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Jueves, 08 de Octubre de 2020 Actualizada Jueves, 08 de Octubre de 2020 a las 14:25:13 horas

Somos lo que hacemos y no al revés

Si os digo cosas del tipo “me da miedo hablar en público porque soy tímido”, “ Fulanito no para quieto porque es hiperactivo” o “mi pareja no mira por mí porque es un egoísta” ¿os suena conocido?
Es bastante frecuente escuchar a otros o a nosotros mismos decir cosas similares. Sin embargo, si nos paramos a analizarlo, estos enunciados se muestran erróneos: Juan no dice mentiras porque sea un mentiroso. Ello parece asumir que hay algo en Juan (un gen, un déficit de neurotransmisores o una deformación anatómica) que le hace ser así. Una especie de causa determinista por la que Juan no tiene más remedio que comportarse de ese modo.
Muy al contrario, Juan dice mentiras con mucha frecuencia y por ello, le llamamos mentiroso. No hay una causa previa al comportamiento de Juan que le induzca a ello (no miente porque sea un mentiroso), es el comportamiento quien sirve de causa a la etiqueta (como miente, le llamamos mentiroso).
Con esto no digo que no pueda haber ciertos facilitadores (de tipo biológico o ambiental) para que una persona se comporte de una forma u otra. Lo que digo es que no se puede ser mentiroso sin mentir y basta con mentir suficientemente para serlo. Es por ello, la conducta quien justifica la etiqueta.
Puede parecer que esto no es más que una matización del lenguaje, pero en muchas ocasiones, el lenguaje marca nuestra forma de pensar y acabamos limitados por él.
Si no reparamos en este tipo de detalles, podríamos pensar que siempre tendré miedo a hablar en público, porque soy tímido (independientemente de lo que haga y de mi experiencia futura), que nunca deberemos fiarnos de Juan o que Fulanito siempre será hiperactivo, aunque no se comportase como tal (será un hiperactivo asintomático o algo así).
El lenguaje parecía indicarnos que eso que nosotros veíamos en Fulanito o en Juan, no eran más que la punta del iceberg. Lo que asoma y es visible de una supuesta causa interna que permanecerá estable en el tiempo independientemente de cómo se siga comportando.
Por ello, creer que la conducta es consecuencia de la etiqueta, fomenta el inmovilismo. Deposita la responsabilidad de mis actos en algo ajeno a mí (el famoso “no puedo hacer nada porque soy así”). Siempre seré tímido, mi pareja siempre será un egoísta… ¿Por qué luchar contra ello si somos así?...Esto ya no son sólo matizaciones del lenguaje.
No es la primera vez que me muestro contrario a las etiquetas, pero si al menos las utilizamos como una forma resumida de referirnos al comportamiento de alguien y no como algo que defina su esencia, tendremos mucho ganado.

 

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