Uno de los nuestros
Viste el desfile de comparsas del Carnaval de Badajoz? Si no lo has hecho este año seguro que lo hiciste otros años y sabes de lo que hablamos: Un gran grupo de personas, ataviadas con vistosos trajes, que al son de la música desfilan bailando por las calles de la ciudad mostrando con alegría y orgullo el fruto de sus muchas horas de trabajo y dedicación. El resultado es un precioso arcoíris sobre el asfalto repleto de brillos, plumas, lentejuelas...
Terminado el desfile, dispersos entre el gentío, los miembros de la comparsa aún pueden distinguirse entre la multitud por algún signo peculiar y cuando se ven dicen: aquel, “es uno de los nuestros•. Y se acercan, se saludan y se ofrecen su ayuda desinteresada. ¡Qué curioso es esto! En cualquier circunstancia de nuestra vida nos encontramos con mucha gente. Puede que la persona que tengamos delante sea desconocida para nosotros, que nunca la hayamos visto, ni siquiera sepamos su nombre pero si la percibimos como “uno de los nuestros” nuestro corazón se predispone hacia la empatía y la solidaridad.
Es lo que nos ocurre con la familia. Vamos a casa de algún familiar lejano, un tío o un primo segundo por ejemplo, al que no conocemos más que por lo que nuestros padres nos han hablado de él, pero solo por el hecho de ser “uno de los nuestros” hay una predisposición mutua para la confianza, la amabilidad, la ayuda mutua. O como nos sucede cuando viajamos lejos de casa y nos encontramos con un paisano. En el pueblo nunca nos hemos visto pero en la distancia sentir que es alguien que tiene algo en común con nosotros favorece el acercamiento y la comunicación.
Jesús al hacerse humano nos enseñó dos grandes lecciones. ¿Sabes cuáles?
Por un lado nos recordó que Dios no es alguien lejano, al que hay que temer, sino al contrario, es un Padre amoroso que cuida de nosotros y él es nuestro hermano mayor, “uno de los nuestros” que nos entiende y al que podemos entender. Por otro lado nos enseñó que más allá de razas, naciones, religiones… todos tenemos en común el ser personas, el pertenecer a la gran familia humana. Por eso podemos y tenemos que tratarnos como hermanos, porque lo somos. Cada habitante de la tierra “es uno de los nuestros” y no podemos dejarlo tirado en su necesidad.
Aprendamos de las comparsas del Carnaval y dediquemos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra creatividad para que todos puedan disfrutar de la alegría de vivir.
Ama y Vive la Justicia.
Viste el desfile de comparsas del Carnaval de Badajoz? Si no lo has hecho este año seguro que lo hiciste otros años y sabes de lo que hablamos: Un gran grupo de personas, ataviadas con vistosos trajes, que al son de la música desfilan bailando por las calles de la ciudad mostrando con alegría y orgullo el fruto de sus muchas horas de trabajo y dedicación. El resultado es un precioso arcoíris sobre el asfalto repleto de brillos, plumas, lentejuelas...
Terminado el desfile, dispersos entre el gentío, los miembros de la comparsa aún pueden distinguirse entre la multitud por algún signo peculiar y cuando se ven dicen: aquel, “es uno de los nuestros•. Y se acercan, se saludan y se ofrecen su ayuda desinteresada. ¡Qué curioso es esto! En cualquier circunstancia de nuestra vida nos encontramos con mucha gente. Puede que la persona que tengamos delante sea desconocida para nosotros, que nunca la hayamos visto, ni siquiera sepamos su nombre pero si la percibimos como “uno de los nuestros” nuestro corazón se predispone hacia la empatía y la solidaridad.
Es lo que nos ocurre con la familia. Vamos a casa de algún familiar lejano, un tío o un primo segundo por ejemplo, al que no conocemos más que por lo que nuestros padres nos han hablado de él, pero solo por el hecho de ser “uno de los nuestros” hay una predisposición mutua para la confianza, la amabilidad, la ayuda mutua. O como nos sucede cuando viajamos lejos de casa y nos encontramos con un paisano. En el pueblo nunca nos hemos visto pero en la distancia sentir que es alguien que tiene algo en común con nosotros favorece el acercamiento y la comunicación.
Jesús al hacerse humano nos enseñó dos grandes lecciones. ¿Sabes cuáles?
Por un lado nos recordó que Dios no es alguien lejano, al que hay que temer, sino al contrario, es un Padre amoroso que cuida de nosotros y él es nuestro hermano mayor, “uno de los nuestros” que nos entiende y al que podemos entender. Por otro lado nos enseñó que más allá de razas, naciones, religiones… todos tenemos en común el ser personas, el pertenecer a la gran familia humana. Por eso podemos y tenemos que tratarnos como hermanos, porque lo somos. Cada habitante de la tierra “es uno de los nuestros” y no podemos dejarlo tirado en su necesidad.
Aprendamos de las comparsas del Carnaval y dediquemos nuestro tiempo, nuestro esfuerzo, nuestra creatividad para que todos puedan disfrutar de la alegría de vivir.
Ama y Vive la Justicia.





















