La madre de los terroristas
Mucho se ha hablado en las últimas semanas del atentado de Bostón y de los
dos jóvenes que lo han perpetrado. Ha sido asombroso como la tecnología
nos ha permitido seguir la operación policial en directo y cada día a día íbamos
conociendo más detalles como si de la serie de “Castle” se
tratara. Pero en toda esta historia, donde se confunde ya la realidad con el
espectáculo, me ha llamado la atención las declaraciones de Subeidat Zarnayeva,
la madre de los presuntos autores de los atentados. El mismo día en que
sus hijos habían estado a tiros con los agentes, después de que cargados
de armas y bombas robaran un coche en la huida, el día en el que el hijo mayor
ya había muerto y se conocía su tendencia fanática, el mismo día en que su hijo menor, con
solo 19 años estaba ya detenido y había admitido los hechos, en el mismo
telediario aparece la madre manifestando a nivel mundial: “Mis hijos son
inocentes. Estoy cien por cien segura de que los engañaron” Las
autoridades le hablaban de su hijo como un “líder islamista” y ella contestó
“Sabía que se interesaba de una forma más profunda por el islam, pero nunca
dijo que iba a seguir el camino de la yihad. En nuestra casa jamás se habló de
terrorismo”. Días antes, el padre había asegurado, a quien le quisiera oír,
que sus hijos no le harían daño a una mosca y denunció que los servicios
secretos estadounidenses les tendieron una trampa por tratarse de
"creyentes musulmanes". Esto me suena. Es un discurso
sospechosamente parecido al de todas las madres y padres del mundo
mundial cuando le tocan a sus retoños.
En ese momento me vino a la cabeza una historia que me contaron días antes.
En Montijo , en el centro de salud, se encuentran con cierta frecuencia el caso
de tener allí a un chico o chica adolescente cargado de alcohol y cuando llaman
a sus padres estos le contestan que es imposible, que su hijo no bebe . A veces
al personal del centro les cuesta vencer esa resistencia de los padres y cuando
ya consiguen que vayan a hacerse cargo de la situación viene la segunda parte
“pues le habrán echado algo en el vaso, porque estoy segura de que no bebe.
Esto son las malas compañias”.(¿?)
Se podrían poner mil ejemplos más de los muchos que tenemos cada uno en
nuestra casa. Pero creo que, en general, la comunicación es la clave del
asunto. No escuchamos cuando, en cierto momento, nuestros hijos nos dan
una pista de lo que se está cociendo en su vida y cuando no nos interesa lo que
oímos cortamos el discurso de manera radical: Tenemos un filtro de lo más
eficaz para bloquear la información indeseable. “Mi amigo Carlos se
emborrachó ayer ” “¡Pues a ti ni se te ocurra beber!. ¡Como yo me entere que te
acercas al botellón no sales más de casa!”. No te preocupes porque, a
partir de ahí, no te vas a enterar de nada. Literalmente.
Mucho se ha hablado en las últimas semanas del atentado de Bostón y de los dos jóvenes que lo han perpetrado. Ha sido asombroso como la tecnología nos ha permitido seguir la operación policial en directo y cada día a día íbamos conociendo más detalles como si de la serie de “Castle” se tratara. Pero en toda esta historia, donde se confunde ya la realidad con el espectáculo, me ha llamado la atención las declaraciones de Subeidat Zarnayeva, la madre de los presuntos autores de los atentados. El mismo día en que sus hijos habían estado a tiros con los agentes, después de que cargados de armas y bombas robaran un coche en la huida, el día en el que el hijo mayor ya había muerto y se conocía su tendencia fanática, el mismo día en que su hijo menor, con solo 19 años estaba ya detenido y había admitido los hechos, en el mismo telediario aparece la madre manifestando a nivel mundial: “Mis hijos son inocentes. Estoy cien por cien segura de que los engañaron” Las autoridades le hablaban de su hijo como un “líder islamista” y ella contestó “Sabía que se interesaba de una forma más profunda por el islam, pero nunca dijo que iba a seguir el camino de la yihad. En nuestra casa jamás se habló de terrorismo”. Días antes, el padre había asegurado, a quien le quisiera oír, que sus hijos no le harían daño a una mosca y denunció que los servicios secretos estadounidenses les tendieron una trampa por tratarse de "creyentes musulmanes". Esto me suena. Es un discurso sospechosamente parecido al de todas las madres y padres del mundo mundial cuando le tocan a sus retoños.
En ese momento me vino a la cabeza una historia que me contaron días antes. En Montijo , en el centro de salud, se encuentran con cierta frecuencia el caso de tener allí a un chico o chica adolescente cargado de alcohol y cuando llaman a sus padres estos le contestan que es imposible, que su hijo no bebe . A veces al personal del centro les cuesta vencer esa resistencia de los padres y cuando ya consiguen que vayan a hacerse cargo de la situación viene la segunda parte “pues le habrán echado algo en el vaso, porque estoy segura de que no bebe. Esto son las malas compañias”.(¿?)
Se podrían poner mil ejemplos más de los muchos que tenemos cada uno en nuestra casa. Pero creo que, en general, la comunicación es la clave del asunto. No escuchamos cuando, en cierto momento, nuestros hijos nos dan una pista de lo que se está cociendo en su vida y cuando no nos interesa lo que oímos cortamos el discurso de manera radical: Tenemos un filtro de lo más eficaz para bloquear la información indeseable. “Mi amigo Carlos se emborrachó ayer ” “¡Pues a ti ni se te ocurra beber!. ¡Como yo me entere que te acercas al botellón no sales más de casa!”. No te preocupes porque, a partir de ahí, no te vas a enterar de nada. Literalmente.