Navidad...¿Dulce Navidad?
Cuando los peces beben en el río y los reyes magos vienen
por los arenales, hay algunas personas a
las que les empiezan a entran sudores fríos. Porque lo cierto es que en la
época navideña hay poco margen para pensar en lo que realmente queremos hacer.
Más bien quedamos atrapados en un ciclón
de actividad y de gasto que nos arrastra
sin remedio hasta dejarnos exhaustos, con la cuenta vacía y varios kilos de más.
O sea, que acabamos justo donde no queríamos estar. La Navidad se presenta un
año tras otro como paz y amor, comilonas
de calidad, regalos de última generación…pero está claro que en ese esquema no tienen cabida los dramas
familiares y las economías más ajustadas, es decir, el día a día de una buena parte de nuestra sociedad. Incluso existe el “Síndrome de la Navidad sin ti”, que sufren
todas las personas que por unos u otros motivos, se sienten más solas que nunca
en esta época. Mientras, otros se preguntan en qué odioso momento el
pastorcillo cambió requesón, manteca y vino por mariscos, jamón y turrones de calidad
suprema, que hacen que la cesta de la compra se dispare hasta el infinito. Y el
niño pidiendo la última Playstation y la niña un móvil nuevo. Vamos, para
colgarse del espumillón.
Este año, para complicar más la cosa, mientras la
Virgen está lavando y tendiendo en el romero, nosotros tenemos que acercarnos a
las urnas a votar quién sabe a quién. Porque la oferta política ha aumentado y tenemos que despejar la mente. Inevitablemente, entre
colonias y polvorones tendremos centrarnos en el panorama político. Es decir,
que además de elegir el restaurante de la comida de empresa, los regalos de
Papá Noel, el modelo de Nochevieja, los
juguetes de los Reyes, los números de la
lotería, los colores del árbol, el amigo
invisible y los menús de las comidas familiares, también tenemos que elegir
presidente. Esta sí que va a ser una buena Marimorena… ¡Saca la bota, María,
que me voy a emborrachar!.
Mientras el borriquito se acerca a Belén cargado de
chocolate (¿o era la mula?) y los ángeles tocan campana sobre campana, yo
invito a hacer una parada para planificar una “Estrategia Navideña Personal”:
¿Cómo queremos pasar estos días?¿Cuánto podemos gastar realmente?¿Con quién
queremos estar?¿Qué queremos transmitir a nuestros hijos, a nuestros padres, a
nuestros amigos?¿Cuál sería nuestra Navidad ideal? ¿En qué medida nos podemos ir acercando
a ella?. Y la pregunta del millón: ¿Todo esto depende de nosotros?.
Indudablemente sí. La decisión es nuestra, lo hemos cantado muchas veces: “Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché
un remiendo, yo me lo quite”.
En cualquier
caso, Felices Fiestas. Gracias por estar ahí.
Cuando los peces beben en el río y los reyes magos vienen por los arenales, hay algunas personas a las que les empiezan a entran sudores fríos. Porque lo cierto es que en la época navideña hay poco margen para pensar en lo que realmente queremos hacer. Más bien quedamos atrapados en un ciclón de actividad y de gasto que nos arrastra sin remedio hasta dejarnos exhaustos, con la cuenta vacía y varios kilos de más. O sea, que acabamos justo donde no queríamos estar. La Navidad se presenta un año tras otro como paz y amor, comilonas de calidad, regalos de última generación…pero está claro que en ese esquema no tienen cabida los dramas familiares y las economías más ajustadas, es decir, el día a día de una buena parte de nuestra sociedad. Incluso existe el “Síndrome de la Navidad sin ti”, que sufren todas las personas que por unos u otros motivos, se sienten más solas que nunca en esta época. Mientras, otros se preguntan en qué odioso momento el pastorcillo cambió requesón, manteca y vino por mariscos, jamón y turrones de calidad suprema, que hacen que la cesta de la compra se dispare hasta el infinito. Y el niño pidiendo la última Playstation y la niña un móvil nuevo. Vamos, para colgarse del espumillón.
Este año, para complicar más la cosa, mientras la Virgen está lavando y tendiendo en el romero, nosotros tenemos que acercarnos a las urnas a votar quién sabe a quién. Porque la oferta política ha aumentado y tenemos que despejar la mente. Inevitablemente, entre colonias y polvorones tendremos centrarnos en el panorama político. Es decir, que además de elegir el restaurante de la comida de empresa, los regalos de Papá Noel, el modelo de Nochevieja, los juguetes de los Reyes, los números de la lotería, los colores del árbol, el amigo invisible y los menús de las comidas familiares, también tenemos que elegir presidente. Esta sí que va a ser una buena Marimorena… ¡Saca la bota, María, que me voy a emborrachar!.
Mientras el borriquito se acerca a Belén cargado de chocolate (¿o era la mula?) y los ángeles tocan campana sobre campana, yo invito a hacer una parada para planificar una “Estrategia Navideña Personal”: ¿Cómo queremos pasar estos días?¿Cuánto podemos gastar realmente?¿Con quién queremos estar?¿Qué queremos transmitir a nuestros hijos, a nuestros padres, a nuestros amigos?¿Cuál sería nuestra Navidad ideal? ¿En qué medida nos podemos ir acercando a ella?. Y la pregunta del millón: ¿Todo esto depende de nosotros?. Indudablemente sí. La decisión es nuestra, lo hemos cantado muchas veces: “Yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quite”.
En cualquier caso, Felices Fiestas. Gracias por estar ahí.