Dejo todo lo que empiezo
Sueles abandonar proyectos en los que estabas trabajando antes de concluirlos? ¿Tienes la sensación de que empiezas algo con mucha fuerza y a mitad de camino te deja de interesar? Es probable que prestes demasiada atención a tus emociones.
Muchas veces comenzamos algo que nos hacía mucha ilusión y en lo cual pusimos muchas energías (salir a correr, leer un libro, hacer una manualidad) y pasado un tiempo vamos perdiendo intensidad hasta que lo dejamos abandonado por completo.
A todos nos ocurre de vez en cuando y hasta cierto punto es un sinónimo de salud psicológica. No tenemos por qué continuar haciendo algo que no nos gusta por el simple hecho de que en un momento nos involucramos mucho en ello. Es lógico que las preferencias cambien y uno ha de estar abierto y flexible para aceptar esos cambios. De lo contrario nos veríamos sometidos a cumplir con todas las actividades que un día creímos interesantes y que pasado un tiempo dejaron de serlo.
Sin embargo, muchas personas tienen la experiencia de que este patrón de involucrarse mucho en algo, ir perdiendo interés y dejarlo por completo, es algo demasiado frecuente en sus vidas. Esto le frustra muchísimo porque destruye su autoeficacia y acaban concluyendo de sí mismos algunas etiquetas desagradables (“soy un desastre, lo dejo todo a medias”, “soy un caprichoso, nada más que hago lo que me interesa”). Cada vez se sienten menos capaces de lograr algo, porque tienen muy presente que es probable que lo acaben dejando a medio camino.
Es posible que este patrón de conducta tenga que ver con estar excesivamente dominados por nuestras emociones. Comenzamos algo sin reflexionarlo demasiado, sin ver si a largo plazo lo vamos a poder mantener o si este no es el mejor momento para hacerlo. Tenemos una sensación de euforia que nos hace no reparar en todos esos argumentos, queremos hacerlo y no nos importa nada más. Pero la emoción es voluble y cambia con facilidad, por lo que es seguro que al poco tiempo ya no nos sentiremos tan inclinados a esa actividad. Como el argumento principal para iniciarla era la emoción, una vez pasada ésta, ya no tenemos nada que nos sujete a a ella.
Conforme nos vamos comportando así, una y otra vez, es más fácil es que lo sigamos repitiendo, hasta que se convierte en una costumbre para nosotros.
Por ello es importante elegir bien en qué vamos a depositar nuestros esfuerzos, qué nos aporta eso a medio o largo plazo y una vez iniciado comprometerse a mantenerlo durante algún tiempo, incluso sin ganas, para después poder evaluar si mereció la pena y aprender de ello.
Sueles abandonar proyectos en los que estabas trabajando antes de concluirlos? ¿Tienes la sensación de que empiezas algo con mucha fuerza y a mitad de camino te deja de interesar? Es probable que prestes demasiada atención a tus emociones.
Muchas veces comenzamos algo que nos hacía mucha ilusión y en lo cual pusimos muchas energías (salir a correr, leer un libro, hacer una manualidad) y pasado un tiempo vamos perdiendo intensidad hasta que lo dejamos abandonado por completo.
A todos nos ocurre de vez en cuando y hasta cierto punto es un sinónimo de salud psicológica. No tenemos por qué continuar haciendo algo que no nos gusta por el simple hecho de que en un momento nos involucramos mucho en ello. Es lógico que las preferencias cambien y uno ha de estar abierto y flexible para aceptar esos cambios. De lo contrario nos veríamos sometidos a cumplir con todas las actividades que un día creímos interesantes y que pasado un tiempo dejaron de serlo.
Sin embargo, muchas personas tienen la experiencia de que este patrón de involucrarse mucho en algo, ir perdiendo interés y dejarlo por completo, es algo demasiado frecuente en sus vidas. Esto le frustra muchísimo porque destruye su autoeficacia y acaban concluyendo de sí mismos algunas etiquetas desagradables (“soy un desastre, lo dejo todo a medias”, “soy un caprichoso, nada más que hago lo que me interesa”). Cada vez se sienten menos capaces de lograr algo, porque tienen muy presente que es probable que lo acaben dejando a medio camino.
Es posible que este patrón de conducta tenga que ver con estar excesivamente dominados por nuestras emociones. Comenzamos algo sin reflexionarlo demasiado, sin ver si a largo plazo lo vamos a poder mantener o si este no es el mejor momento para hacerlo. Tenemos una sensación de euforia que nos hace no reparar en todos esos argumentos, queremos hacerlo y no nos importa nada más. Pero la emoción es voluble y cambia con facilidad, por lo que es seguro que al poco tiempo ya no nos sentiremos tan inclinados a esa actividad. Como el argumento principal para iniciarla era la emoción, una vez pasada ésta, ya no tenemos nada que nos sujete a a ella.
Conforme nos vamos comportando así, una y otra vez, es más fácil es que lo sigamos repitiendo, hasta que se convierte en una costumbre para nosotros.
Por ello es importante elegir bien en qué vamos a depositar nuestros esfuerzos, qué nos aporta eso a medio o largo plazo y una vez iniciado comprometerse a mantenerlo durante algún tiempo, incluso sin ganas, para después poder evaluar si mereció la pena y aprender de ello.






















