Recientemente he visitado el Centro de Día de Guadiana para “echar” un ratillo con los mayores que utilizan este magnífico servicio con el que cuentan algunos de los pueblos de las Vegas Bajas.
Sobre todas las emociones que me hicieron sentir destaco la de la admiración. Pude hablar con cada uno de ellos y me contaron cómo han sido sus vidas.
Muchos de ellos no proceden de Guadiana sino que, tras instaurarse el Plan Badajoz, vinieron de otros pueblos de la provincia e incluso de otras regiones.
Los comienzos no fueron duros, sino durísimos. Los hombres, por lo general, trabajaban en el campo cultivando cereales, tomates o aceitunas; las mujeres hacían de todo: atendían a sus familias, a los animales, cosían, incluso ayudaban en el campo, principalmente en época de recolección. Alguno de ellos probó a ganarse un futuro en Alemania soportando no pocas dificultades. Otro de mis nuevos amigos me contó que había trabajado en Renfe, de donde guarda innumerables historias.
Ellos han envejecido, han logrado llegar hasta nuestros días con una humildad y una dignidad incomparables. Por eso les quiero rendir un merecidísimo homenaje, porque ellos sí se han ganado su pensión y todo el cariño y la escucha que uno le quiera dar.