Médico José Luis Rodríguez Caballero · Mayte Marco Macarro · Montijo
Ha
llovido mucho desde finales de los 70
en que llegó a Montijo una
persona que, con el paso del tiempo, llegaría a dejar huella en todos los que
le conocieron como amigo, pariente o profesional.
Me refiero al que posteriormente
llegó a ser mi cuñado, el Médico José Luis Rodríguez Caballero.
Quizá no sea yo la más indicada para
escribir estas líneas, pues mi opinión, lógica por otro lado, no será todo lo
imparcial que sería de desear, pero quiero que se sepa el homenaje póstumo de
que ha sido objeto.
Aun cuando hace ya muchos años que
se marchó de Montijo para ejercer como médico en Castilleja de la Cuesta
(Sevilla), hay mucha gente que aun le recuerda, como lo que era, un
profesional, pero sobre todo un amigo de sus pacientes a los que trataba como
si fueran sus hijos y con los que no tenía prisa alguna, en detrimento,
lógicamente, de su familia.
En todos estos años no se ha oído un
solo comentario peyorativo acerca de José Luis. Su carácter amable y desenfadado
le hacía el centro de muchas simpatías, pero, como suele ocurrir casi siempre,
los buenos se van, y eso pasó con José Luis, que hace ahora cuatro años, un cáncer le fue apagando poco a poco hasta que
se lo llevó con tan solo 54 años.
Pero lo mismo que dejó huella en
Montijo, fue más profunda la que dejó en Castilleja de la Cuesta, ciudad en la que estuvo ejerciendo la
medicina durante veinte años, con la misma simpatía y buen hacer que
en Montijo.
Esa huella, ha quedado ahora marcada
para siempre, porque el Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta, en
cumplimiento de un Acuerdo de su Corporación Municipal, el pasado 4 de Junio,
descubrió un rótulo con su nombre, en presencia de sus familiares y de las
autoridades municipales y representantes y compañeros del Centro de Salud donde
trabajaba, para designar una de las calles de esa ciudad, perpetuando de esta
manera, el recuerdo de una gran persona, que si era muy querido por su familia,
entre la que me incluyo como la primera, también lo era en la misma medida por
toda la gente que tuvo la suerte de ser paciente suya, y con la que nunca
escatimó, ni tiempo, ni cariño, ni amabilidad, ni ninguna de las cualidades que
le caracterizaban.
Te lo merecías, José Luis.
Mayte Marco Macarro
Ha llovido mucho desde finales de los 70 en que llegó a Montijo una persona que, con el paso del tiempo, llegaría a dejar huella en todos los que le conocieron como amigo, pariente o profesional.
Me refiero al que posteriormente llegó a ser mi cuñado, el Médico José Luis Rodríguez Caballero.
Quizá no sea yo la más indicada para escribir estas líneas, pues mi opinión, lógica por otro lado, no será todo lo imparcial que sería de desear, pero quiero que se sepa el homenaje póstumo de que ha sido objeto.
Aun cuando hace ya muchos años que se marchó de Montijo para ejercer como médico en Castilleja de la Cuesta (Sevilla), hay mucha gente que aun le recuerda, como lo que era, un profesional, pero sobre todo un amigo de sus pacientes a los que trataba como si fueran sus hijos y con los que no tenía prisa alguna, en detrimento, lógicamente, de su familia.
En todos estos años no se ha oído un solo comentario peyorativo acerca de José Luis. Su carácter amable y desenfadado le hacía el centro de muchas simpatías, pero, como suele ocurrir casi siempre, los buenos se van, y eso pasó con José Luis, que hace ahora cuatro años, un cáncer le fue apagando poco a poco hasta que se lo llevó con tan solo 54 años.
Pero lo mismo que dejó huella en Montijo, fue más profunda la que dejó en Castilleja de la Cuesta, ciudad en la que estuvo ejerciendo la medicina durante veinte años, con la misma simpatía y buen hacer que en Montijo.
Esa huella, ha quedado ahora marcada para siempre, porque el Ayuntamiento de Castilleja de la Cuesta, en cumplimiento de un Acuerdo de su Corporación Municipal, el pasado 4 de Junio, descubrió un rótulo con su nombre, en presencia de sus familiares y de las autoridades municipales y representantes y compañeros del Centro de Salud donde trabajaba, para designar una de las calles de esa ciudad, perpetuando de esta manera, el recuerdo de una gran persona, que si era muy querido por su familia, entre la que me incluyo como la primera, también lo era en la misma medida por toda la gente que tuvo la suerte de ser paciente suya, y con la que nunca escatimó, ni tiempo, ni cariño, ni amabilidad, ni ninguna de las cualidades que le caracterizaban.
Te lo merecías, José Luis.






















