Juan Manuel Merino Gragera, peluquero
Merino es hijo y padre de peluqueros. Aunque podría decirse que, más bien, es hijo de barbero y padre de peluqueros. Comenzó en 1960 y mantiene la ilusión y la esperanza de ser abuelo de peluquero o como se denomine a esta profesión en el futuro de las nuevas generaciones. Con trece años aprende este noble oficio que le transmitió su padre y se siente plenamente orgulloso de haber cortado barbas y pelos no sólo en su local sino en el casino El Ejemplo, en el colegio Salesianos, donde atendió a curas, seminaristas, y demás alumnado, pasando, por los cortijos y parcelas a donde se desplazaba con bicicleta, para atender a los que no podían venir a menudo hasta el pueblo. También se formó en Moratalaz. Y fue socio fundador de la Sociedad de Cazadores
Antecedentes familiares
Juan Manuel Merino es hijo Basilio,
de profesión peluquero de Puebla de la Calzada y de Antonia, ama de casa
procedente de Montijo y forman la unidad familiar en el pueblo del padre. Tiene
dos hermanos que viven fuera, en la provincia de Madrid.
Se casa con Juana Merino Amaro, de
Montijo en 1975 que permanece al cuidado de la casa y de sus dos hijos, Antonio
y Ángel. Recientemente ha sido abuelo, de un niño llamado Pablo.
¿Dónde estudió?
Estudié en el colegio Salesiano de
Puebla de la Calzada
¿Qué recuerda de esa etapa?
Era un educación muy específica y
religiosa, teníamos que ir a misa a la fuerza todos los días y por la tarde, al oratorio a la capilla del
colegio. Era obligatoria la asistencia para poder ver los partidos del Morante,(el
equipo de Montijo) que jugaba en aquellos años en tercera división. El equipo
era de la finca de Morantes de Don Juan Bauzas y, como en Montijo no había
campo de fútbol, entrenaban y jugaban los partidos en el campo de los salesianos. Los domingos
también era obligatorio y te preguntaban por la homilía que había predicado el
cura ese día. Pero, agradecido porque
dieron una enseñanza muy buena.
¿Recuerda a algún profesor?
Estuve desde que se inauguró.
Comencé con siete años y el director era el Padre Javier, que fue el fundador
de los salesianos. El que más nos inculcó una rectitud y educación y, del que
todos los alumnos nos acordamos, es el ya fallecido D. José Bocio y también nos
acordamos de Don Manuel Salgado que está, actualmente. en Badajoz como párroco
de la parroquia María Auxiliadora.
Por aquí han pasado la mayar parte
de alumnos de Puebla y de Montijo y con posterioridad se incorporaron los
aspirantes a cura y los internos. Curiosamente, yo fui peluquero de allí,
primero mi padre y después yo.
¿Cómo fue la experiencia?
Buena, allí le arreglé yo el pelo a
Pedro Almodóvar Caballero, que estuvo dos años internos para aspirante a cura.
Era muy beato, estaba siempre acompañando al padre Don José María Risco, que
era el catequista. Estaba en el coro, era solista y actuaba en el teatro. Era
muy buen actor. Los demás niños estaban siempre jugando pero él se dedicaba a
pasear en los recreos con el padre catequista.
¿A qué jugaban en el recreo?
Al rotebola, juego que consistía en
clavar un palo al suelo y en lo alto, se ataba
a una cuerda larga un balón que tenía que girar pasando de un niño a
otro, no podía dar en el suelo porque si no perdías y te echaban fuera del
juego. Al frontón y sobre todo al fútbol, que era una fiebre de miedo.
¿Qué le inculcaron?
Nos inculcaron tanto la religión
como el respeto a los mayores. Lo que aprendí me ha ayudado en mi vida
posterior. Fue una base muy buena.
¿Hizo la mili?
Sí y me tocó en Mérida. Harto de
cortar pelo, como ya sabía el oficio le cortaba el pelo a los oficiales y
a la tropa, pero muy bien.
¿Cómo comienza en la
peluquería?
Con mi padre, la peluquería Basilio,
se llamaba. La fundó en 1937 con 13 años, y el maestro que tuvo fue D. Alfonso
González, el practicante, que además tenía una peluquería. Cuando se dedicó
solo a ser practicante le regaló a mi padre su primer sillón de madera,
específico de la época y le dio también la herramienta para que se echara por
su cuenta porque consideraba que ya estaba preparado para desempeñar el oficio
en solitario.
¿Dónde montó su primera
peluquería?
En el mismo sitio en que la he
tenido yo siempre, hasta que cerré, en la calle Los Silos, casi en la esquina.
El local es en propiedad y mis padres, siguen viviendo allí en la casa anexa.
¿Cómo fueron sus inicios?
Estuve primero de aprendiz con mi
padre. Tuvimos tres peluquerías, la de la calle los Silos, la del Casino “El
ejemplo” y también una peluquería dentro del colegio cuando cerrábamos al mediodía. Después por la
tarde seguíamos. Teníamos oficiales, han pasado unos ocho oficiales entre
todos. Unos se instalaron en Madrid o en Barcelona de peluqueros y otros
cambiaron de oficio, a policía o conductor de autobuses. Recuerdo a Pepín que
estuvo allí de oficial y luego montó en Montijo. Otros nombres como Martín
Sánchez, Antonio Pulgar, Paco, El Monago, que se fue al Paseo de la Castellana y le arreglaba el pelo a los
jugadores del Real Madrid y a muchos famosos.
Yo también estuve en Madrid para
aprender el corte a navaja, a especializarme. Estuve en una peluquería en Moratalaz,
tenía yo dieciocho años.
¿Con qué edad comenzó?
A la misma que mi padre, con trece
años y me gustaba ser peluquero y luego mis hijos han seguido el oficio.
Primero se llamó Basilio, después Juan Manuel y al final como la de mis hijos
que montaron en Montijo, después de estar unas temporadas conmigo, y le
llamaron peluquería Merino.
¿En qué consistió su primer
trabajo a un cliente?
Recuerdo a mi primer cliente, José
Milena Moreno, que era un vecino de Puebla y todavía lo sigo arreglando. Vivía
la novia de frente a la peluquería y fue el primero en cortarle el pelo, me
salió bien. Hice lo que pude pero me tuvo que retocar mi padre. El último
cliente ha sido Pedro esteban Gallego.
Técnicas utilizadas...
Aprendíamos a bañar con jabón la
brocha, mucha practica con las tijeras y con las máquinas manuales. Eran
difíciles de usar porque eran de muelle y te provocaban callos en las manos, se
te abrían las muñecas y nos teníamos que poner unas tranzaderas de tela para
contener los tendones.
Mobiliario de peluquero...
Era el clásico sillón americano, de
porcelana y acero inoxidable, Fue un boom, hoy mis hijos lo tienen de
exposición. Fuimos a Badajoz a comprarlo; lo compró mi padre a plazos, costó
pagarlo poco a poco. Llegamos a comprar tres, el último ya era hasta giratorio.
Había también un lavabo con un depósito lleno de agua del pozo y un grifo,
porque no había agua corriente, la estantería y
el espejo. Ese era el mobiliario básico.
Y los instrumentales, la navaja
antigua, el suavizador de correa con lo que se sacaba filo a la navaja, (ahora
las cuchillas son usar y tirar), un pulverizador para echar los polvos de talco
y para después de afeitar el clásico masaje Geniol y Floid, era lo que había.
¿Peluquero o barbero?
Ahora ya prácticamente no se afeita nadie
en las peluquerías y por eso se ha pasado de llamarse peluquero.
Antiguamente el barbero era
también dentista o sacamuelas ¿Conoció esto?
Yo no, aunque en época de mi padre
si existía aunque él no llegó a sacar muelas nunca, si lo hacía el practicante.
También en las barberías se
cambiaban novelas del oeste ¿recuerda algo de ello?
En la nuestra no.
¿Cómo se preparaba una persona
para ser peluquero?
Con mucha practica, nos
ejercitábamos horas y horas con las tijeras y el peine y la máquina para que las
muñecas estuvieran ya preparadas. Nosotros dábamos el jabón y el maestro
llegaba y afeitaba con la navaja, nosotros bañábamos con jabón, que era como se
decía.
¿Con cuántos barberos ha
coexistido?
Yo llegué a conocer nueve, luego
llegué a quedarme sólo y antes de jubilarme quedaban dos.
¿Existía el sentido de la
competencia?
En los precios, que no nos poníamos
de acuerdo, ni en las horas, los jóvenes querían salir antes y los viejos más
tarde.
¿Se fidelizaba la cliente o
rotaban entre los barbaros?
Ellos elegían. A unos les daba igual
quien los arreglara y otros tenían sus preferencias y querían que les arreglara
siempre el mismo.
Horario de trabajo...
UY, horario, trabajo hasta los
domingos por la mañana. Cuando era el baile de la matiné los amigos se reían de
mí porque yo no podía ir y ellos se iban a bailar. Y las ferias igual. Los
fuegos no los veía nunca porque venían “los quinceneros” del campo, de los
cortijos, cada quince día o para la feria y tenían que cortarse el pelo y la
barba, que la traían muy larga. Lo que ha cambiado la vida.
¿Una barbería era similar a un
confesionario?
Claro que sí, tenías que escuchar y
ser apolítico, también. Si te dedicabas a contar lo que escuchabas allí...Tiene
fama las mujeres de cotillas pero algunos hombres, madre mía.
¿Confesiones para no contar ha
escuchado muchas?
Si, tertulias que la mayor parte,
luego, no eran reales. De todo tipo se hablaba, y cuando me preguntaban por
alguna noticia que les interesara y no se la contaba, se extrañaban de que no
la supiera.
Alguna anécdota...
Por una apuesta arreglé a uno en la
calle sentado en una silla en la acera de enfrente, la gente pasaba y se
quedaba mirando. Era cuando joven, claro, y a otro que se fue la luz y tuve que
cortar con la iluminación de una linterna.
Sus hijos continúan la saga
¿cómo se siente?
Muy bien muy contento. Van muy bien,
gracias a Dios.
¿Le gustaría que sus nietos
también continuaran?
Sí, claro, que siga la dinastía.
¿Qué satisfacciones le ha
aportado su trabajo?
La de tener muchas relaciones y
mantener muchos amigos, te abren muchas puertas. Te conoce todo el mundo
¿Alguna insatisfacción?
No, no recuerdo ninguna. Muy
orgulloso de poner a la gente guapa
¿En qué ha cambiado su barbería
a la peluquería de esta tercera
generación?
Ha cambiado en todo, en mecanismos,
en maquinaría, en tecnología. Ahora hay ordenadores, te dan hasta los tiques,
la tecnología ha avanzado mucho. Los lavacabezas vienen ahora hasta con masajes
incorporados para las zonas lumbares y para la cabeza. Te sientas en esos
sillones y qué relax. Ahora hay hasta centro de estética para los hombres
porque se preparan ya igual que las mujeres.
¿Siempre se ha lavado el pelo
antes de cortar?
Antes no. Hace unos años para acá
si. Cuando entró en agua corriente nosotros le lavábamos a todos los que se
cortan el pelo, pero no en todos los sitios.
¿La competencia es mayor ahora
que antes?
Si, ahora lo que hay es mucha
competencia llamada desleal pero todos tienen derecho a trabajar, hay mucha
gente por la calle trabajando, tanto hombre como mujeres, pero todos tenemos
derecho a comer. Al no pagar impuestos cobran menos, pero eso ha sido toda la
vida.
La presión fiscal, ¿también?
Antes pagábamos el 8 % y yo he
terminado pagando el 21% de IVA, es una presión muy fuerte.
Antes se decía que era muy
rentable ser barbero pero muchos han tenido que cerrar...
Sí, pero a base de dar muchas horas,
se cobraba poco y se trabajaba mucho. Yo iba a los cortijos y parcelas a cortar
el pelo, incluso los domingos por la tarde porque no llegábamos a final de mes.
Valía muy poco el servicio. Yo empecé cobrando cuatro o cinco pesetas el corte
de pelo y he terminado con 8 euros el servicio.
Jubilado desde diciembre de
2012 ¿A qué se dedica en la actualidad?
Nada, paseos, nietos y mercadillos.
Me encanta ir con la mujer a los, a Montijo y a Puebla, será porque después me
tomo las cañitas al mediodía.
¿Echa de menos su trabajo?
Pues sí, tengo añoranza pero entre
el paseo y el nieto...
¿Volvería a ser barbero o
peluquero?
Sí, claro que sí no me pesa
Cada maestrillo tiene su
librillo y cada peluquero también ¿Cuál era su característica diferenciadora?
Pues la diferencia era el clásico
corte de tijera porque las técnicas eran más artísticas y manuales. Ahora se
usa las máquinas eléctricas y parece más fácil de ejecutar el corte. En la
academia te enseñaban pero no aprendían la tijera y el peine y sigue gustando
el corte clásico, mis hijos lo han aprendido-
¿Tuvo otras aficiones?
Fundé la sociedad de cazadores de
Puebla, me tiré de presidente y socio fundador, más de dieciocho años.
Las primeras mises de cazadores que se eligieron fueron en agosto, en la
fiesta de los cazadores y nombrábamos también a la mis emigrantes y tras el
éxito, el ayuntamiento la convirtió en la fiesta del emigrante. Eran unas fiestas
populares y verbenas muy divertidas. Antúnez estaba deseando que la
celebráramos. Trajimos a los Chichos, a la Caita, al Molinero y hacíamos la
célebre tirada al plato.
Día de la jubilación, ¿lo
celebró?
Con una fiesta para todos. Pedro
Pérez Cascos, el cortador de jamón poblanchino, fue a la despedida y cortó dos
jamones Dí cerveza y jamón para todo el público. Se formó una buena y se cortó
hasta el tráfico de la calle.
Antecedentes familiares
Juan Manuel Merino es hijo Basilio, de profesión peluquero de Puebla de la Calzada y de Antonia, ama de casa procedente de Montijo y forman la unidad familiar en el pueblo del padre. Tiene dos hermanos que viven fuera, en la provincia de Madrid.
Se casa con Juana Merino Amaro, de Montijo en 1975 que permanece al cuidado de la casa y de sus dos hijos, Antonio y Ángel. Recientemente ha sido abuelo, de un niño llamado Pablo.
¿Dónde estudió?
Estudié en el colegio Salesiano de Puebla de la Calzada
¿Qué recuerda de esa etapa?
Era un educación muy específica y religiosa, teníamos que ir a misa a la fuerza todos los días y por la tarde, al oratorio a la capilla del colegio. Era obligatoria la asistencia para poder ver los partidos del Morante,(el equipo de Montijo) que jugaba en aquellos años en tercera división. El equipo era de la finca de Morantes de Don Juan Bauzas y, como en Montijo no había campo de fútbol, entrenaban y jugaban los partidos en el campo de los salesianos. Los domingos también era obligatorio y te preguntaban por la homilía que había predicado el cura ese día. Pero, agradecido porque dieron una enseñanza muy buena.
¿Recuerda a algún profesor?
Estuve desde que se inauguró. Comencé con siete años y el director era el Padre Javier, que fue el fundador de los salesianos. El que más nos inculcó una rectitud y educación y, del que todos los alumnos nos acordamos, es el ya fallecido D. José Bocio y también nos acordamos de Don Manuel Salgado que está, actualmente. en Badajoz como párroco de la parroquia María Auxiliadora.
Por aquí han pasado la mayar parte de alumnos de Puebla y de Montijo y con posterioridad se incorporaron los aspirantes a cura y los internos. Curiosamente, yo fui peluquero de allí, primero mi padre y después yo.
¿Cómo fue la experiencia?
Buena, allí le arreglé yo el pelo a Pedro Almodóvar Caballero, que estuvo dos años internos para aspirante a cura. Era muy beato, estaba siempre acompañando al padre Don José María Risco, que era el catequista. Estaba en el coro, era solista y actuaba en el teatro. Era muy buen actor. Los demás niños estaban siempre jugando pero él se dedicaba a pasear en los recreos con el padre catequista.
¿A qué jugaban en el recreo?
Al rotebola, juego que consistía en clavar un palo al suelo y en lo alto, se ataba a una cuerda larga un balón que tenía que girar pasando de un niño a otro, no podía dar en el suelo porque si no perdías y te echaban fuera del juego. Al frontón y sobre todo al fútbol, que era una fiebre de miedo.
¿Qué le inculcaron?
Nos inculcaron tanto la religión como el respeto a los mayores. Lo que aprendí me ha ayudado en mi vida posterior. Fue una base muy buena.
¿Hizo la mili?
Sí y me tocó en Mérida. Harto de cortar pelo, como ya sabía el oficio le cortaba el pelo a los oficiales y a la tropa, pero muy bien.
¿Cómo comienza en la peluquería?
Con mi padre, la peluquería Basilio, se llamaba. La fundó en 1937 con 13 años, y el maestro que tuvo fue D. Alfonso González, el practicante, que además tenía una peluquería. Cuando se dedicó solo a ser practicante le regaló a mi padre su primer sillón de madera, específico de la época y le dio también la herramienta para que se echara por su cuenta porque consideraba que ya estaba preparado para desempeñar el oficio en solitario.
¿Dónde montó su primera peluquería?
En el mismo sitio en que la he tenido yo siempre, hasta que cerré, en la calle Los Silos, casi en la esquina. El local es en propiedad y mis padres, siguen viviendo allí en la casa anexa.
¿Cómo fueron sus inicios?
Estuve primero de aprendiz con mi padre. Tuvimos tres peluquerías, la de la calle los Silos, la del Casino “El ejemplo” y también una peluquería dentro del colegio cuando cerrábamos al mediodía. Después por la tarde seguíamos. Teníamos oficiales, han pasado unos ocho oficiales entre todos. Unos se instalaron en Madrid o en Barcelona de peluqueros y otros cambiaron de oficio, a policía o conductor de autobuses. Recuerdo a Pepín que estuvo allí de oficial y luego montó en Montijo. Otros nombres como Martín Sánchez, Antonio Pulgar, Paco, El Monago, que se fue al Paseo de la Castellana y le arreglaba el pelo a los jugadores del Real Madrid y a muchos famosos.
Yo también estuve en Madrid para aprender el corte a navaja, a especializarme. Estuve en una peluquería en Moratalaz, tenía yo dieciocho años.
¿Con qué edad comenzó?
A la misma que mi padre, con trece años y me gustaba ser peluquero y luego mis hijos han seguido el oficio. Primero se llamó Basilio, después Juan Manuel y al final como la de mis hijos que montaron en Montijo, después de estar unas temporadas conmigo, y le llamaron peluquería Merino.
¿En qué consistió su primer trabajo a un cliente?
Recuerdo a mi primer cliente, José Milena Moreno, que era un vecino de Puebla y todavía lo sigo arreglando. Vivía la novia de frente a la peluquería y fue el primero en cortarle el pelo, me salió bien. Hice lo que pude pero me tuvo que retocar mi padre. El último cliente ha sido Pedro esteban Gallego.
Técnicas utilizadas...
Aprendíamos a bañar con jabón la brocha, mucha practica con las tijeras y con las máquinas manuales. Eran difíciles de usar porque eran de muelle y te provocaban callos en las manos, se te abrían las muñecas y nos teníamos que poner unas tranzaderas de tela para contener los tendones.
Mobiliario de peluquero...
Era el clásico sillón americano, de porcelana y acero inoxidable, Fue un boom, hoy mis hijos lo tienen de exposición. Fuimos a Badajoz a comprarlo; lo compró mi padre a plazos, costó pagarlo poco a poco. Llegamos a comprar tres, el último ya era hasta giratorio. Había también un lavabo con un depósito lleno de agua del pozo y un grifo, porque no había agua corriente, la estantería y el espejo. Ese era el mobiliario básico.
Y los instrumentales, la navaja antigua, el suavizador de correa con lo que se sacaba filo a la navaja, (ahora las cuchillas son usar y tirar), un pulverizador para echar los polvos de talco y para después de afeitar el clásico masaje Geniol y Floid, era lo que había.
¿Peluquero o barbero?
Ahora ya prácticamente no se afeita nadie en las peluquerías y por eso se ha pasado de llamarse peluquero.
Antiguamente el barbero era también dentista o sacamuelas ¿Conoció esto?
Yo no, aunque en época de mi padre si existía aunque él no llegó a sacar muelas nunca, si lo hacía el practicante.
También en las barberías se cambiaban novelas del oeste ¿recuerda algo de ello?
En la nuestra no.
¿Cómo se preparaba una persona para ser peluquero?
Con mucha practica, nos ejercitábamos horas y horas con las tijeras y el peine y la máquina para que las muñecas estuvieran ya preparadas. Nosotros dábamos el jabón y el maestro llegaba y afeitaba con la navaja, nosotros bañábamos con jabón, que era como se decía.
¿Con cuántos barberos ha coexistido?
Yo llegué a conocer nueve, luego llegué a quedarme sólo y antes de jubilarme quedaban dos.
¿Existía el sentido de la competencia?
En los precios, que no nos poníamos de acuerdo, ni en las horas, los jóvenes querían salir antes y los viejos más tarde.
¿Se fidelizaba la cliente o rotaban entre los barbaros?
Ellos elegían. A unos les daba igual quien los arreglara y otros tenían sus preferencias y querían que les arreglara siempre el mismo.
Horario de trabajo...
UY, horario, trabajo hasta los domingos por la mañana. Cuando era el baile de la matiné los amigos se reían de mí porque yo no podía ir y ellos se iban a bailar. Y las ferias igual. Los fuegos no los veía nunca porque venían “los quinceneros” del campo, de los cortijos, cada quince día o para la feria y tenían que cortarse el pelo y la barba, que la traían muy larga. Lo que ha cambiado la vida.
¿Una barbería era similar a un confesionario?
Claro que sí, tenías que escuchar y ser apolítico, también. Si te dedicabas a contar lo que escuchabas allí...Tiene fama las mujeres de cotillas pero algunos hombres, madre mía.
¿Confesiones para no contar ha escuchado muchas?
Si, tertulias que la mayor parte, luego, no eran reales. De todo tipo se hablaba, y cuando me preguntaban por alguna noticia que les interesara y no se la contaba, se extrañaban de que no la supiera.
Alguna anécdota...
Por una apuesta arreglé a uno en la calle sentado en una silla en la acera de enfrente, la gente pasaba y se quedaba mirando. Era cuando joven, claro, y a otro que se fue la luz y tuve que cortar con la iluminación de una linterna.
Sus hijos continúan la saga ¿cómo se siente?
Muy bien muy contento. Van muy bien, gracias a Dios.
¿Le gustaría que sus nietos también continuaran?
Sí, claro, que siga la dinastía.
¿Qué satisfacciones le ha aportado su trabajo?
La de tener muchas relaciones y mantener muchos amigos, te abren muchas puertas. Te conoce todo el mundo
¿Alguna insatisfacción?
No, no recuerdo ninguna. Muy orgulloso de poner a la gente guapa
¿En qué ha cambiado su barbería a la peluquería de esta tercera generación?
Ha cambiado en todo, en mecanismos, en maquinaría, en tecnología. Ahora hay ordenadores, te dan hasta los tiques, la tecnología ha avanzado mucho. Los lavacabezas vienen ahora hasta con masajes incorporados para las zonas lumbares y para la cabeza. Te sientas en esos sillones y qué relax. Ahora hay hasta centro de estética para los hombres porque se preparan ya igual que las mujeres.
¿Siempre se ha lavado el pelo antes de cortar?
Antes no. Hace unos años para acá si. Cuando entró en agua corriente nosotros le lavábamos a todos los que se cortan el pelo, pero no en todos los sitios.
¿La competencia es mayor ahora que antes?
Si, ahora lo que hay es mucha competencia llamada desleal pero todos tienen derecho a trabajar, hay mucha gente por la calle trabajando, tanto hombre como mujeres, pero todos tenemos derecho a comer. Al no pagar impuestos cobran menos, pero eso ha sido toda la vida.
La presión fiscal, ¿también?
Antes pagábamos el 8 % y yo he terminado pagando el 21% de IVA, es una presión muy fuerte.
Antes se decía que era muy rentable ser barbero pero muchos han tenido que cerrar...
Sí, pero a base de dar muchas horas, se cobraba poco y se trabajaba mucho. Yo iba a los cortijos y parcelas a cortar el pelo, incluso los domingos por la tarde porque no llegábamos a final de mes. Valía muy poco el servicio. Yo empecé cobrando cuatro o cinco pesetas el corte de pelo y he terminado con 8 euros el servicio.
Jubilado desde diciembre de 2012 ¿A qué se dedica en la actualidad?
Nada, paseos, nietos y mercadillos. Me encanta ir con la mujer a los, a Montijo y a Puebla, será porque después me tomo las cañitas al mediodía.
¿Echa de menos su trabajo?
Pues sí, tengo añoranza pero entre el paseo y el nieto...
¿Volvería a ser barbero o peluquero?
Sí, claro que sí no me pesa
Cada maestrillo tiene su librillo y cada peluquero también ¿Cuál era su característica diferenciadora?
Pues la diferencia era el clásico corte de tijera porque las técnicas eran más artísticas y manuales. Ahora se usa las máquinas eléctricas y parece más fácil de ejecutar el corte. En la academia te enseñaban pero no aprendían la tijera y el peine y sigue gustando el corte clásico, mis hijos lo han aprendido-
¿Tuvo otras aficiones?
Fundé la sociedad de cazadores de Puebla, me tiré de presidente y socio fundador, más de dieciocho años.
Las primeras mises de cazadores que se eligieron fueron en agosto, en la fiesta de los cazadores y nombrábamos también a la mis emigrantes y tras el éxito, el ayuntamiento la convirtió en la fiesta del emigrante. Eran unas fiestas populares y verbenas muy divertidas. Antúnez estaba deseando que la celebráramos. Trajimos a los Chichos, a la Caita, al Molinero y hacíamos la célebre tirada al plato.
Día de la jubilación, ¿lo celebró?
Con una fiesta para todos. Pedro Pérez Cascos, el cortador de jamón poblanchino, fue a la despedida y cortó dos jamones Dí cerveza y jamón para todo el público. Se formó una buena y se cortó hasta el tráfico de la calle.