Querer sin condiciones
La relación entre mi hija y Bimba, su perra, era tan especial que el cariño era visible en cada momento. A mí siempre me ha encantado esta relación con tanta complicidad, se miraban y se comprendían. Bimba, en los 15 años que ha estado al lado de mi hija, siempre fue una excelente compañía. Seguía sus pasos, mostrando tristeza e intuyendo una ausencia de por medio, sentía celos de todos los perros que su dueña acariciaba pero todo quedaba en el olvido cuando estaba a su lado. Le encantaba sentirse cerca de ella. ¡Qué hermosa y estrecha era la relación entre las dos!.
Muchas veces nos hemos quedado con Bimba, sobre todo cuando mi hija tenía que viajar y puedo asegurar que la perra la echaba de menos siempre. Sentía y transmitía esa ansiedad de la separación aunque pasados unos minutos se calmaba, seguramente se tranquilizaba porque sabía perfectamente que iba a volver. Y cuando llegaba ese momento, mucho antes de que nosotros escuchásemos el motor del coche, ya sabía que venía… ya se iba a la puerta a esperarla.
La alegría de sus ojos y su emotivo nerviosismo eran tan espontáneo y tan natural como su tristeza cuando no estaba con ella. Yo he sido testigo, porque la he observado miles de veces, como transmitía emociones, ya fuesen de felicidad o de tristeza y todo siempre en torno a la persona que más quería: su dueña.
Su dueña que hoy acaba de perderla y, llorando en silencio, la echa de menos.
Su ausencia le va a resultar muy dura pero creo firmemente que le van a dar fuerzas los millones de momentos hermosos vividos, esos instantes de soledad compartidos; los paseos diarios; los ratos de enfados por comer todo lo que pillabas por la calle; sus degustaciones de filetes, bizcochos y tortilla de patatas cuando estábamos distraídos; las sentadas en los bancos de los parques, esperando resignada que su dueña terminara de jugar con todos los perros que se encontraba; los ratos de diversión en el campo; aquellos lavados furtivos en la bañera… recuerdos que sin duda le van a cambiar, a mi hija, las lágrimas por sonrisas.
Estoy seguro que la seguirá viendo en esos lugares que compartieron, que sentirá su presencia en los viajes continuos a Madrid que tantas veces hicieron juntas y se aferrará, a esas muestras de cariño que tantas y tantas veces se dieron, para que su ausencia sea más soportable. ¡Todos los que la hemos disfrutado la vamos a echar mucho de menos!.
Como ya comenté en otra ocasión, las personas que no aman a los animales no me van a entender pero ya hay, por fortuna, otros muchos que viven o han vivido alguna vez con un perro y no dudan de ese amor sincero que se siente recíprocamente.
La relación entre mi hija y Bimba, su perra, era tan especial que el cariño era visible en cada momento. A mí siempre me ha encantado esta relación con tanta complicidad, se miraban y se comprendían. Bimba, en los 15 años que ha estado al lado de mi hija, siempre fue una excelente compañía. Seguía sus pasos, mostrando tristeza e intuyendo una ausencia de por medio, sentía celos de todos los perros que su dueña acariciaba pero todo quedaba en el olvido cuando estaba a su lado. Le encantaba sentirse cerca de ella. ¡Qué hermosa y estrecha era la relación entre las dos!.
Muchas veces nos hemos quedado con Bimba, sobre todo cuando mi hija tenía que viajar y puedo asegurar que la perra la echaba de menos siempre. Sentía y transmitía esa ansiedad de la separación aunque pasados unos minutos se calmaba, seguramente se tranquilizaba porque sabía perfectamente que iba a volver. Y cuando llegaba ese momento, mucho antes de que nosotros escuchásemos el motor del coche, ya sabía que venía… ya se iba a la puerta a esperarla.
La alegría de sus ojos y su emotivo nerviosismo eran tan espontáneo y tan natural como su tristeza cuando no estaba con ella. Yo he sido testigo, porque la he observado miles de veces, como transmitía emociones, ya fuesen de felicidad o de tristeza y todo siempre en torno a la persona que más quería: su dueña.
Su dueña que hoy acaba de perderla y, llorando en silencio, la echa de menos.
Su ausencia le va a resultar muy dura pero creo firmemente que le van a dar fuerzas los millones de momentos hermosos vividos, esos instantes de soledad compartidos; los paseos diarios; los ratos de enfados por comer todo lo que pillabas por la calle; sus degustaciones de filetes, bizcochos y tortilla de patatas cuando estábamos distraídos; las sentadas en los bancos de los parques, esperando resignada que su dueña terminara de jugar con todos los perros que se encontraba; los ratos de diversión en el campo; aquellos lavados furtivos en la bañera… recuerdos que sin duda le van a cambiar, a mi hija, las lágrimas por sonrisas.
Estoy seguro que la seguirá viendo en esos lugares que compartieron, que sentirá su presencia en los viajes continuos a Madrid que tantas veces hicieron juntas y se aferrará, a esas muestras de cariño que tantas y tantas veces se dieron, para que su ausencia sea más soportable. ¡Todos los que la hemos disfrutado la vamos a echar mucho de menos!.
Como ya comenté en otra ocasión, las personas que no aman a los animales no me van a entender pero ya hay, por fortuna, otros muchos que viven o han vivido alguna vez con un perro y no dudan de ese amor sincero que se siente recíprocamente.