La locura de Madroy
En el anterior y hasta ahora último capítulo de la saga Madroy, éste se enfrascaba en una batalla contra ataques provenientes de galaxias cercanas, y conservaba casi intacta su imagen de héroe. Con el paso del tiempo, pese a que en el espacio sideral no corre al mismo ritmo, el capitán ha visto cómo los habitantes de nuestra particular galaxia iban perdiendo poco a poco la confianza en su persona, abrumados por las toneladas de basura estelar que el ahora considerado loco capitán va dejando caer sobre sus cabezas. Parece que ha perdido el norte, si es que alguna vez lo tuvo (recordemos que siempre hubo desconfianza ante la poco claridad de sus intenciones): en sus ansias por encontrar aliados que le permitieran rescatar a la Sacerdotisa Deu, nada le ha importado la situación en la que ha ido sumiendo poco a poco a sus paisanos. El que otrora se presentara ante el Gran Consejo como la única esperanza de salvación ha sacado al descubierto su verdadera cara, desarrollando una nueva forma de nepotismo sideral en la que solamente los dirigentes de ciertos asteroides tienen a salvo su futuro; el resto, la inmensa mayoría, teme por la pérdida de la que era su forma de vida, incluso por la desintegración del planeta más importante de nuestra galaxia.
Muchos
piensan que en una de sus rutas interestelares Madroy se acercó demasiado al
campo gravitatorio de la vecina galaxia Jermechlan, y que fue tal la influencia
que desde entonces solo hace girar en órbita alrededor de su astro central
(llamado Ankel) como un satélite artificial cualquiera y que es el gran consejo
de Ankel el que realmente dicta las nuevas normas que rigen en nuestra galaxia.
Y no están dispuestos a consentirlo. Ya han empezado a formarse grupos de
resistencia en casi todos los rincones de nuestra galaxia, que se comunican
mediante mensajes cifrados, pero hasta ahora sus intentos por restablecer la
normalidad han sido inútiles debido al poder que atesoran los nepotes.
Disfrutan de una tecnología capaz de manipular las informaciones sobre la resistencia
y esto está originando que la resignación sea uno de los sentimientos más
habituales entre los galácticos de a pié, desconocedores en su mayoría de la
realidad sobre las cusas y consecuencias de la locura de Madroy. Pero los
rebeldes también tienen sus planes: están recopilando gran cantidad de información
cultural en distintos formatos (música, documentación histórica, tratados sobre
ética, galerías de fotos sobre manifestaciones artísticas diversas, etc.) por
si es necesaria en tiempos venideros para la formación de los más jóvenes y
piensan seguir luchando por recuperar lo que consideran una vida digna para
todos.
Ya
veremos lo que ocurre en posteriores entregas de la saga porque,
inevitablemente me temo, Las Aventuras del Capitán Madroy no se quedarán en
trilogía.
En el anterior y hasta ahora último capítulo de la saga Madroy, éste se enfrascaba en una batalla contra ataques provenientes de galaxias cercanas, y conservaba casi intacta su imagen de héroe. Con el paso del tiempo, pese a que en el espacio sideral no corre al mismo ritmo, el capitán ha visto cómo los habitantes de nuestra particular galaxia iban perdiendo poco a poco la confianza en su persona, abrumados por las toneladas de basura estelar que el ahora considerado loco capitán va dejando caer sobre sus cabezas. Parece que ha perdido el norte, si es que alguna vez lo tuvo (recordemos que siempre hubo desconfianza ante la poco claridad de sus intenciones): en sus ansias por encontrar aliados que le permitieran rescatar a la Sacerdotisa Deu, nada le ha importado la situación en la que ha ido sumiendo poco a poco a sus paisanos. El que otrora se presentara ante el Gran Consejo como la única esperanza de salvación ha sacado al descubierto su verdadera cara, desarrollando una nueva forma de nepotismo sideral en la que solamente los dirigentes de ciertos asteroides tienen a salvo su futuro; el resto, la inmensa mayoría, teme por la pérdida de la que era su forma de vida, incluso por la desintegración del planeta más importante de nuestra galaxia.
Muchos
piensan que en una de sus rutas interestelares Madroy se acercó demasiado al
campo gravitatorio de la vecina galaxia Jermechlan, y que fue tal la influencia
que desde entonces solo hace girar en órbita alrededor de su astro central
(llamado Ankel) como un satélite artificial cualquiera y que es el gran consejo
de Ankel el que realmente dicta las nuevas normas que rigen en nuestra galaxia.
Y no están dispuestos a consentirlo. Ya han empezado a formarse grupos de
resistencia en casi todos los rincones de nuestra galaxia, que se comunican
mediante mensajes cifrados, pero hasta ahora sus intentos por restablecer la
normalidad han sido inútiles debido al poder que atesoran los nepotes.
Disfrutan de una tecnología capaz de manipular las informaciones sobre la resistencia
y esto está originando que la resignación sea uno de los sentimientos más
habituales entre los galácticos de a pié, desconocedores en su mayoría de la
realidad sobre las cusas y consecuencias de la locura de Madroy. Pero los
rebeldes también tienen sus planes: están recopilando gran cantidad de información
cultural en distintos formatos (música, documentación histórica, tratados sobre
ética, galerías de fotos sobre manifestaciones artísticas diversas, etc.) por
si es necesaria en tiempos venideros para la formación de los más jóvenes y
piensan seguir luchando por recuperar lo que consideran una vida digna para
todos.
Ya veremos lo que ocurre en posteriores entregas de la saga porque, inevitablemente me temo, Las Aventuras del Capitán Madroy no se quedarán en trilogía.




















