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Juan Pablo Uceda | 314
Jueves, 26 de Abril de 2012

Gracias Montijo · Juan Pablo Uceda

Hay momentos que no pueden explicarse, ni siquiera, a veces, recordarse con total claridad, son esos momentos, segundos antes de que empiece la función...oscuro el escenario, oscura ya la sala, un silencio que sólo puede cortar el sonido, inconfundible, del telón que, lentamente, abre ante los ojos del público la puerta hacia el mundo irreal, pero sólido, de la escena.

Y en esos momentos, quisiéramos huir, salir corriendo hacia los camerinos, encerrarnos, escondernos como cuando de niño hacíamos una trastada y queríamos que todo el mundo se olvidara de tí...pero existe otra persona dentro de tu cabeza, de cada gesto, de cada movimiento, de cada compás, que te impulsa a irrumpir con fuerza en ese mundo de luces y silencios que es el escenario y adueñarte, poco a poco, de todas y cada una de las personas que están sentadas allí fuera...

Son esas extrañas contradicciones que se sienten fuertes y te oprimen las sienes y el corazón y nunca logras explicar con claridad...y que, nunca, además, puedes hacer que nadie te entienda.

Cuando logras vencer ese terror, esos segundos que te piden huir desesperadamente, todo es mucho más fácil y entonces comienza el fenómeno contrario; te gustaría que el tiempo se detuviera, que no acabara nunca la magia, que ese instante se llenara de luz y brillara en los ojos del público más que ningún otro momento de sus vidas, entonces eso llegaría a ser el instante eterno y sería maravilloso.

Pero la realidad es la realidad, y llega el momento de cerrar de nuevo el telón, y llegan los aplausos y el final, y cuando sales a saludar sientes una gran satisfacción, pero en el fondo también sientes un profundo vacío...que puedes ir llenando en la próxima función. Los claros-oscuros del escenario ya reinan en tu corazón, pero el brillo del trabajo bien hecho, luce radiante también en el.

Ese es el reto. La compañía de " Suspiros de copla y un bolero de amor" fabricó un mundo de magia en Montijo. Allá afuera de la sala la algarabía de los hinchas que habían presenciado un partido de fútbol, congratulándose del equipo ganador, pero la brújula de la torre de San Pedro, señalaba en sus cuatro puntos cardinales, la belleza que se recogía dentro del teatro, en una perfecta comunión entre todos los integrantes de la obra y el mismo público que nos abrazaba con su aplauso. ¡ Esa es la verdadera magia !

¡ Gracias Montijo !

Juan Pablo Uceda

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