Viernes, 14 de Noviembre de 2025

Actualizada Viernes, 14 de Noviembre de 2025 a las 13:28:52 horas

Andrés Acevedo
Jueves, 06 de Febrero de 2020 Actualizada Jueves, 06 de Febrero de 2020 a las 13:15:09 horas

No hay mayor fortaleza que sentirse vulnerable


La mayoría de personas acuden a consulta con la idea de no sentir miedo, ansiedad o tristeza. Sin embargo, algunas de las cosas que hacemos para no sentirnos así nos enredan aún más en el problema.
Busquemos un ejemplo práctico de lo que queremos transmitir.
¿Alguna vez has tenido un grano horrible en la cara? Sí, seguro que sí, ¿a quién no le ha pasado?
¿Recuerdas cómo te sentías al mirarte al espejo? Ahí, justo en el momento en que te das cuenta de semejante accidente dermatológico…Esa sensación en el estómago, esas ganas de esconderte, toda tu atención puesta en ese minúsculo punto de tu cara.
Imagina ahora, que ese día tienes un evento importante. Algo como una boda, una exposición en público o una reunión de antiguos amigos que no ves desde hace tiempo.
Imagina lo inseguro que te sentirías en semejante circunstancia. ¿Qué harías en ese momento? Quizás si consiguieras quitarlo… tal vez si lo tapases con maquillaje…
Sin embargo, habiendo probado ya varios remedios, el grano sigue ahí, más o menos igual de visible.
Asistes, entonces, al evento con dicha incomodidad. Y una vez allí, tienes básicamente dos opciones:
La primera tiene que ver con intentar sentirte lo más seguro posible, o dicho de otro modo, lo menos inseguro posible. Puedes tratar de que no se te vea mucho, intentar taparte el grano con la mano en un gesto más o monos natural, relacionarte sólo con gente a la que conoces bien y  con la que te sientes cómodo, etc.
La segunda opción tiene que ver con dejar de intentar sentirte seguro y centrarte en lo que querías conseguir de dicho evento. Sea acompañar a los novios, exponer el tema que te has preparado o charlar con tus antiguos amigos.
Está claro que elegir esta segunda opción, expondrá más ese defecto cutáneo que desearías no tener. Y es posible que te sientas incómodos en muchos momentos de la reunión.
Por otro lado, elegir la primera opción, ocultará algo más el grano, pero te limitará enormemente a la hora de conseguir hacer lo que te gustaría.
He aquí el dilema. Elijamos lo que elijamos, estaremos renunciando a algo.
Visto desde fuera, probablemente etiquetaríamos de fortaleza aquel comportamiento que nos lleva a conseguir nuestros objetivos y de debilidad el que nos aleja de ellos.
Por esto mismo, se da la paradoja de que en algunas situaciones, la mayor fortaleza consiste en poder sentirnos débiles (atemorizados, ansiosos o tristes) y comportarnos como deseamos aún sintiendo todo eso.
Y es que, la única manera de aprender a manejar tus emociones es sintiéndolas, no tratando de evitarlas.

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.