En la pandemia, nos tenemos que hacer portugueses
Es curioso como la pandemia nos está revelando muchas cosas sobre nuestra forma de ser y estar. En los últimos meses se oye insistentemente decir que los españoles somos unos irresponsables, porque aparecen focos de reuniones por todos lados, algo que claramente está yendo en nuestra contra y a favor del coronavirus. Si hay algo eficaz contra un virus es que las personas se mantengan lo más alejadas posibles. Pero creo que “irresponsable” no es la palabra más adecuada para definirnos. Me explico:
En Portugal, nuestros vecinos son justo lo contrario. Esa foto la hice en julio al norte del país, en Figueira da Foz, cuando estaban montando una terraza. Y me pareció simbólica, porque esas pequeñas mesas de dos allí van bien, pero aquí no tenemos ni para empezar, porque la gran pregunta que solemos hacer es “Oiga, ¿podemos juntar las mesas”. Y ya estamos felices, todos juntos, apiñados (¡coge una silla de allí, que te hacemos sitio!), y los grupos se estiran como un chicle, todos hablando alto, con risas, bromas y buscando el siguiente plan porque, cuando nos ponemos, no tenemos fin. Sin embargo, allí es normal ver esas pequeñas mesas con dos personas o incluso una sola, pasando la tarde tomando un café. Y de ahí tempranito para casa.
Me une mucho a Portugal. Por motivos personales paso en el interior del país allí varios días al mes durante todo el año. Y siempre me ha sorprendido la poca gente que hay por la calle y lo pronto que se recogen por la noche. Incluso los jóvenes. Un amigo de Lisboa me comentaba el verano pasado, antes del COVID, que siempre le ha llamado la atención la manera tan diferente que tenemos de relacionarnos. Me ponía como ejemplo las bodas, donde los portugueses se mantenían calmados, y si había un grupo de españoles estaban montando la juerga padre. “Si hay españoles, me decía, se oyen a la legua”. Y es verdad, somos sociables y bullangueros, es nuestra forma de ir por el mundo. No tenemos que renegar de ello, porque es algo que, sinceramente, nos ha dado muchas alegrías.
Lo que quiero decir es que el portugués está más preparado psicológicamente que nosotros para protegerse de una situación como la que estamos viviendo. Son tranquilos, independientes y moderados (y encantadores). Son así, no tienen que hacer ningún esfuerzo. Podemos decir que, de por sí, son bastante “confinados”. Y a nosotros cumplir las pautas de distanciamiento nos está costado la misma vida. Estamos todos deseando que esto acabe, que den el pistoletazo de salida para volver a montar la fiesta en la calle, en las casas, en las discotecas, en la playa o en el campo, donde sea...En pleno confinamiento, cuando me encontraba con mis vecinos en el aplauso, hablábamos de la gran barbacoa que íbamos a organizar en cuanto nos dejarán salir. Y por lo visto eso ha sido general en la mayoría de los barrios. ¡Somos así! (Por cierto, que la barbacoa sigue pendiente, jajaja).
Mi trabajo con procesos de coaching con personas y equipos se centra en la gestión del cambio. Y por eso sé de primera mano que los comportamientos de las personas son recurrentes, nuestra mente tiene montones de rutas trazadas de los que nos cuesta mucho salir. Esa famosa “zona de confort”, que nos hace actuar con los patrones preestablecidos, aunque sean inconvenientes para nosotros. Y nuestro camino aprendido son las grandes reuniones, los grupos, las celebraciones…Y ahora nos dicen que no, que hay que desaprender, que nos separemos. Y en general, haciendo un esfuerzo titánico, lo estamos consiguiendo. Pero nos cuesta, nos cuesta mucho. Y, en cuanto bajamos la guardia, volvemos a juntar las mesas y ya la tenemos liada.
La solución está clara: nos tenemos que hacer portugueses por un tiempo. No queda otra. Nos tiene que entrar en la cabeza que hay otras formas de “estar”, al menos temporalmente.
Un abrazo inmenso para nuestros vecinos y decirles que, cuando todo esto acabe, les invitamos a cruzar la frontera para montar una buena juerga. Algún día tendremos que celebrar el fin de esta pandemia, y ese día los que vamos a dar las pautas somos nosotros.
Elisa Martín Crespo es periodista y coach profesional
Es curioso como la pandemia nos está revelando muchas cosas sobre nuestra forma de ser y estar. En los últimos meses se oye insistentemente decir que los españoles somos unos irresponsables, porque aparecen focos de reuniones por todos lados, algo que claramente está yendo en nuestra contra y a favor del coronavirus. Si hay algo eficaz contra un virus es que las personas se mantengan lo más alejadas posibles. Pero creo que “irresponsable” no es la palabra más adecuada para definirnos. Me explico:
En Portugal, nuestros vecinos son justo lo contrario. Esa foto la hice en julio al norte del país, en Figueira da Foz, cuando estaban montando una terraza. Y me pareció simbólica, porque esas pequeñas mesas de dos allí van bien, pero aquí no tenemos ni para empezar, porque la gran pregunta que solemos hacer es “Oiga, ¿podemos juntar las mesas”. Y ya estamos felices, todos juntos, apiñados (¡coge una silla de allí, que te hacemos sitio!), y los grupos se estiran como un chicle, todos hablando alto, con risas, bromas y buscando el siguiente plan porque, cuando nos ponemos, no tenemos fin. Sin embargo, allí es normal ver esas pequeñas mesas con dos personas o incluso una sola, pasando la tarde tomando un café. Y de ahí tempranito para casa.
Me une mucho a Portugal. Por motivos personales paso en el interior del país allí varios días al mes durante todo el año. Y siempre me ha sorprendido la poca gente que hay por la calle y lo pronto que se recogen por la noche. Incluso los jóvenes. Un amigo de Lisboa me comentaba el verano pasado, antes del COVID, que siempre le ha llamado la atención la manera tan diferente que tenemos de relacionarnos. Me ponía como ejemplo las bodas, donde los portugueses se mantenían calmados, y si había un grupo de españoles estaban montando la juerga padre. “Si hay españoles, me decía, se oyen a la legua”. Y es verdad, somos sociables y bullangueros, es nuestra forma de ir por el mundo. No tenemos que renegar de ello, porque es algo que, sinceramente, nos ha dado muchas alegrías.
Lo que quiero decir es que el portugués está más preparado psicológicamente que nosotros para protegerse de una situación como la que estamos viviendo. Son tranquilos, independientes y moderados (y encantadores). Son así, no tienen que hacer ningún esfuerzo. Podemos decir que, de por sí, son bastante “confinados”. Y a nosotros cumplir las pautas de distanciamiento nos está costado la misma vida. Estamos todos deseando que esto acabe, que den el pistoletazo de salida para volver a montar la fiesta en la calle, en las casas, en las discotecas, en la playa o en el campo, donde sea...En pleno confinamiento, cuando me encontraba con mis vecinos en el aplauso, hablábamos de la gran barbacoa que íbamos a organizar en cuanto nos dejarán salir. Y por lo visto eso ha sido general en la mayoría de los barrios. ¡Somos así! (Por cierto, que la barbacoa sigue pendiente, jajaja).
Mi trabajo con procesos de coaching con personas y equipos se centra en la gestión del cambio. Y por eso sé de primera mano que los comportamientos de las personas son recurrentes, nuestra mente tiene montones de rutas trazadas de los que nos cuesta mucho salir. Esa famosa “zona de confort”, que nos hace actuar con los patrones preestablecidos, aunque sean inconvenientes para nosotros. Y nuestro camino aprendido son las grandes reuniones, los grupos, las celebraciones…Y ahora nos dicen que no, que hay que desaprender, que nos separemos. Y en general, haciendo un esfuerzo titánico, lo estamos consiguiendo. Pero nos cuesta, nos cuesta mucho. Y, en cuanto bajamos la guardia, volvemos a juntar las mesas y ya la tenemos liada.
La solución está clara: nos tenemos que hacer portugueses por un tiempo. No queda otra. Nos tiene que entrar en la cabeza que hay otras formas de “estar”, al menos temporalmente.
Un abrazo inmenso para nuestros vecinos y decirles que, cuando todo esto acabe, les invitamos a cruzar la frontera para montar una buena juerga. Algún día tendremos que celebrar el fin de esta pandemia, y ese día los que vamos a dar las pautas somos nosotros.
Elisa Martín Crespo es periodista y coach profesional