila a folklore, tradición, bailes y gastronomía, costumbres e idiosincrasia de una comunidad, para crearla y hacerla sobrevivir es imprescindible CONOCIMIENTO. Y eso no lo da todo lo arriba nombrado. De nada sirven todos los Programas y Planes de Fomento de la Lectura (exclusivamente circunscritos al entorno y contexto escolar) si LEER no se hace conscientemente orientado a aprender, superarse y crecer. De forma personalizada y adecuado a cada edad. Pero con esa base.

“Leer en familia” es un titular que queda muy bien en el Currículo. Viste mucho cuando se habla de ello en público. Pero la “simple” costumbre de leer un cuento a un niño antes de irse a dormir se ha abolido de la vida familiar. Perdiéndose así uno de los mejores momentos compartidos entre padres e hijos. Uno de los pocos en que todos están en casa y no encomendados a abuelos o cuidadores.

Hay campañas de “fomento” que matan. Lo de “Leer es divertido”. Hoy todo tiene la obligación de ser lúdico hasta el extremo de tomarlo todo a broma y de ahí a la falta de respeto. Laxo. Y tal relajación se generaliza a las normas, valores y convivencia. Delegado. Eludiendo con esa delegación la propia responsabilidad. La evasión. La diversión como meta. En lugar de inculcar el amor a la lectura, al aprendizaje, y que sea ese amor a lo que se hace lo que proporcione la felicidad y la plenitud, no el divertimento en sí.

Se prima la educación sobre el aprendizaje. Mientras el aprendizaje es individual, incumbe a uno mismo, es fruto del esfuerzo propio y exigente. Proporcional al empeño que en él se ponga. La educación está controlada y dirigida al adoctrinamiento colectivo y es más rentable para quienes la promulgan y dirigen. Eludiendo cuestionamientos de criterio.

Esta cultura del ocio desvirtuado de su esencia provoca frustración y fracaso. Cuya consecuencia es el abandono inmediato de la obligación diaria en cuanto cesa la presión.

La estampida vacacional es una huída de lo cotidiano, de lo obligado, lo que no se quiere. Y aquí se incluye el trabajo, la escuela, las normas y los libros. Entre los juguetes del verano no está la lectura. Porque nos engañaron. “Leer no es divertido. Leer es costoso. Requiere esfuerzo. A veces aburre. A veces humilla. Pero no hay ningún placer comparable a los instantes – fugaces – de Conocimiento saciado.”(Arcadi Espada)

El verano es sinónimo de derroche y superficialidades. Reñido con lo serio. A la vuelta en septiembre se volverá la rutina, a poner el grito en el cielo por el uniforme, el material escolar y los libros de texto…

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