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Matilde Esther Sánchez Ágreda · Montijo | 531
Lunes, 04 de Noviembre de 2013 Actualizada Lunes, 04 de Noviembre de 2013 a las 18:55:00 horas

Amor para toda la vida · Matilde Esther Sánchez Ágreda · Montijo

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Conocí a Marina cuando empecé a trabajar para su marido, Basilio, un enfermo de párkinson hace 4 años. Basilio necesita atención, asistencia y cuidados constantes, ya que se ha convertido en una persona dependiente. Cuidados que recibe asiduamente por el apoyo incondicional de sus cinco hijos y su mujer, una “ayudita” que recibe por parte de personal cualificado del Ayuntamiento y del Centro de Día al que acude diariamente.
Basilio es un enfermo muy dócil, sereno, tranquilo y me atrevo a decir que, sumido en la demencia que le proporciona su enfermedad, es feliz, él no sufre. El párkinson lo apartó poco a poco de la realidad y no es consciente de la lucha diaria que supone para su familia atenderle.
Hoy en día, aún parece tener momentos de lucidez al mirar a Marina y aún la recuerda con “aquel vestido rojo que ella estaba tan guapa”. Sus ojos lo dicen todo, están llenos de amor, amor que él, en su mundo y con su demencia, conserva y que al mirarla parece que dicen “aún te quiero Marina, eres el amor de mi vida”.
Pero quiero hablar de ella, que tiene a sus espaldas una vida… ¿feliz?, repleta de vivencias, una vida de sacrificio y abnegación para sacar a sus cinco hijos adelante en la difícil época que le tocó vivir.
Marina es un ejemplo de lucha, de sacrificio, de tesón, esfuerzo y superación, ya que por su edad merecía llevar una vida relajada y tranquila sin preocupaciones y disfrutar de las cosas que las personas de su edad tienen a su alcance. Ella madruga mucho cada día. No goza de suficiente salud, pero diariamente, las cosas de Basilio están preparadas para empezar un nuevo día. Jamás falta nada, su vida actualmente se reduce a su marido y a todo que es mucho. Algunos días al levantarse se le ve triste y decaída, y con razón. Cuando el desánimo la vence se pregunta por qué le tocó vivir esta vida. Pero la mayoría de los días su entereza es envidiable y disfruta hablando, cantando y recitando canciones y “chascarrillos” que de eso ella sabe mucho. Marina no fue a la escuela, no aprendió mucho, per la escuela de la vida, que es la mejor maestra le enseñó tanto como sabe. Y sobre todo y por encima de todo, la enseñó a vivir. A vivir cada día que amanece con entereza, con muchas ganas de luchar y con fuerza, porque es por encima de todo una mujer LUCHADORA y un ejemplo de vida.
Marina me ha enseñado y recordado valores importantes en el ser humano, per fundamentalmente me ha enseñado que existe EL AMOR PARA TODA LA VIDA.
 

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